“Estamos en crisis y frente a una ruptura que quizás es incluso más profunda que la Reforma, y en el comienzo de un tsunami espiritual e histórico”, ha afirmado en el curso de una convención en la Facultad de Teología de Münster el obispo de Essen y adalid de la Iglesia ‘renovada’ alemana, Franz-Joseph Overbeck. La amenaza es bastante evidente.
El ‘tsunami’ lo espera Overbeck, sobre todo, del “proceso sinodal” que, según anunció en marzo su presidente, el cardenal Reinhard Marx, iniciará la Conferencia Episcopal Alemana para revisar “con carácter vinculante” un amplio abanico de cuestiones relativas, sobre todo, a la moral sexual de la Iglesia, desde la licitud de las relaciones homosexuales y la cohabitación no matrimonial a la ordenación de las mujeres. Overbeck dice confiar en que de esta revisión salgan resultados “concretos”, so pena de que la Iglesia caiga en una “completa irrelevancia”.
Overbeck quiere que se “desarrolle” la doctrina de la Iglesia que, dice, necesita admitir sistemáticamente los nuevos descubrimientos “sociales y humano-científicos”. Todos sabemos exactamente lo que quiere decir toda esta jerga, ¿verdad? Una revisión, sí, a la baja. También pideOverbeck que se deje de centrar tantos esfuerzos en asegurar la “identidad interna de la Iglesia”, lo que parece casar maravillosamente con ese Cristo que, según dijo el Papa ante la asamblea de Caritas, prefiere que avancemos sin tener las cosas del todo claras.
Overbeck también pone sus esperanzas reformadoras en el Sínodo de la Amazonía que se celebrará en Roma el próximo octubre, del que dijo al órgano de la CEA en Internet, Katholische.de, a principios de este mes que revisará desde la estructura jerárquica de la Iglesia a su doctrina moral con respecto a la sexualidad, pasando por la naturaleza misma del sacerdocio y el papel de la mujer dentro de la Iglesia. “Nada volverá a ser igual” en la Iglesia después de este sínodo, dijo, que habrá de representar una “ruptura”.
Lo sorprendente de estos progresistas que parecen ser el elemento dominante de la Iglesia alemana es que no miren, teniéndolos tan cerca, a sus ‘hermanos’ luteranos. Porque las reformas que buscan aplicar en la Iglesia las aplicaron hace ya tiempo los protestantes, desencadenando una crisis aún peor, y es decir mucho, que la que sufre allí la Iglesia católica. Si hay un modo seguro de asegurar para la Iglesia la “completa irrelevancia” es convirtiéndola en una absurda copia desleída y ritual de las modas ideológicas del momento.
La gente suele preferir el original a la copia, y cualquiera que haya asistido regularmente a una misa ‘modernista’ al uso habrá comprobado que la única razón para soportar esa tortura hecha de banalidades es confiar en que sigue siendo válida la Sagrada Eucaristía que garantiza una Iglesia que no cambia con los vientos de la modernidad.
Carlos Esteban