Tyler, en Texas, no es exactamente una diócesis de mucho peso en la Iglesia norteamericana, pero su titular, el obispo John Strickland, se está revelando como una de las voces más valientes -y discordantes- dentro del apacible consenso del episcopado gringo. Fue de los pocos que, al publicarse el explosivo Testimonio Viganò, salió a la palestra, no para condenar al ex nuncio, sino para declarar que tenía buena opinión de él, que el texto le parecía creíble y de que debería dársele una respuesta convincente desde Roma.
Desde entonces, todas sus declaraciones han sido de este tenor. En esta misma asamblea empezó por pedir que se solicitara a Roma la apertura de los archivos relativos al defenestrado cardenal Theodore McCarrick para aclarar de una vez ese espinoso asunto, lo que provocó una gélida y desabrida respuesta de uno de los ‘pupilos’ de McCarrick, el cardenal Joseph ‘Joe’ Tobin, arzobispo de Newark.
Y ahora ha exigido, ha vuelto al estrado de la asamblea para apoyar la moción de su colega Jefferson City, Shawn McKnight, en el sentido de que sea obligatorio implicar a los laicos en la investigación de obispos sospechosos de abusos sexuales o de encubrimiento de los mismos.
La asamblea ya había aprobado tres documentos relativos a medidas para combatir esta lacra, pero ninguna de las tres prevé la implicación de los laicos, algo que el de Tyler considera esencial. Strickland recordó a sus hermanos en el episcopado que la Conferencia ya cuenta con dos organismos asesores formados exclusivamente por laicos, el Consejo Asesor Nacional y la Oficina de Revisión Nacional, añadiendo: “Querría animar a que sigamos sus firmes recomendaciones y apoyemos sus esfuerzos para sacar a la luz las cuestiones del escándalo McCarrick tan plenamente como sea posible, y como ha dicho el obispo McKnight, necesitamos ese aspecto obligatorio de la implicación de los laicos”.
Carlos Esteban