No obstante, una sentencia de culpabilidad en tres juicios fue suficiente para enviar a prisión al viejo cardenal de 77 años de edad. Y si las informaciones sobre el juicio son ciertas, a este veredicto se ha llegado sin evidencias físicas ni testimonio alguno. Ha sido el resultado de las demandas llevadas a cabo por un solo querellante durante décadas.
La defensa presentó más de 20 testigos “incontestables” que declararon a favor de Pell acerca de su carácter y de la imposibilidad logística de que él hiciera lo que se alegaba que había hecho. Porque nunca estuvo solo, declararon, después de decir Misa, nunca en situación de abusar de nadie en un espacio público, y vestido de tal manera que le habría sido imposible hacer aquello de lo que se le acusa.
Uno de los dos niños por los que se ha acusado a Pell de abuso murió de sobredosis en el año 2014, antes de que el caso llegase a los tribunales, y nunca acusó a Pell ni ofreció ninguna prueba contra él. La madre de este chico ha admitido que por lo menos en dos ocasiones su hijo negó que hubiera sido objeto de abusos. De acuerdo con la CNN:
“De acuerdo con una transcripción del juicio de Pell, la madre del niño le dijo a la policía que ella le había preguntado explícitamente a su hijo si alguna vez había sido “interferido o tocado en el coro”, y que el niño, entonces un adolescente, había contestado que no.”
Es imposible que nosotros desde fuera podamos dictaminar inocencia o culpabilidad, pero es difícil no formarse una opinión basándose en lo que se sabe. También está claro que allí ha habido una larga guerra contra el Cardenal Pell, pues a lo largo de años ha recibido los ataques de cuestionables acusadores, pero ninguna de estas acusaciones ha podido ser probada y algunas de ellas se ha demostrado que eran falsas.
Pero ahora, después de años de incansables esfuerzos, Australia tiene un juicio en contra de esta figura odiosa que se oponía a los impulsos hedonistas de la nación como defensor de la ortodoxia católica. Cabe destacar que, en las discusiones públicas del caso, los activistas homosexuales parecen haber sido los más contentos por la condena de Pell. Lo que no parece ser casual. Pell destacó por no ceder a sus exigencias. No aceptó que la homosexualidad fuera un bien para la sociedad. No minimizó los riesgos que representaba para quienes practicaban ese estilo de vida. Y por eso no es de extrañar que fuera odiado por ellos.
Podemos ver un clarísimo ejemplo de esto en el desagradable artículo de opinión aparecido en el periódico The Guardian, titulado “Brutal y dogmático, George Pell libra una guerra contra el sexo, aunque él mismo abusó de niños”. El desprecio rezuma en las palabras del artículo. “Fue particularmente brutal con los homosexuales”, escribe el autor. “Hizo recaer la culpa de sus problemas [homosexuales] sobre los mismos homosexuales”.
“Se mantuvo simple y brutal”, se lamenta de nuevo el autor. Y proyecta su desdén hacia el conjunto de la nación: “Australia nunca compartió la alta opinión que tenía Roma sobre George Pell. El hecho de que una figura poco amistosa y a veces incómoda fuera nombrada obispo auxiliar de Melbourne en el año 1987 molestó a muchos fieles en su país de origen. Pero estos eran los primeros tiempos del papado de Juan Pablo II, cuando se premiaba a este tipo de hombres en todo el mundo"
El autor del artículo es David Marr. Aparentemente se le considera un destacado periodista. Pero al examinarlo más detenidamente uno descubre que ha sido denominado por dos veces como perteneciente al grupo de los 25 homosexuales australianos más influyentes. La segunda vez que apareció en dicha lista dijo:
“Soy terriblemente arrogante e increíblemente vanidoso. Soy todas esas cosas que los escritores tienden a ser.” También dijo que se ve a sí mismo indigno de ese galardón. “Hay tanta gente homosexual y lesbiana en Australia que hace más que yo por la comunidad de gays y lesbianas, que trabajan más por ella, que llevan vidas más difíciles.”
En el perfil de la nominación se celebra la dureza de Marr. Se hace especial hincapié en su trabajo “expresando continuamente su oposición a las enseñanzas de la Iglesia.”
Pell se interpuso en su camino. Pell se interpuso en el camino de un montón de gente. Pell tenía que ser eliminado.
