Lambert ha muerto en un hospital después de ser privado de la alimentación por orden de un juez. A esto estamos llegando. Somos capaces de legislar condenas que hacen temblar para proteger los huevos de una cigüeña y dejamos morir a un ser humano, tan persona como un señor migrante por lo menos, simplemente porque un juez decide que es una vida inútil. Si medimos la vida del ser humano por su utilidad nos veríamos obligados a suprimir a los niños, a los enfermos, a los ancianos y a … vete a saber hasta dónde.
Estamos en una sociedad que se descompone y esto no hay quién lo pare. El problema, como ha señalado con fuerza el cardenal Muller, no es que caemos en la herejía sino que estamos cayendo en la estupidez absoluta. En el pasado se consideraba que herejes sólo podían ser los varones porque eran los destinados a su pesar; y las pobres mujeres sólo podían ser brujas.
Son muchos los que piensan que estamos entrando en un periodo de apostasía y de herejías sin fin, pero ante lo que nos enfrentamos es a una profunda y universal estupidez.
Leer los últimos documentos emanados por los órganos vaticanos, incluso con firma del Papa Francisco, como su máxima autoridad, produce en la mayoría de personas, humanas y algunas más, una profunda pereza. Se puede estar de acuerdo, o no, con cualquier cosa, pero lo que no es de recibo es caer en una argumentación de encefalograma plano que deja sin palabras. Tantos puentes, muros, iglesias en salida, puertas abiertas, diálogos, tolerancias cero, amazonias, pampas, periferias, arco iris, calentamientos y , pueden sumar las mandangas que deseen, da una pereza intelectual sin límites. El mal se destruye a sí mismo pero la estupidez nace ya muerta y sólo puede servir para el humor y la ironía como única respuesta humana a tanto desatino.
Hoy están llenos los periódicos, y no digamos los programas de televisión en horarios de máxima audiencia, de la noticia de la apertura de las dos tumbas del campo santo teutónico en donde se presumía que se podía encontrar el cadáver de Emanuela Orlandi. En Italia es el caso de desaparición más conocido y famoso. Lo que ha sucedido ayer es otro signo de la ciudad sin ley en que se ha convertido el Vaticano. Se ordena, con argumentos desconocidos, abrir una sepultura. Como parece que nada es serio ni fiable, por si acaso, se ordena abrir dos, con el sólido argumento de que están cerca. En teoría debían estar ocupadas por dos princesas del siglo XIX que , según las lápidas, esperaban en el teutónico la resurrección. Por razones desconocidas y sorprendentes las princesas no están y no se sabe qué ha sucedido con sus restos mortales. Ahora estamos no ante una desaparecida sino ante tres, dos de ellas post morten y que, por tanto, ya no eran semovientes, lo que exige por su propia naturaleza la complicidad de los vivos o una intervención sobrenatural que adelante la resurrección de la carne.
Muchas preguntas y pocas respuestas. Veremos cómo evoluciona todo esto pero apunta a que se complicará mucho más. Cuando le preguntaron a Juan XXIII cuántos trabajaban en Vaticano respondió con seguridad que ‘más o menos la mitad’. Han pasado algunos decenios y hoy el problema no es solamente que trabaja la mitad sino la chapuza general en la que vivimos todos los días, que hace añorar aquellos tiempos. Lo sucedido en el Teutónico es impensable en el rincón más profundo del planeta.
La Soberana Orden de Malta sigue sufriendo un profundo desorden. No acaban de superar la crisis de autoridad y siguen con un cáncer interno que, por ahora, se ha ocultado pero no solucionado.
Se dice, son esas cosas que se suelen atribuir a Julio Cesar o a Napoleón, que antes de declarar una guerra hay que despedir a los inútiles de tu ejercito porque, en caso contrario, la derrota es segura. Veremos hasta cuándo seguimos alimentando todos los días a los medios de comunicación con un torrente de estupideces.
Muchas gracias de nuevo a Paco Pepe por invitar a la lectura de nuestra Specola de ayer.
«…el que persevere hasta el final se salvará.»
Buena lectura.
La Soberana Orden de Malta sigue sufriendo un profundo desorden. No acaban de superar la crisis de autoridad y siguen con un cáncer interno que, por ahora, se ha ocultado pero no solucionado.
Se dice, son esas cosas que se suelen atribuir a Julio Cesar o a Napoleón, que antes de declarar una guerra hay que despedir a los inútiles de tu ejercito porque, en caso contrario, la derrota es segura. Veremos hasta cuándo seguimos alimentando todos los días a los medios de comunicación con un torrente de estupideces.
Muchas gracias de nuevo a Paco Pepe por invitar a la lectura de nuestra Specola de ayer.
«…el que persevere hasta el final se salvará.»
Buena lectura.
SPECOLA