Hace un par de semanas hubo elecciones en España.
He leído muchos análisis, casi todos dejan de lado cuestiones morales, parece que no son de importancia cuando en realidad lo explican todo.
En otra entrada realizaré un análisis al uso pero antes un hilo de twitter que explica más cosas que 100 editoriales de los grandes medios.
Tomado de EugeniodOrs twitter.
Ayer se cumplió el 42 aniversario de José María Bultó
Lunes, 9 de mayo de 1977. 13.00 horas. José María echa un último vistazo al proyecto para la modernización de una de las plantas de hilado que tiene en la fábrica de Vilanova i la Geltrú. En una hora almuerza con su hermana, así que decide apresurarse. Tiene ganas de verla.
Hace un día radiante. Desde su oficina hasta la casa de su cuñado, en la calle Muntaner, hay un paseo largo, pero decide darlo. Le gusta pasear. Desde que enviudó pasea mucho. Aprovecha para pensar, para rezar, para contemplar. Le encanta contemplar.
14.00 horas. Llega a casa de su hermana. Besos, abrazos, apretón de manos con su cuñado, se tienen verdadero aprecio. La mesa ya está dispuesta, así que rápidamente se sientan. Charlan sobre la actualidad, sobre los sobrinos, sobre algunos negocios comunes.
La familia está muy unida. Son seis hermanos. Él siempre se ha dedicado al mundo del textil. Es su mundo. Aunque también tiene acciones de una gran empresa química. Adora su trabajo. A su hermano, en cambio, le tiran más las motos. Tanto, que montó una fábrica de motos.
Tras comerse los tres un delicioso pollo al horno, su hermana se levanta de la mesa y se dirige a la cocina. En ese momento, suena el telefonillo del portal. Lo atiende. “¿Quién es?”, le pregunta su hermano. “Vienen a hacer una revisión del gas”, le contesta ella.
Al cabo de un minuto, tocan el timbre. La hermana abre la puerta. En ese momento la arrollan seis personas, con monos de trabajo, a punta de pistola. El grito de ella alarma a José María y a su cuñado, que no tienen tiempo de reaccionar.
“Quédense sentados y todo irá bien”. Les amenazan. “Usted, venga conmigo”. Se llevan a José María a una habitación. “Quítese la camisa”. Él obedece a regañadientes. “Carles, pónselo”. Carles es un joven que va con el grupo.
Lleva una mochila en su espalda. De la mochila saca, con mucho cuidado, una especie de cajita. Pide ayuda a una compañera. “Montse, ayúdame con el esparadrapo”. Entre Carles y Montse adhieren esa cajita, con esparadrapo, a la axila izquierda de José María.
“Póngase de nuevo la camisa”, le ordenan. En ese momento, el que le apunta con la pistola saca un papel de su bolsillo y se lo da. “Queremos 500 millones de pesetas. Cuando nos los pague, recibirá indicaciones de cómo quitarse la bomba que acabamos de adosarle al pecho”.
“En este papel están las indicaciones de cómo realizar el pago, tiene 24 horas”. José María, hombre enérgico, les dice que no piensa pagar nada. “No intente quitarse usted la bomba. Explotará”. “¡Vámonos!”, ordena al resto del grupo. Carles recoge su mochila y salen todos.
José María, asustado pero rabiosamente sofocado, sale de la habitación. “¿Qué ha ocurrido? ¿Estás bien?”, su hermana está completamente alterada. “Escuchad, no digáis a nadie nada de esto, tengo que irme, no os preocupéis, todo está bien”. José María sale rápidamente de la casa.
Ya en la calle, se sube a un taxi. “A la avenida de Pedralbes, por favor, rápido”. Quiere ir a su casa. Desde allí llamará a su hijo y a su hermano para que le acompañen a comisaría. Nota la caja en la axila. La siente. Intenta no rozarla con el brazo. Está sudando. Tiembla.
16.00 horas. Llega a su casa. Ordena a la mujer de servicio que llame a su hermano y a su hijo. Él, mientras tanto, sube al piso de arriba. Quiere lavarse la cara, cambiarse de ropa. Entra en el lavabo. Delante del espejo, se quita poco a poco la camisa.
Ahí está. La cajita. En su axila. Abre el grifo. En el momento de agacharse para lavarse la cara, en un movimiento involuntario un trocito de esparadrapo se le engancha en el brazo y hace que la cajita se mueva. Oye un clic. Es lo último que oye.
Después, una fuerte explosión. Rápidamente, sube la mujer de servicio. El escenario es estremecedor: las paredes, llenas de sangre y vísceras. Los intestinos sobre el suelo, junto a la parte inferior del cuerpo. Los brazos mutilados, junto a la cabeza destrozada.
1 de julio de 1977. Han pasado dos meses desde el trágico atentado. Carles, el que le puso la bomba, es detenido junto a Montse, Àlvar y Josep Lluís. El joven Carles. Un chaval.
Cinco meses después fue puesto en libertad por la Ley de Amnistía. Y dos meses después, volvió a cometer un idéntico asesinato: esta vez fue el exalcalde de Barcelona, Joaquín Viola, y su esposa. La bomba le explotó tan solo ponérsela y el matrimonio murió en el acto.
Carles huyó a Francia, pero en 1985 fue detenido en Puigcerdá. Ese mismo año fue condenado a 48 años de prisión por el asesinato de José María Bultó y por pertenencia a banda armada. Fue absuelto de los otros dos asesinatos por falta de pruebas. Fue liberado en 1996.
Este es Carles. Carles Sastre. Secretario general del sindicato independentista CSC. Militante de la CUP (ha formado parte de su candidatura en las últimas elecciones). Lo pasean por teles, radios y periódicos.
Hasta el presidente Torra se hace fotos con él. En TV3 lo presentan como “patriota” y “gran reserva” del independentismo.
Recordad: los intestinos en el suelo. Los brazos mutilados junto a la cabeza destrozada. Las vísceras en las paredes. El cuerpo despedazado de José María Bultó.
En su memoria. La de José María Bultó, la de Joaquín Viola y la de Montserrat Tarragona, asesinados vilmente por el grupo terrorista EPOCA, germen de Terra Lliure. Los asesinos de ayer son los patriotas de hoy.
(El relato contiene detalles de ficción que en nada afectan a la exposición principal de los hechos.)
Algunas notas del Capitán
- Observese que la Ley de Amnistia llevó a que otros ciudadanos inocentes pagasen con su vida el desatino de los políticos. Liberación por narices, asesinato de dos personas.
- Esta persona es ahora entrevistada en la TV pública catalana.
- Recibido por las autoridades. En la foto con el presidente de la Generalitat.
- Con estos mimbres quieren construir un país el obispo de Solsona, Xavier Novell, y el nuevo Arzobispo de Tarragona, el profanador Joan Planellas. Por cierto, el obispo de Solsona fue otro “pequeñísimo error” de Benedicto XVI, porque antes de Francisco todo funcionaba como un tiro. Del segundo, daremos las gracias a Francisco otro día.
- Lo dicho, es suficiente una anécdota para reflejar la indigencia moral en la que ha caído un país.
- Foto de Joaquín Viola y Monserrat Tarragona.
- Cumplamos el deseo de la familia, una oración por su alma y por la de todas las víctimas del terrorismo.