A condición de que no le rompa ningún hueso, los varones podrán golpear a sus esposas para disciplinarlas en caso de rebeldía, ha decretado el Gran Imán de Al Azhar, tenido por autoridad máxima del Islam suní, que firmó con el Papa en Abu Dhabi el célebre Pacto por la Paz interreligioso.
De pocos viajes ha vuelto tan satisfecho el Santo Padre como del que le llevó a los Emiratos Árabes a principios de este año, de donde volvió con un Documento sobre la Fraternidad Humana firmado con la supuesta máxima autoridad del Islam suní, el Gran Imán de la Mezquita del Al Azhar, Ahmad Al-Tayyib.
De hecho, Su Santidad dedicó su primera alocución en Roma a su vuelta de Abu Dhabi a subrayar la importancia de este pacto interreligioso, que envió en seguida a todas las instituciones educativas católicas y del que sus más fervorosos admiradores dijeron que se estudiaría durante muchas décadas en el futuro. En él se venían a subrayar lo que de común tienen ambas religiones, aunque hubiera que admitir afirmaciones tan dudosas para el historiador como que “las religiones no incitan nunca a la guerra”.
El islam, religión sin clero sacramental, mucho menos un pontífice, es una fe con una estructura ética que a menudo choca fuertemente con la visión occidental, no meramente cristiana. Pero, para tranquilidad de los lectores del pacto, se nos dijo que Al Azhar representaba al islam suní y que, como podía comprobarse en el propio texto fraternal que firmaba, era de tendencia ‘moderada’.
Al Azhar no representa al islam suní, no en el sentido en que el Papa representa la doctrina de la fe católica. Es simplemente, en una religión sin un centro doctrinal, la que se tiene comúnmente como la institución más prestigiosa, sin que eso vincule necesariamente a un solo musulmán.
Pero es que Al Tayyib no ha resultado tan moderado como quisieran verlo los entusiastas del acuerdo. En su día, hace algo más de tres años, ya tuvo que admitir que la pena de muerte es lo prescrito contra quien apostata de la fe islámica. Y por si alguien pudiera pensar que de entonces acá se ha “moderado”, nos enteramos hoy mismo que ha declarado que los esposos pueden golpear a sus mujeres para corregirlas según lo estipula el Corán.
Lo que quizá el Santo Padre no tuvo en cuenta o pasó por alto es que, por alta que sea la autoridad moral de Al Tayyib o de cualquier otro Gran Imán, es absolutamente nula comparada con la que su fe confiere al Corán, palabra increada de Alá hasta el último signo diacrítico, y a los ahadith aceptados.
El Gran Imán lo ha dejado claro al referirse a unos versículos de la «la sura de las mujeres» del Corán. «Los hombres están al cargo de las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos sobre otros. (…) Las habrá que sean rectas, obedientes y que guarden, cuando no las vean, aquello que Alá manda guardar. Pero aquellas cuya rebeldía temáis, amonestadlas, no os acostéis con ellas, pegadles; pero si os obedecen, no busquéis ningún medio contra ellas».
Así lo ha resaltado Al Tayyib en unas declaraciones que sólo desde fuera se pueden considerar ‘polémicas’: «Los textos del Corán y las disposiciones de la legislación islámica son válidos en todo momento y lugar». Lo firmado con un sumo sacerdote infiel, en cambio, no lo son necesariamente.
Carlos Esteban