También se interponía en el camino de otras personas como encargado de la reforma del Banco Vaticano. Pell fue una auténtica molestia para altos cargos en el aparato del Vaticano, que estaban enterrando talentos donde no debían. De hecho, Pell descubrió tanto dinero fuera de los libros de contabilidad que la cifra casi llega al billón de euros. ¿Fue una coincidencia que después de haber descubierto todas esas covachas escondidas, se encontrara Pell de repente con un renovado interés en cargos de décadas de antigüedad? El antiguo auditor del Vaticano. Libero Milone, que fue víctima de los atrincherados intereses vaticanos, se dio cuenta de la sospechosa oportunidad de los cargos contra Pell.
“De acuerdo con una transcripción del juicio de Pell, la madre del niño le dijo a la policía que ella le había preguntado explícitamente a su hijo si alguna vez había sido “interferido o tocado en el coro”, y que el niño, entonces un adolescente, había contestado que no.”
Es imposible que nosotros desde fuera podamos dictaminar inocencia o culpabilidad, pero es difícil no formarse una opinión basándose en lo que se sabe. También está claro que allí ha habido una larga guerra contra el Cardenal Pell, pues a lo largo de años ha recibido los ataques de cuestionables acusadores, pero ninguna de estas acusaciones ha podido ser probada y algunas de ellas se ha demostrado que eran falsas.
Pero ahora, después de años de incansables esfuerzos, Australia tiene un juicio en contra de esta figura odiosa que se oponía a los impulsos hedonistas de la nación como defensor de la ortodoxia católica. Cabe destacar que, en las discusiones públicas del caso, los activistas homosexuales parecen haber sido los más contentos por la condena de Pell. Lo que no parece ser casual. Pell destacó por no ceder a sus exigencias. No aceptó que la homosexualidad fuera un bien para la sociedad. No minimizó los riesgos que representaba para quienes practicaban ese estilo de vida. Y por eso no es de extrañar que fuera odiado por ellos.
Podemos ver un clarísimo ejemplo de esto en el desagradable artículo de opinión aparecido en el periódico The Guardian, titulado “Brutal y dogmático, George Pell libra una guerra contra el sexo, aunque él mismo abusó de niños”. El desprecio rezuma en las palabras del artículo. “Fue particularmente brutal con los homosexuales”, escribe el autor. “Hizo recaer la culpa de sus problemas [homosexuales] sobre los mismos homosexuales”.
“Se mantuvo simple y brutal”, se lamenta de nuevo el autor. Y proyecta su desdén hacia el conjunto de la nación: “Australia nunca compartió la alta opinión que tenía Roma sobre George Pell. El hecho de que una figura poco amistosa y a veces incómoda fuera nombrada obispo auxiliar de Melbourne en el año 1987 molestó a muchos fieles en su país de origen. Pero estos eran los primeros tiempos del papado de Juan Pablo II, cuando se premiaba a este tipo de hombres en todo el mundo"
El autor del artículo es David Marr. Aparentemente se le considera un destacado periodista. Pero al examinarlo más detenidamente uno descubre que ha sido denominado por dos veces como perteneciente al grupo de los 25 homosexuales australianos más influyentes. La segunda vez que apareció en dicha lista dijo:
“Soy terriblemente arrogante e increíblemente vanidoso. Soy todas esas cosas que los escritores tienden a ser.” También dijo que se ve a sí mismo indigno de ese galardón. “Hay tanta gente homosexual y lesbiana en Australia que hace más que yo por la comunidad de gays y lesbianas, que trabajan más por ella, que llevan vidas más difíciles.”
En el perfil de la nominación se celebra la dureza de Marr. Se hace especial hincapié en su trabajo “expresando continuamente su oposición a las enseñanzas de la Iglesia.”
Pell se interpuso en su camino. Pell se interpuso en el camino de un montón de gente. Pell tenía que ser eliminado.
También se interponía en el camino de otras personas como encargado de la reforma del Banco Vaticano. Pell fue una auténtica molestia para altos cargos en el aparato del Vaticano, que estaban enterrando talentos donde no debían. De hecho, Pell descubrió tanto dinero fuera de los libros de contabilidad que la cifra casi llega al billón de euros. ¿Fue una coincidencia que después de haber descubierto todas esas covachas escondidas, se encontrara Pell de repente con un renovado interés en cargos de décadas de antigüedad? El antiguo auditor del Vaticano. Libero Milone, que fue víctima de los atrincherados intereses vaticanos, se dio cuenta de la sospechosa oportunidad de los cargos contra Pell.
