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jueves, 4 de julio de 2019

China viola el acuerdo. Un obispo se rebela (Sandro Magister)

Hay una noticia importante en las “Orientaciones” que la Santa Sede dio el 28 de junio a los obispos y sacerdotes chinos respecto a la obligación de firmar un acta de registro civil, “bajo pena de la imposibilidad de obrar pastoralmente”.
La noticia corre el velo sobre un punto clave del hasta ahora secreto “Acuerdo provisorio”, respecto al nombramiento de obispos, firmado entre la Santa Sede y Pequín el pasado 22 de setiembre.
Ahora, por las “Orientaciones” sabemos que en este acuerdo China comunista “ha reconocido” por primera vez “el rol peculiar del sucesor de Pedro”. De aquí deriva que la “independencia” de la Iglesia Católica china de todo poder extranjero, elemento hasta ahora irrenunciable para las autoridades de Pequín, no debe ser entendida ya “en sentido absoluto, es decir, como separación del Papa y de la Iglesia universal”, sino en un sentido “referido sólo a la esfera política”.
Pero los hechos – sabemos también por las “Orientaciones” – no corresponden tampoco a esta concepción, porque “casi siempre” sacerdotes y obispos siguen siendo obligados a firmar documentos en los que “el principio de independencia, autonomía y autoadministración de la Iglesia en China” es confirmado en términos absolutos, “a pesar del compromiso asumido por las autoridades chinas de respetar también la doctrina católica”.
Este es el motivo por el que en la carta a los católicos chinos del 2007 – hasta ahora la “carta magna” de la Iglesia Católica en China – Benedicto XVI definía como “inconciliables con la doctrina católica” los principios inspiradores de la Asociación Patriótica de los Católicos chinos, el órgano de control del régimen, al que estaba obligado a inscribirse todo aquél que quería salir de la clandestinidad.
Pero ahora, para la Santa Sede la inscripción a la Asociación Patriótica – o a otra equivalente – ya no se excluye en absoluto, con tal que se la acompañe con una certificación concomitante de observancia de la doctrina católica, hecha por escrito o “también sólo verbalmente si es posible con la presencia de un testigo”, y en todo caso informando al propio obispo de la “intención” con la que se firmó el acta.
A juicio, entonces, de estas mismas “Orientaciones”, las relaciones entre la Santa Sede y China siguen siendo muy difíciles. A pesar de que Roma haga de todo para allanar o evitar los contrastes, la realidad de los hechos sigue siendo “casi siempre” en perjuicio de los católicos chinos. Al punto que observadores de probada competencia como los padres Sergio Ticozzi y Bernardo Cervellera, del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, no han dudado en definir como “un poco teórico y optimista” el paso adelante dado por Roma con la publicación de las “Orientaciones” y en denunciar como totalmente fuera de lugar los aplausos profusos el 19 de junio del “Global Times” – órgano oficial en idioma inglés del Partido Comunista – a tres “primeras veces” del Vaticano en Pequín, como si fueran la prueba de un entendimiento magnífico: una muestra de los Museos Vaticanos, una entusiasta conferencia “sobre el papa Francisco y su visión” del jesuita Bernard Vermander y otra conferencia hiper optimista sobre las relaciones entre China y la Santa Sede pronunciada por el padre Antonio Spadaro, director de “La Civiltà Cattolica” e íntimo del papa Francisco, publicada de nuevo el 27 de junio en “L’Osservatore Romano”.
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Si después se quiere entrar en el núcleo del problema, se pueden citar dos casos emblemáticos.
El primero es un documento publicado íntegramente el 25 de junio por “Asia News”. Proviene de Fujian y tiene por título: “Carta de compromiso para los responsables de los lugares de culto y para las personas consagradas”. Su firma es obligatoria para ejercer el ministerio de párroco, bajo pena de ser arrojados de nuevo a la clandestinidad. Y lo mismo vale para las personas consagradas, las religiosas.
Entre las obligaciones impuestas por este documento están las de “prohibir el ingreso a la iglesia a los menores de edad” y de “no organizar cursos de formación para los menores de edad”, es decir, ni siquiera el catecismo a los niños en los locales parroquiales.
Está también la obligación de cortar toda relación con hermanos de la fe católica en el exterior y de rechazar invitaciones a congresos o entrevistas. Mientras que ni siquiera en la propia casa se permite exponer imágenes sagradas, cantar himnos y poner en red comentarios de carácter religioso.
Documentos análogos están en vigencia en Henan, en Hubei y en Zhejiang.
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El segundo caso es el de la diócesis de Mindong, también en Fujian, y de sus dos obispos.
Hasta el 2018 el único obispo de Mindong reconocido por Roma – pero no por Pequín – era Vincenzo Guo Xijin, continuamente vejado por las autoridades chinas, que por el contrario habían incardinado en la misma diócesis al excomulgado Vincenzo Zhan Silu, hombre del régimen, vicepresidente tanto de la Asociación Patriótica como de la seudo conferencia episcopal que reúne sólo a los obispos nombrados por el gobierno, además de miembro de la Conferencia política consultiva del pueblo chino.
Pero cuando el 22 de setiembre del 2018 Roma y Pequín firmaron el acuerdo arriba citado, el papa Francisco revocó la excomunión de Zhan, le asignó el gobierno de la diócesis y rebajó a Guo como su obispo auxiliar.
Pero a su vez Guo no es reconocido como obispo por las autoridades chinas si no después que haya puesto su firma en un documento que exige de él no sólo obediencia al nuevo obispo titular, sino sobre todo sometimiento a las leyes del país y adhesión a los principios de “independencia” y a la Asociación Patriótica.
Guo resiste. Reconoce obediencia al obispo y sumisión a las leyes. Pero se niega a adherir a los principios de “independencia” y a la Asociación Patriótica. Las autoridades chinas le permiten celebrar públicamente los ritos de Semana Santa, prohibidos a él hasta pocos días antes, pero no quieren que se sepa qué ha firmado y qué no. Más bien difunden su adhesión a la Asociación Patriótica para inducir también a los sacerdotes de la diócesis a hacer lo mismo.
Entonces Guo se rebela. Para reivindicar la libertad para sí y para sus sacerdotes, envía a las autoridades una carta en la que escribe:
“El gobierno ha decidido perseguir a los sacerdotes que se niegan a firmar la adhesión a la Asociación Patriótica. Si no están en condiciones de protegerlos, no vale la pena que yo sea reconocido como obispo auxiliar. Estoy dispuesto a afrontar la persecución junto a los otros sacerdotes”.
La retorsión es inmediata. Las autoridades gubernamentales impiden a Guo presidir el 28 de junio la profesión religiosa de algunas hermanas del Sagrado Corazón. Y él reacciona no participando, al día siguiente, en la Misa de Dedicación de la nueva catedral de Mindong, construida con dinero del gobierno.
Explica su gesto en una breve carta a los sacerdotes de la diócesis, publicada íntegramente por “Asia News”, en la que escribe:
“He decidido no presentarme en la ceremonia ni siquiera ni me venían a llevar con el palanquín. Soy un hombre y no un mono que acompaña todos los deseos de los demás. Tenía pensado no contar nada, pero algunos hermanos me han dicho que todos tienen el derecho de conocer la verdad”.
Y Mindong era la diócesis que para los partidarios del acuerdo entre Roma y Pequín debía obrar como “proyecto piloto” para la nueva Iglesia china…
Sandro Magister