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martes, 9 de julio de 2019

Sínodo del Amazonia


Esta época de la historia de la Iglesia será vista por las siguientes generaciones como una de la etapas más dolorosas para la vida de la Iglesia. No solo por los ataques que sufre desde dentro y desde fuera sino por la pasividad de aquellos llamados a defenderla y a dar su vida por ella. Obispos, cardenales, sacerdotes y fieles prefieran vivir en una especie de zona de confort que amortigüe el profundo dolor que supone ver a la Esposa de Cristo ultrajada y desfigurada. Son los que en el camino del calvario miraban a Cristo como si ese acontecimiento que marcaría la historia del mundo para siempre, no tuviera nada que ver con ellos.
Ante este sínodo que quieren celebrar y ante el que el cardenal BrandMüller, uno de los firmantes de la dubia ha calificado al documento preparatorio como apóstata, no son pocos quienes le han acompañado denunciando el ataque orquestado que va a tener lugar al sacerdocio y en consecuencia a la eucaristía.
Empiezo citando al padre Iraburu:
Pero afirmar que la religiosidad azteca alcanza «las máximas alturas a que ha podido llegar la mente humana en su reflexión sobre Dios» es, más que una exageración enorme, una gran falsedad. Un Dios que necesita continuamente el sacrificio de miles y miles de hombres, para sostener con sangre humana la vida y el orden cósmico, queda muy por debajo del «dios» de Aristóteles y de tantos otros «dioses» paganos.
También es inadmisible decir que el pensamiento azteca sobre Dios «podría equipararse –y superar– al pensamiento europeo de su época», es decir, el de la Iglesia de Cristo. Igualmente, la afirmación de que en los aztecas «su idea de Dios era tan o más cristiana que la de sus evangelizadores» es error y herejía. Lo mismo que afirmar que el monismo múltiple del Dios mexicano «contradice tanto y tan poco al principio monoteístico como la Trinidad cristiana». Tampoco podemos creer que aquellos sacrificios humanos eran gratos a Dios. Enseña Jesucristo a los judíos: el diablo «es homicida desde el principio… Cuando dice mentiras, habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,43-44). Los que se equivocan completamente son los historiadores y teólogos que exacerban el indigenismo llevándolo al extremo de graves errores.
–No podemos menos de recordar aquí las descripciones alucinantes que de esos ritos sangrientos hacen los primeros misioneros de México. El franciscano Motolinía, que tanto quería a aquellos indios, a quienes entregó toda su vida, describe el navajón que abría el pecho de las víctimas, la extracción del corazón, los cuerpos rodando hacia abajo por las gradas del teocali, las comidas festivas de las carnes victimadas (canibalismo sagrado), el desollamiento de los sacrificados, las danzas rituales de los que se revestían de sus pieles, sangre y más sangre por todos lados… (Historia de los Indios de Nueva España I,6). Y también los soldados de Cortés, como Bernal Díaz del Castillo, quedan horrorizados al ver tanta sangre en el teocali de Tenochtitlán –la gran pirámide truncada de la actual ciudad de México–, viendo todo «tan bañado y negro de costras de sangre, que todo hedía muy malamente» (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España 92).
También Luis Fernando de infocatólica:
“De hecho, y aunque es probable que metan en un avión y trasladen a Roma a unos cuantos para hacer el paripé, ¿cuántos indígenas creen ustedes que saben lo que es un sínodo, lo que es Roma y lo que es todo el show que se está montando en torno a ellos? Que les pregunten a los “Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Boras, Awajún y  Wampís”, a ver qué responden, 
No hay mayor explotación que negar a un alma el camino de la salvación. Y quien pudiendo misionar se dedica solo a realizar una actividad social, por muy buena que sea, está traicionando a Cristo, que murió en la cruz también por los pecados de los indígenas.
Que Dios nos libre de los hipócritas,farsantes y apóstatas que quieren valerse de las necesidades de los indígenas para introducir a la Iglesia por el camino del error y de la traición a su Tradición.”
También en clave irónica escribe Pedro Luis LLera:
Yo lanzo una propuesta. No me parece coherente que un sínodo sobre la Amazonia se celebre en Roma. Ese planteamiento me parece eurocéntrico y neocolonial. Y no sé si una reunión tan multitudinaria en Roma será sostenible. Y además, contaminaría. Contaminaría mucho. 
Yo propongo que los participantes en el Sínodo sobre la Amazonia viajen a la selva. Así, durante unos meses, podrán inculturarse y disfrutar de ese paraíso, de ese Edén, de esas culturas, de ese espacio del “buen vivir” que camina hacia la “loma santa”, hacia esa tierra sin males, donde los nativos y la naturaleza viven en armonía como nuestros primeros padres antes del pecado original. Hay que procurar que cada participante en el Sínodo tengan la oportunidad de vivir unos días en armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo, en una inter-comunicación entre todo el cosmos, en donde no hay excluyentes ni excluidos, y que entre todos puedan forjar un proyecto de vida plena. No podemos privarles de esa experiencia vital única. Y para poder tener esa experiencia, no basta con que vayan a Roma cuatro indígenas vestidos con taparrabos y penachos de plumas en la cabeza. Es mejor ir a visitarlos in situ.”
Y también José Antonio Ureta habla de las raíces podridas que alimentan este arbol de apostasía:
“Pero, en realidad, es trágico. Porque lo que se quiere es presentar el estilo de vida primitivo y pagano de los indígenas amazónicos como un modelo de relacionamiento con la naturaleza, con los semejantes y con Dios. Me hace recordar el título profético de un libro de Plinio Corrêa de Oliveira, escrito en 1977: “Tribalismo Indígena: Ideal comunista- misionero para el Brasil del siglo XXI”.
Lo que cuarenta años atrás eran fantasmagorías salidas de la cabeza afiebrada de misioneros apasionados por la “inculturación” y de algunos teólogos de la liberación en búsqueda de un sucedáneo del castrismo, se transformó en el programa oficial de una Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos con base en una encíclica papal: la Laudato Sì.”
Pueden ustedes seguir investigando los numerosos artículos en blogs americanos tradicionalistas. Querer cerrar los ojos ante estos abusos es la actitud que han tomado muchos católicos a nuestro alrededor. Son los mismos que reclaman y se manifiestan ante la subida de impuestos o ante la eliminación de subvenciones a los colegios o a los recortes de los seguros médicos. Parece ser que lo único que les duele es el bolsillo. Y es que no se puede servir a dos señores .
Lo que está ocurriendo en la Iglesia clama al cielo.