Roma es llamada la ciudad eterna. Su historia se pierde en los orígenes de la civilización humana que se identifica con la cultura dominante hoy en el mundo. Europa fue romanizada y América en una transposición de la cultura romana. El cristianismo ha estado unido a una gran parte de la historia de esta ciudad. En estos momentos vemos un degrado increíble de la ciudad más bella del mundo que nadie parece ser capaz de detener. Para colmo de males hoy hemos sentido un pequeño temblor que desata todos los miedos en una Italia especialmente herida por lo últimos terremotos. Roma languidece ante la indiferencia de propios y extraños. Los turistas sufren con paciencia la suciedad y los crecientes malos olores. Sus calles se llenan de pobres y delincuentes que sobreviven de la limosna, del atraco y la extorsión. Sus bellas noches se convierten en horas llenas de peligros que invitan a protegerse. Cuando una sociedad se degrada lo hace en su conjunto. El esplendor de la roma barroca se debe a un renacimiento cultural y religioso, hoy son tiempos de degrado y de muerte.
Las órdenes religiosas se están extinguiendo. El Papa Francisco habla a los hermanos menores de predicar la paz y contener la hemorragia del abandono. El problema no es el abandono, quedan tan pocos y tan ancianos que los abandonos, por muchos que quieran ser, son casi imposibles. Asistimos a una desaparición por defunción. Es una realidad que vivimos en la inmensa mayoría de la Europa rural, hace un tiempo se podía hablar de abandono , hoy ya no, es simplemente la muerte de los últimos. La edad media de vida se ha alargado en los últimos decenios y esto está alargando una agonía que solo puede terminar en la puerta cerrada. La renovación en la iglesia nunca ha venido por la aceptación de las modas del momento. La verdadera renovación es cuando hay nuevas y pujantes vocaciones que hacen vida el mensaje del evangelio en el tiempo presente. Todo lo demás es un mundo virtual que no existe. Hoy recogen la noticia de la supresión de una orden religiosa francesa porque rezan demasiado, parece que han denunciado civilmente al Vaticano por la supresión. Seguimos con los franciscanos de la Inmaculada intervenidos y su fundador en una especie de arresto domiciliario. Y podemos continuar la serie de despropósitos que apuntan todos en la misma dirección. Las órdenes religiosas tradicionales desaparecen y las que continúan o nacen tiene una marcada tendencia, digamos, demasiado católica que no gusta mucho en los nuevos tiempos.
Una escuela de jesuitas en Estados Unidos se niega a expulsar a un profesor públicamente homosexual y el obispo le quita el apellido de católica. Hoy ya son muchas las escuelas y colegios de religiosos y religiosas que no tienen ni un solo miembro de la orden en sus plantillas. La denominación de católico es más una inercia del pasado que una realidad del presente. Esperemos que Martel no tenga mucha razón en su visión del Vaticano porque el título de católico estaría en muy serio peligro.
Nos siguen invitando a un diálogo sin ningún contenido pero que se ve impedido por el proselitismo. Los primeros apóstoles se dedicaron a ir por todo el mundo predicando el evangelio y haciendo prosélitos. Dejando a un lado la palabrita, San Juan Bautista tendría la cabeza en su sitio si hubiera sido más dialogante y hubiera tratado a Herodes como un separado recuperando una nueva estabilidad emocional en su vida. Incluso en los angustiosos días de la pasión el mismo Jesucristo no estaba demasiado dialogante.
El hermano de Emanuela Orlandi sigue con su lucha en busca de la verdad. El obispo de la bicicleta, monseñor Lajudice pide la objeción de conciencia para las cosas de Salvini y sus leyes sobre la inmigración. Paolo Sorrentino retira una escena demasiado futbolera de los próximos capítulos de ‘The Young Pope’. Cada vez más cristianos se piensan que si ayudar a la iglesia en sus necesidades es colaborar en lo que estamos viendo, es mejor pensar en destinar sus dineros a cosas más sensatas, como pueden ser las monjas que rezan.
«Porque la mano del Señor estaba con él.»
Buena lectura.
Specola