Una serie de ‘entidades cristianas’ han emitido un duro comunicado en el que denuncian «las políticas xenófobas y racistas promovidas por VOX» e invitan a las fuerzas políticas madrileñas a «buscar un acuerdo que nos proteja a todos» de la ultraderecha».
Quiero brindar a los lectores una fórmula que, siendo cierta, se hace cada día más urgente en el debate público: si, en el curso de una discusión, su interlocutor le responde calificándole con algún término de nuevo cuño terminado en “-fobo”, sepan que no les están replicando con un argumento, sino reconociéndoles implícitamente que no lo tienen. Es un modo de callarles, avergonzándoles, descalificando de entrada todo lo que puedan argumentar como “no racional”.
“Fobia” es una categoría clínica, descriptiva de una patología por lo común leve, que implica “miedo u odio irracional” hacia la realidad de que se trate. Por eso, el uso de estas palabras no es inocente; están diciendo con ellas que contradecir su postura no es meramente erróneo, sino enfermizo; que quienquiera que les lleve la contraria es, simplemente, un enfermo mental que no podría discurrir de otra manera porque actúa por pulsiones irracionales. Es, en definitiva, la negación absoluta de todo diálogo y, en un cristiano, el acto menos caritativo que puede desplegar en una discusión.
‘Xenofobia’ significaría, literalmente, “miedo u odio irracionales a lo extranjero”, pero luego se aplicaría a políticas tan universales y antiguas que habría que condenar a casi toda la humanidad como afectada por tal condición psiquiátrica, lo que es perfectamente absurdo. Basta, en realidad, tener una preferencia por lo propio -un rasgo tan natural y universal que puede observarse en cualquier época o lugar- para merecer de los globalistas el calificativo de ‘xenófobo’. Esto, naturalmente, funciona en esta burbujita masoquista, suicida y torturada por la culpa que es Occidente; trate de llamar ‘xenófobo’ a un chino o a un indio, y sabrá de qué le estoy hablando.
La Iglesia, Maestra de Humanidad, lo sabe, y siempre ha respaldado el derecho de los Estados a controlar sus fronteras y decidir quién entra y quién no, y en qué condiciones; los últimos en tratar sobre este asunto fueron, precisamente, los dos pontífices anteriores a Francisco, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Que no deban existir fronteras -es decir, que no deban existir Estados- es una posición radical, con consecuencias fácilmente predecibles de caos y anulación de identidades y culturas, pero, por lo demás, perfectamente respetable. Cuando se defiende leal y abiertamente, claro. Pero casi nunca es el caso.
Por ejemplo, ¿qué alegan estas ‘entidades cristianas’ que alarman contra la ‘ultraderecha’ como no han hecho jamás contra la ultraizquierda, que es precisamente la ideología que ha llenado sus filas de mártires? Leemos: «La hospitalidad no se puede perseguir ni criminalizar, y quien intente hacerlo está remando contra la Declaración de los Derechos Humanos, está remando contra los principios básicos de cualquier sociedad que pretenda reconocerse como democrática».
¿En serio? Para que una sociedad -‘cualquier’ sociedad- sea ‘democrática’ (¿un nuevo valor evangélico, quizá?), ¿tiene que proteger y hacer inmune a quien se salta la ley? ¿Contemplan estas ‘entidades cristianas’ que un defraudador a Hacienda pida asilo -‘hospitalidad’- en una iglesia y de esta forma quede libre de persecución, o de lo contrario la sociedad “no podría reconocerse como democrática”? ¿Probamos a entrar por la ventana del hogar de uno de los firmantes de este comunicado, para comprobar su ‘grado de hospitalidad’?
Porque lo de Vox no es en absoluto nuevo, anómalo o raro; en realidad, es llamar la atención sobre, y tratar de solucionar, una situación nueva, anómala y rara, a saber: el hecho de que los países, incluida España, tengan un proceso reglado para entrar en ellos y que se pueda ignorar sin que eso tenga consecuencia alguna. Entonces, ¿para qué tener leyes? ¿No es discriminar contra quienes pasan los engorrosos trámites para residir en España; no es un modo de decir que la manera más directa de lograrlo es arriesgando un naufragio fatal en el Mediterráneo y poniéndose en manos de las mafias?
Dice el comunicado que «las personas migrantes, todas, mayores y menores no están fuera de la ley, no son delincuentes, por mucho que el partido VOX intente trasladar a la ilegalidad a nuestras vecinos y vecinas inmigrante”. ¿Cómo pueden no estar fuera de la ley si se han saltado la ley? Una cosa es presionar para que no exista la ley, es decir, para que no exista frontera; pero, mientras exista, claro que la hay, y claro que ignorarla es ilegal, exactamente igual que si yo dejo de presentar mi declaración sobre la Renta -lo que he tenido que hacer recientemente-, estoy seguro que con el aplauso de estas ‘entidades cristianas’, que se quedan con un pico de lo que gano, y de los inmigrantes ilegales, que también se benefician de ello.
Estos colectivos son irrelevantes, o lo serían si no fueran con la corriente del ‘pensamiento único’ del progresismo mundial, un movimiento apoyado activamente por, quién se lo iba a decir a estos samaritanos, la banca internacional, las multinacionales, buena parte de los gobiernos y los grandes medios de comunicación, y si no se hubiera subido al mismo carro de un tiempo a esta parte una jerarquía eclesiástica que, pese a las llamadas a la descentralización y la sinodalidad, no mueven un músculo hasta que Roma da la señal, incluso en lo patentemente ideológico.
Este es el comunicado emitido por estas entidades:
Comunicado Contra Propuesta… by on Scribd
Carlos Esteban