“La gran firma internacional de auditores PricewaterhouseCoopers (PwC) fue elegida por Pell en el mes de diciembre del año 2015 para realizar una auditoría en profundidad de las finanzas vaticanas. En el mes de abril del año 2016 otras autoridades vaticanas repentinamente suspendieron la auditoría. En la actualidad Pell se encuentra en excedencia para enfrenarse a los cargos que en su país se han presentado contra él. El cardenal rechaza de plano las acusaciones, que han sido comparadas a una caza de brujas llevada a cabo de una manera muy dudosa por las autoridades australianas.
Milone señaló que puede que no haya sido una coincidencia que los cargos por abuso contra el cardenal, que tienen más de diez años de antigüedad, no hayan aparecido hasta estos momentos, precisamente cuando, según un informe de Crux, los esfuerzos de reforma interna de las finanzas del Vaticano que estaba llevando a cabo Pell empezaban a provocar un oleaje.”
El cardenal Angelo Becciu, descrito por Christopher Lamb en el semanario católico progresista The Lancet como “el más leal de los asistentes papales”, intervino personalmente para detener el trabajo de Pell. Una vez que se hizo que Pell volviera a Australia, Becciu pareció más tranquilo con la situación de la reforma de las finanzas. “Ahora hay un alto grado de cooperación,” dijo Becciu a Lamb, “porque los puntos que se discutían con Pell han sido aclarados.”
El respetado e incansable vaticanista Marco Tosatti, señaló en su columna del día 1 de marzo que con respecto a Pell se decía en Roma que los cañones están en Australia pero las balas de cañón están hechas en el Vaticano. En otras palabras, mientras que Australia ya había apuntado desde hacía mucho tiempo a su enemigo público, se ha dicho que fueron personas dentro de la Santa Sede las que proporcionaron la munición para derribarlo.
Señala Tosatti que, sin embargo, ha habido consecuencias inesperadas de esta acción contra Pell, en tanto en cuanto está obsesionando a un papado enredado en varios casos de abusos sexuales o de protectores de quienes los cometen. Permítanme citar con alguna extensión el fascinante análisis de Tosatti.
“Cuando alguien me repetía esa frase sibilina (sobre las balas de cañón), o alguna otra frase similar, en los tiempos en los que Monseñor Dario Edoardo Viganò aún estaba en su silla, aludía a los fuertes choques del círculo bergogliano con el cardenal australiano, quien, realmente, con toda seguridad, ¡no es miembro del círculo mágico! Algunos recordarán su papel durante el Sínodo de la Familia oponiéndose a la intención de Monseñor Bruno Forte y sus asociados de esterilizar el debate entre los padres sinodales de modo que todos apareciesen como luces Kasperianas.
Pell es una persona que, cuando se enfada, hace chocar sus puños, esté Bergoglio o no esté Bergoglio delante. Si está convencido de que algo es justo, lo persigue como una apisonadora. También es bien conocido que el Argentino es más agresivo con los débiles, pero queda inhibido con los pocos que le plantan cara.
En resumen, Pell es un tanque y era bastante temido. Mi hipótesis es esta: Pell ha sido derribado por dos fuegos. El primero es el fuego amigo del establishment clerical (este es el clericalismo del que Bergoglio debería ocuparse) y el segundo es el fuego enemigo seglar y masónico que vio en él un conservador tradicionalista al que había que eliminar.
Muchas pistas nos llevan a pensar esto; sin embargo, el hecho es que las noticias sobre la condena de Pell aparecieron en un momento muy específico.
Cuando me decían la frase que he citado antes, el lobby gay del Vaticano estaba en todo su apogeo y Pell fue el elegido para el sacrificio; pero la condena ha llegado después de que el lobby gay haya entrado en crisis, de que haya perdido muchas piezas clave y de que le hayan colocado en el centro de la tormenta casos como el de McCarrick, el tema de Chile, el dossier de Carlo Maria Viganò, la desafortunada actuación del ultra-bergogliano cardenal Wuerl, las voces que pregonan el nuevo escándalo de Zanchetta . . .
¿Entonces? Entonces la operación “vamos a aplastar a Pell”, ejecutada con la contribución clerical, se está revelando que es un boomerang porque ante la opinión pública, que no sabe nada de lo que hay detrás, Pell es sencillamente uno más de los innumerables hombres de Bergoglio que dan lugar a un escándalo, ¡aunque él sea el único entre todos los citados que en realidad no es un hombre de Bergoglio!
