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miércoles, 3 de julio de 2019

La reforma de la Curia da al Papa un poder casi sin precedentes (Carlos Esteban)



La tan esperada reforma de la Curia Romana, cuya promulgación llevará con toda probabilidad el título de Praedicate Evangelium, se ha vendido como el triunfo de la colegialidad y la subsidiaridad. En realidad, argumenta Ed Condon en CNA, supone una brutal centralización del poder en la Secretaría de Estado.

“El preábulo de Praedicate Evangelium habla mucho de colegialidad y subsidiaridad”, reconoce el canonista Ed Condon en un análisis de la reforma de la Curia publicado en la Catholic News Agency (CNA). “Pero es simplemente la centralización total del poder en la oficina del secretario de Estado”.

Han pasado seis años preparándola. En términos políticos -inapropiados, lo sé-, podría decirse que era la reforma para la que se había elegido a Francisco, la de una estructura de poder en el Vaticano, en el vértice de la Iglesia, que resultaba anticuada, inoperante, confusa y corrupta. A tal fin se constituyó el consejo de cardenales, ese que solía designarse con una C y el número de miembros que tuviera en cada momento y que ha ido cambiando por retiradas más o menos escandalosas.

Finalmente la semana pasada el secretario del C6, Marcello Semeraro, anunció el borrador del documento Praedicate Evangelium que habría de contener las líneas maestras de la nueva estructura.

Lo que más ha llamado quizá la atención de los comentaristas es la creación de un megadicasterio de Evangelización que estaría por encima, en rango, del habitual Número Uno, Doctrina de la Fe, así como la apertura a que haya laicos presidiendo estos ‘ministerios’ que son los dicasterios y las congregaciones.

Después del Sínodo de la Juventud, que se reveló en el último minuto como el Sínodo de la Sinodalidad, y de todos los pronunciamientos en ese sentido de la cúpula vaticana durante el presente pontificado, se suponía que el sistema traería una nunca vista dispersión del poder eclesial y, de hecho, es así como se ha presentado universalmente.

No tan deprisa, advierte Condon. Uno de los detalles significativos es que todos los organismos de poder vaticanos pasan a llamarse ‘dicasterios’. Todos, salvo uno: la Secretaría de Estado. Y esto es más que una simple coincidencia.

Para Condon, el cambio más drástico y significativo de la reforma es que, desde ahora y en la práctica, los departamentos curiales pierden la capacidad de actuar con la autoridad papal delegada de forma estable y sin necesidad de hacerse explícita, como era el caso hasta ahora. Por el contrario, el borrador especifica que un departamento curial “no puede emitir leyes o decretos generales con fuerza de ley ni puede desviarse de las prescripciones de la ley universal”, salvo excepciones “específicamente aprobadas por el Sumo Pontífice”. Además, se estipula que el prefecto de cada dicasterio no puede ocuparse de “ningún asunto importante, infrecuente y extraordinario” hasta que ha consultado la cuestión con el Papa y recibido su aprobación.

A efectos jurídicos, esto supone que el Papa debe aprobar personalmente toda decisión autorizada procedente de cualquier departamento curial, lo que coloca en la persona del Papa un poder casi sin precedentes.

Carlos Esteban