Giacomo Dalla Torre, Gran Maestre de la Soberana Orden de Malta, ha decretado en una nota que las misas de la orden deben celebrarse según el rito aprobado por Pablo VI y no según el rito tradicional, también llamado extraordinario.
“Así he decidido, como supremo garante de la cohesión y comunión de la Orden de San Juan de Jerusalén, de la que la Providencia me hizo Gran Maestro, que de ahora en adelante todas las ceremonias litúrgicas dentro de nuestra Orden deben celebrarse según el rito ordinario de la Iglesia (rito de San Pablo VI) y no según el rito extraordinario (rito Tridentino)”, se lee en la carta del Gran Maestre, Giacomo Dalla Torre, remitida a todos los Caballeros. “Esta decisión se aplica a todas las celebraciones litúrgicas oficiales tales como investiduras, misas durante peregrinaciones, misas conmemorativas, así como a todas las fiestas y solemnidades de la Orden”.El rito tridentino vivió una situación anómala y provisional desde la aprobación por Pablo VI del Novus Ordo Missae hasta la promulgación por Benedicto XVI del motu proprio Summorum Pontificum, en el que se recordaba la validez perpetua de la llamada Misa de San Pío V y decretaba que ésta podría celebrarse libremente sin necesidad de solicitar al ordinario un permiso especial.
Pero los nuevos aires de renovación que soplan en la cúpula eclesial no son demasiado favorables a esa nueva libertad decretada por Benedicto XVI, y la carta del Gran Maestre es la última prueba. Dalla Torre no explica las razones de esta prohibición; hace meramente una referencia a la necesaria “comunión” entre los miembros de la Orden, aunque no aclara por qué la comunión de marras exige un único rito o, en tal caso, por qué elegir, siendo ambos igual de válidos, el rito Novus Ordo.
Uno podría pensar que una congregación de nuevo cuño haría bien en optar por el rito común a la mayoría, e incluso una orden de vieja data que quisiera renovarse y dejar atrás lo que podría considerar -erróneamente- reliquias de tiempos pasados y formalidades que se compadecen mal con los nuevos vientos renovadores que llegan de Roma.
Pero querer hacer otro tanto con la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, fundada en Jerusalén en el Siglo XI para dar albergue a los peregrinos en Tierra Santa. Con semejante carisma fundacional, por no hablar del hecho mismo de tener en el siglo XXI una orden que mantiene una soberanía análoga a la de un Estado y que mantiene la parafernalia caballeresca de su origen, quizá lo más prudente sería no forzar una actualización que, en buena lógica, debería llevarles a su disolución, siendo, como son, varios siglos más antiguos aún que el propio rito
tridentino.
Carlos Esteban