En resumen, en los sagrados aposentos vaticanos lo que parece que se está diciendo hoy es: ¡Qué buenas noticias si hubieran llegado dos años antes en vez de ahora! ¡En estos momentos no nos hacen falta!”
Tosatti toma nota de la tragedia sobre este asunto: “Si Pell es inocente, si Pell es el hombre de fe que yo creo que es, entonces está cargando con la Cruz de Cristo, condenado como él por la sinagoga de hoy.”
Es un serio pensamiento, del que se hace eco la académica australiana profesora doctora Anna Silvas, en un artículo para La Nuova Bussola Quotidiana. En dicho artículo, titulado “El Cardenal Pell es inocente: he aquí por qué,” Silvas dice que ella no cree que “se aplicase la justicia en ese juicio, que desprende el mal olor de un ritual de sacrificio de acuerdo con un plan secreto horrendo”. Ella habla de su propia experiencia en la catedral de Melbourne, y de Pell, y de las imposibilidades logísticas y de la “degradación moral preparatoria” necesaria para cometer un acto como el acto del que es acusado el Cardenal. “Es impensable,” escribe, “que después de treinta años de una vida moral, intelectual, parroquial y episcopal comprometida, que él, justo después de haber sido nombrado Metropolitano, en la primera ocasión de una Misa dominical, se haya rebajado a realizar un ejercicio de pedofilia tan burdo, crudo y sórdido como aquél por el que ha sido legalmente condenado.” Ella también destaca la degradación tanto de la cultura como de la Iglesia australianas, la especial animosidad que la comunidad homosexual de Australia tiene contra Pell, que rechazó que celebrase una protesta “arco iris” en una Misa de domingo en el año 1996, y que mantiene una “agenda homosexual en la Iglesia y en la sociedad” que “ha estado disparando contra él desde entonces.” También hace notar Silvas, sin embargo, el “alarmante número de sacerdotes en la diócesis de Melbourne implicados en escándalos sexuales a lo largo de las tres o cuatro últimas décadas,” munición, añade, para quienes nos “atacan desde fuera o nos socavan desde dentro.”
“Sin duda,” lamenta Silvas, “la Iglesia, en Australia y en todo el mundo, es semper purificanda. Hace tiempo que nos merecemos un castigo severo, si usted me pregunta, y pienso que las cosas cada vez irán peor para nosotros.”
Y peores serán.
Aunque Pell ha apelado el veredicto, se encuentra solo en una cárcel bajo protección constante. Los otros prisioneros no es probable que sean amables con un hombre que ha sido condenado por cometer actos nefandos con niños, y no van a hacer un esfuerzo mayor que el que han hecho los tribunales australianos para ver si dichos actos son ciertos. El Vaticano ha abierto ahora su propia investigación sobre Pell, y, de acuerdo con JD Flynn y Ed Condon, de la Agencia Católica de Noticias, ambos abogados canónicos, lo que se espera es un camino complicado cargado de dificultades.
“Los juicios canónicos comienzan después de que un gobierno civil haya cerrado el caso contra un presunto abusador, y la Iglesia tiene alguna práctica en esto.
Por ejemplo, las transcripciones en casos criminales de abusos sexuales se admiten de forma rutinaria como pruebas en los juicios canónicos. Con suma frecuencia las conclusiones civiles son admitidas como pruebas concluyentes, lo que conduce a procesos administrativos abreviados.
Dada la controversia suscitada por el veredicto australiano, los representantes canónicos de Pell es probable que insistan en pedir un juicio completo y que se resistan a cualquier maniobra para llevar a cabo un proceso administrativo abreviado, como el que se llevó a cabo en el caso reciente de Theodore McCarrick.
(…)
En este juicio las apuestas han aumentado.
Si la apelación de Pell es rechazada en Australia, Roma se enfrentará a una enorme presión exterior para que confirme el veredicto inicial y pase a Pell al estado laico, sobre la base, fundamentalmente, del veredicto australiano. Pero ceder a esa presión tendrá un coste.
Si el tribunal canónico acelera el juicio de Pell y usa como evidencia su condena criminal, por lo menos algunos expertos en derecho canónico y algunos teólogos argumentarán que la Iglesia está cediendo el papel que le pertenece según el derecho canónico, y la “libertad sagrada” que reclama para sí misma, a las autoridades civiles.
