En la audiencia de hoy el Papa Francisco nos ha recomendado que no hablemos de e-migrantes o de in-migrantes, debemos hablar de ‘personas migrantes’. Es la ocurrencia buenista de hoy.
Los problemas de fondo son tan serios que no podemos tomarnos las cosas a broma. En la prensa italiana y en la televisión nos acostamos cada día con más escándalos que rodean al Vaticano y sus instituciones. Es el cuento de nunca acabar y se está llegando a una situación de saturación increíble. Ayer, en horario de máxima audiencia, nos teníamos que tragar un nuevo capítulo de ‘le Iene’ con temas gravísimos que afectan al estado Vaticano. La respuesta siempre es el silencio, como si la cosa no fuera con ellos.
El descrédito inmerecido de la Iglesia por toda está basura empieza a ser insoportable. El Papa Francisco habla de limpiar, limpiar, limpiar pero el qué y hasta cuándo. El mundo de lo políticamente correcto llega a cabrear con sus indefiniciones y contrariedades. Ahí tenemos a las ‘personas migrantes’ y terminaremos todos locos por no poder entendernos queriendo fabricar un lenguaje a medida de no se sabe qué intereses.
La iglesia tiene que cambiar pero nadie dice si todo, poco, o nada y en qué y cuándo.
Los chinos son maravillosos y tenemos arrestos de obispos en medio de un cómplice silencio oficial vaticano que clama al cielo. Los musulmanes son pacifistas y mejor no recordar los miles de cristianos asesinados en los últimos años.
Estos días se nos ha vendido la reforma de la ley Vaticana sobre los abusos como el no va más y como el ejemplo para el mundo mundial. En emigración, o en lo que hace referencia a las personas migrantes, el Vaticano tiene la ley perfecta. Todo lo que el Papa Francisco critica a los demás lo tiene en grado de excelencia en su propia casa.
Alguien habló hace tiempo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, pues algo así está pasando. En el Vaticano no hay concertinas, pero tenemos los muros más famosos del mundo. Ya quisiera Estados Unidos construir algo así. Si los ponemos en Ceuta no hacen falta concertinas porque no pasan ni los malos vientos. Inmigrantes, o mejor personas migrantes, en el territorio Vaticano no hay ni una, ni por descuido. Si a alguien se le ocurre echar una siesta en los jardines es inmediatamente expulsado a territorio italiano sin contemplaciones. Si la legislación actualmente en vigor, en el estado del que el Papa Francisco es su monarca absoluto, se aplicara en el resto del mundo se terminarían las personas migrantes en una tarde.
En la aburrida entrevista papal concedida a una televisión española el Papa Francisco confesó que las negociaciones en Venezuela habían existido y habían fracasado. Hoy tenemos de la noticia de un nuevo intento de mediación en Santa Marta con los bandos en guerra en Sudan del Sur. Las noticias hablan de que harán un retiro, pero por ahora las cosas se ven muy negras.
Al Papa Francisco le gusta el sexo, o al menos nos dice que es cosa buenísima. En esta confusión general que vivimos no llegamos a entender si es bueno siempre, en algunas ocasiones, o vete a saber.
Si unimos esta afirmación genérica a que la Iglesia debe cambiar, pues ya tenemos la combinación perfecta y que cada uno saque sus conclusiones.
Por otro lado, recomienda a los jóvenes que sean revolucionarios y se casen. Tal como están las cosas hace falta mucho valor mas que espíritu revolucionario. Parece que ya no gusta mucho la tradicional condena al mundo, al demonio y a la carne.
Lo triste es que Dios y sus cosas son los grandes olvidados, un lamentable olvido que pagaremos muy caro. El Camino, la Verdad y la Vida está donde está.
SPECOLA