Conocido por sus prédicas sobre la acogida a los inmigrantes, Antonio Suetta, obispo de Ventimiglia-Sanremo, el ‘obispo no-border’, encuentra natural que el líder de la Liga, Matteo Salvini, dé testimonio público de su fe y le da la razón en su cruzada contra el multiculturalismo.
“No veo nada de blasfemo o irrespetuoso en el gesto del ministro que se declara creyente”, asegura a Quotidiano monseñor Antonio Suetta. “Hablaba de Europa, ha besado el rosario y ha invocado la bendición de Dios y de los santos. Es perfectamente compatible con las convicciones que dice tener”.
Si no temiéramos resultar irreverentes lo compararíamos con la caída del caballo camino de Damasco. Antonio Suetta, obispo de Ventimiglia-Sanremo, conocido por su postura de apertura y acogida de los inmigrantes hasta el punto de destacar entre el resto de sus hermanos del episcopado italiano y ser apodado ‘el obispo sin fronteras’, parece haber sufrido una repentina conversión y expresa en una carta sobre Europa y en una reciente entrevista opiniones que nadie hubiera esperado de él, mucho menos en el clima de enconada ‘guerra fría’ que se vive en la Italia preelectoral entre Salvini y el alto clero.
En esa guerra sin cuartel, la carta de Suetta ha sonado a muchos a deserción, y una especialmente sorprendente.
Hace cuatro años saltó a las portadas de la prensa nacional al acoger a los inmigrantes rechazados por Francia en la frontera, ganándose así fama de prelado favorable a esa misma acogida universal que el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Italiana han convertido el ‘test’ de cristianismo, solo comparable a la conciencia ecológica. Y hoy arremete contra “el multiculturalismo que aniquila las raíces cristianas de Europa”.
Sin embargo, Suetta asegura no haber cambiado… demasiado. “No he cambiado de idea sobre la solidaridad hacia quien se encuentra en una situación de necesidad inmediata, como en el caso de los inmigrantes en acogida en 2015, pero ya entonces alimentaba la perplejidad sobre el multiculturalismo, sobre una sociedad reducida a una simple suma de culturas y etnias, sin una identidad fuerte”.
Pero lo que nos hace augurarle un futuro eclesial no demasiado brillante, al menos durante el pontificado del Papa reinante, es que esa misma ‘perplejidad’ le lleva a no ver con malos ojos la política de puertos cerrados de Salvini, verdadera ‘bestia negra’ de la Curia Romana.
“Es cierto que cuando se usan lemas para avanzar las propias tesis uno se arriesga a no ser comprendido, pero mantengo que una cosa es ayudar al prójimo en una emergencia y otra, organizar de modo estable una actividad de auxilio en altamar”, señala el obispo. “En la óptica de una redistribución de migrantes entre países de la Unión, es comprensible que se demande dirigir las naves hacia otros puertos europeos o repartir la acogida con otras naciones, entre otras cosas porque no todos los refugiados quieren quedarse en Italia”.
Esperen, que aún hay más: “Estoy convencido de que la Iglesia ha hecho mucho, con gran humanidad y recta intención”, reconoce Suetta. Pero advierte: “Queda el riesgo de que algunas realidades ‘solidarias’ puedan utilizar el fenómeno migratorio para otros fines: empobrecer África para dejarla a merced de cientos potentados; favorecer una dilución de la identidad europea mediante el aporte de masas humana heterogéneas. Occidente no debe avergonzarse de su historia”.