Más concretamente, los sacerdotes y obispos, especialmente aquellos que tienen sistemas judiciales desprestigiados o que son reconocidos por su anti-catolicismo, podrían preguntarse a sí mismos qué clase de justicia pueden esperar del Vaticano si alguna vez son acusados de abusos sexuales.
Como consecuencia de la crisis de abusos sexuales del año 2002 en USA, muchos párrocos expresaron su preocupación por el hecho de que el deseo de los obispos estadounidenses de demostrar que se toman en serio las acusaciones de mala conducta sexual, les estaba dejando sin su propio derecho a tener un juicio justo. Si en el caso de Pell se percibe que se le ha denegado el derecho a tener un juicio justo en el tribunal canónico, la crisis de confianza crecerá a gran escala, tanto en los obispos como en los párrocos.”
Pell no estará solo en el punto de mira. Mientras que en el caso McCarrick no hubo ningún veredicto porque las pruebas en su contra eran abrumadoras, en el caso de Pell no ha habido acusadores creíbles, aunque haya sido condenado. Juntos formarán, en las mentes de las personas de fuera y de dentro de la Iglesia, un símbolo de corrupción que alcanza los escalones más altos de la Iglesia Católica, y las repercusiones de esto están solamente empezando.
Las víctimas de los abusos en Australia están ahora haciendo cola para demandar a la Iglesia por “decenas de millones”. Víctimas que ya habían llegado a acuerdos y “renunciado a su derecho a emprender procedimientos civiles” contra la Archidiócesis de Melbourne. Los abogados argumentarán que hay que cambiar las leyes. ¿Cuál será el factor decisivo? “La integridad de la Respuesta de Melbourne”, el programa de Pell para lidiar con la compensación para las víctimas de abuso clerical, “se ve aún más disminuido por el hecho de que fue introducido por Pell en 1996, casi al mismo tiempo en que atacó sexualmente a dos niños del coro de 13 años de edad.” ¿Creemos que tal acción terminará en Australia?
En mi artículo “The Big Ugly” del pasado mes de septiembre acerca de este momento transformador del catolicismo, escribí:
“Si la gente no empieza a derribar las iglesias con sus manos desnudas al final de esto, estaré agradablemente sorprendido. Por supuesto no tendrán que hacerlo porque las diócesis de todo el mundo venderán las propiedades a promotores inmobiliarios, que los convertirán en espacios residenciales de alto standing o quizá incluso en nightclubs para gays. Después de todo, algo que hemos aprendido de todos los casos de abuso sexual es que la acumulación de imaginería religiosa es un signo de degeneración.”
¿Por qué serán vendidas las diócesis? Para pagar los acuerdos que se alcancen por los abusos, por supuesto. O la defensa legal frente a demandas civiles. O simplemente porque no sea posible mantenerlas ya que nadie acude a las Misas. Mucha gente no está dispuesta a seguir perteneciendo a una Iglesia que es percibida fundamentalmente como perversa y corrupta. El hecho de que muchos tienen ya casi un pie fuera tendrá poca importancia cuando se añada el impacto demográfico.
Alguien en las redes sociales me dijo anoche que estarían encantados de ver a la Iglesia en una ruina financiera que fuera equivalente a su ruina moral actual.
Pienso que muchas personas sienten lo mismo, este impulso es algo comprensible. Pero este genio no puede volver a ser encerrado en la botella, y no creo que la gente vaya a disfrutar con lo que va a suceder tanto como espera. Cuando el número de parroquias en su diócesis haya disminuido significativamente, cuando la posibilidad de recibir los sacramentos se haya reducido drásticamente, cuando párrocos inocentes sean falsamente acusados para obtener beneficios financieros, cuando el solo hecho de admitir que uno es católico, que continúa siendo parte de una Iglesia bien conocida por predicar contra las prácticas sexuales habituales de nuestros días mientras sus líderes se enredan en actividades sexuales criminales, se sentirán como parias.
Pienso que ese tiempo llegará pronto. En algunos sitios ya está aquí.
Convertirse en una Iglesia más pequeña y más pura puede ser finalmente una buena cosa. Pero no debemos engañarnos a nosotros mismos pensando que esto ocurrirá sin dolor. Ciertamente, el escarmiento está llegando.
Steve Skojec