En su reunión con los jesuitas rumanos, Su Santidad arremetió contra la casuística, una modalidad que suele asociarse, precisamente, a los jesuitas. Y hoy conocemos el Instrumentum laboris del Sínodo de la Amazonía, que propone precisamente una forma típica de casuística.
La casuística se ha posesionado de la pastoral católica bajo el pontificado de Francisco, caracterizado más que ningún otro por ese “discernimiento caso por caso”, por ese primar la excepción y relativizar la norma del que durante siglos se ha acusado, con justicia o sin ella, precisamente a los jesuitas.
¿Pueden comulgar los divorciados que se han vuelto a casar sin anular su primer matrimonio y viven ‘more uxorio’ con la segunda mujer? Pues habrá que ver, con acompañamiento, caso por caso. ¿Y los luteranos cónyuges de fieles católicos? Exactamente igual, con el acompañamiento del sacerdote de que se trate. Todo es el caso concreto, pura moral de situación.
Pero, sorprendentemente, el propio Francisco arremetió contra la casuística en uno de eso encuentros con correligionarios jesuitas, donde se le ve especialmente cómodo, rodeado por un público que va a entenderle y al que le entiende. En el caso al que nos referimos, en la última de estas reuniones, en su reciente viaje a Rumanía. Allí les dijo: “El peligro en el que corremos el riesgo de caer será siempre la casuística”.
Y hoy nos enteramos de un nuevo ‘caso’ para la casuística, de la mano del Instrumentum laboris del Sínodo de la Amazonia que, como todos sabíamos y se había comentado hasta la saciedad, plantea la posibilidad de ordenar a varones casados. Caso por caso, naturalmente; excepcionalmente, ya se sabe.
Lo primero que salta a la vista, lo inocultable, es que del mismo modo que se convocó un Sínodo de la Juventud para ‘colar’ la sinodalidad, de la que apenas se había hablado en él, aquí se va a tomar al Amazonas como mero pretexto para introducir innovaciones que demandan muy lejos de ahí, a orillas de otro río, el Rin.
Lo que se busca en el Sínodo de la Amazonía tiene muy poco o nada que ver con las necesidades pastorales de los indígenas. Antes de acusarme de conspiracionista, pregúntense: ¿qué tienen los habitantes de esta zona que justifique un sínodo de la Iglesia Universal? La población indígena de esa vastísima región no supera con mucho el millón de almas. En nuestro tiempo, la cuna desde la que el cristianismo se dispersó por todo el planeta está perdiendo fieles en una sangría multitudinaria, que supera con mucho la población que baña el río Amazonas. Se cierran y venden numerosas iglesias, monasterios, seminarios en el antaño Occidente cristiano, que se ha convertido verdaderamente en ‘tierra de misión’. Solo en España, la diferencia entre quienes fueron cristianos de niños y lo son de mayores supera los 12 millones de personas.
Esta hemorragia de fieles, sin embargo, no preocupa al Papa. Lo dejó meridianamente claro cuando se discutía el destino de los bienes eclesiales que tenían que ponerse en venta. Era algo, dijo, que no debía alarmarnos. ¿Por qué debe, entonces, alarmarnos la evangelización de un número mucho menor de indígenas?
La respuesta es, precisamente, la casuística. El caso amazónico, con sus difíciles e inexistente comunicaciones y vastas distancias es el escenario ideal para justificar ese viejo anhelo del ‘ala progresista’ de la clerecía occidental: los curas casados.
El Instrumentum laboris plantea ordenar a “ancianos, preferentemente indígenas”, que sean “respetados” y tengan una “familia establecida y estable”; mejor que dejar a “las comunidades” sin la Eucaristía, “se deberían cambiar los criterios de selección y preparación de los ministros autorizados para celebrarla”.
Bueno, son casos muy específicos, y el propio Francisco dijo en una de sus ruedas de prensa aéreas que preferiría morir antes de condonar la abolición del celibato sacerdotal. Pero de este modo puede aprobarlo por la puerta de atrás, solo en casos muy excepcionales que, si los precedentes y el conocimiento de la naturaleza humana sirven para algo, se irán ampliando hasta que, en la práctica, el celibato sea meramente opcional en los sacerdotes.
Carlos Esteban