Empezamos el caluroso mes de julio. Roma entra en los calores del verano y los que se lo pueden permitir huyen a las amables playas del Tirreno o se encaraman por las frescas colinas de los Castelli. En otros tiempos la corte pontificia se trasladaba a la tranquila villa de verano de Castelgandolfo hoy el aire acondicionado ha cambiado las milenarias costumbres y la corte se encierra en un frigorífico. Los aires vienen muy calientes y parecen llegar de todos los puntos cardinales hasta la atrincherada curia romana que da la sensación de que ha entrado en estado de shock perpetuo.
El espectro del cisma sigue tendiendo su sombra sobre una debilitada iglesia católica en Europa, porque de cisma europeo hablamos, que puede arrastrar a otros continentes. Su centro de atención está en Alemania. Muchos de los presuntos problemas puestos por los obispos alemanes sobre la mesa ya se están viviendo en las parroquias alemanas, la línea roja hace tiempo que se ha rebasado. Llevamos tiempo eligiendo obispos conciliadores intentado mantener unido lo que ya no lo está. Para muchos católicos alemanes, y el problema está extendido por latitudes más sureñas, cambiar de parroquia es un cambio de religión. En América están habituados a convivir con cientos de sectas de raíz cristiana y se parte de un pueblo que mantiene la fe. En Europa nos enfrentamos a una enorme apostasía que está llevando a una sociedad profundamente indiferente. La dirección que está tomando la iglesia en Alemania y en toda Europa es de una adaptación a la indiferencia generalizada que la está llevando a su destrucción. Basta visitar los llamados centros de espiritualidad, en lo que se han convertido muchos antiguos noviciados y seminarios, para darse cuenta que de católico en ellos queda muy poco y lo poco que queda se esconde con vergüenza. Estamos ante una iglesia que ha perdido su identidad y se encamina a pasos decididos hacia el abismo.
El mundo Vaticano ha entrado en esta espiral de autodestrucción que cada día es más evidente. Hay un nerviosismo manifiesto a todo lo que no se controla. Bannon, el ideólogo de Trump, hace públicas peligrosos encuentros con los considerados cabecillas de la resistencia. En el aparente silencio de la calurosa Roma siempre las cosas se mueven. Todo parece muerto pero no es así. Son tiempos de reuniones discretas y de frases sin final. Tiempos de miradas y gestos que dicen más que muchos discursos. La sensación es que el Papa Francisco pretende dar una de cal y otra de arena intentado contener el rio desbocado en que nos encontramos.
Tenemos un libro sobre intervenciones de Papa Benedicto y Papa Francisco sobre los abusos intentando demostrar una inmensa unidad.
El párrafo referido al degrado de Roma del ángelus de la fiesta de San Pedro y San Pablo, patronos de Roma, escrito y publicado, pero nunca pronunciado sigue provocando comentarios. Al Papa Francisco le gusta la actual alcaldesa de la ciudad y la intenta apoyar, el degrado de Roma es más que evidente y la imposibilidad de su gobierno de controlar la situación, ocultarla no soluciona nada y el mal olor la sigue inundando.
La llamada ecología integral está entrando por la puerta grande en los palacios vaticanos, un signo más de la perdida del sentido de la orientación que estamos viviendo.
El Papa Francisco es uno de los mayores críticos del actual presidente de los Estados Unidos, hoy tenemos una alabanza a su gesto de conciliación en la visita a Corea del Norte. Vemos que, como con Salvini en Italia, las cosas están cambiando, y el que se negaba a estrechar manos indeseables está ya discerniendo otra cosa.
Se intenta recuperar la dañada imagen del limosnero después de su aguerrida intervención como electricista mayor del reino.
En Argentina, los curas villeros, se quejan de la manipulación con fines políticos que se hace del Papa Francisco. Las simpatías del Papa Francisco por la Kirchsner, de evidente origen alemán, son públicas y notorias. No estaría de más una aclaración del interesado porque lo que se ve, es lo que se ve, y admite pocas interpretaciones.
Una de las víctimas de los abusos del nuncio en Francia, que lo sigue siendo, pide al Papa Francisco que le quite la inmunidad diplomática para que pueda responder ante la justicia. Tenemos en Francia el precedente de Ladaira en el caso Barbarin y nos tememos que, también en este caso, se protegerá al nuncio. No podemos olvidar que la inmunidad está para defender la libertad del papa y de la iglesia y no para proteger delitos. En el Vaticano hay mucho miedo a sentar precedentes que pueden llevar a una presencia continua de inmunes ante los tribunales. Todo tiene un límite y la inmunidad en estos casos se entiende muy mal.
Tenemos la traducción al italiano de la última entrevista del cardenal Muller en donde no se priva de nada y habla con la claridad que lo está caracterizando en sus intervenciones. También Muller es alemán.
«En atención a los diez, no la destruiré.»
Buena lectura
SPECOLA