El Arzobispado de Santiago informa de la renuncia, aceptada por Su Santidad, de su obispo auxiliar Carlos Eugenio Irarrázaval Errázuriz, antes de cumplirse un mes de su nombramiento.
La pregunta obvia es si renunció realmente o ‘le renunciaron’, y todo parece apuntar a lo segundo. El comunicado oficial de la Archidiócesis de Santiago de Chile dice que la decisión tomada por Carlos Irarrázaval, obispo auxiliar desde el pasado 22 de mayo, de renunciar a su dignidad “ha sido fruto de un diálogo y de un discernimiento conjunto, en el cual el Papa Francisco ha valorado el espíritu de fe y humildad del presbítero, en favor de la unidad y bien de la Iglesia que peregrina en Chile”. El Papa ha aceptado la renuncia.
Pero esto, que puede valer para la habitual opacidad informativa de los medios eclesiales, requiere una explicación más concreta y menos florida para la prensa secular. Y, así, la agencia Europa Press hace referencia a medios chilenos según los cuales Irarrázaval hizo unas declaraciones en entrevista con la cadena norteamericana CNN que se han juzgado muy poco afortunadas, por decir poco.
Irarrázaval aparece en ella señalando que la cultura judía es machista, añadiendo: «Si ves a un judío caminando por la calle, la mujer va diez pasos atrás, pero Jesucristo rompe ese esquema. Jesucristo conversa con las mujeres, conversa con las adúlteras, con las samaritanas, Jesucristo deja que ellas lo cuiden, hay quienes también lo siguen. ¿A quién le pidió que anunciara la resurrección? A la Magdalena, una mujer». Uno.
Y dos, en esa misma entrevista, opiniones poco ‘actualizadas’ sobre el papel de la mujer que han desatado las iras de las feministas. «Es cierto que en la Última Cena no había ninguna mujer sentada en la mesa y eso tenemos que respetarlo también. Jesucristo tomó opciones y no lo hizo ideológicamente, no son ideológicas y nosotros queremos ser fieles a Jesucristo», añadió. Y cuando el entrevistador insiste en consultarle sobre el papel de la mujer en la Iglesia, señala que “quizás a ellas mismas les gusta estar en la trastienda, puede ser”.
Que la última frase sea, quizá, interpretable en un sentido peyorativo es perfectamente posible; que justifique la renuncia de un obispo nombrado por Su Santidad hace menos de un mes, un hombre que, como sacerdote, ha logrado pacificar y curar heridas en la misma parroquia que profanó el pedófilo Padre Karadima, es dudoso.
Más en una Iglesia en la que brilla y prospera un obispo como el de Chicago, cardenal Blase Cupich, que acaba de decir que negar la comunión a políticos abiertamente abortistas es “contraproducente”, sin atender siquiera a la obviedad de que se evita un sacrilegio.
Carlos Esteban