Alessandro Gisotti, portavoz interino de la Santa Sede, anuncia: “Con motivo del VI aniversario de su visita a Lampedusa, el lunes 8 de julio, el Santo Padre Francisco celebrará una Misa por los Migrantes, a las 11.00, en la Basílica de San Pedro. Participarán alrededor de 250 personas entre migrantes, refugiados y aquellos que se han comprometido para salvar sus vidas”.
Los que “se han comprometido para salvar vidas” son las ONG que actúan como servicios de ferry, poniéndose de acuerdo con los traficantes de personas que extraen fortunas de estos subsaharianos deseosos de una vida mejor en Europa, atraídos a menudo por un espejismo, como señala en cardenal guineano Robert Sarah, que algo sabe de África.
De hecho, el servicio funciona tan bien que multiplica los embarques, multiplicando con ello la cantidad de balsas que se lanzan al mar y, con ello, la probabilidad de esas muertes en el mar que todos convierten el ‘leit motiv’ de la demanda de apertura de fronteras cuando, como se ha cansado de repetir el Gobierno italiano, desanimar el desembarco es lo que reduce las muertes en el mar.
Pero da igual, las muertes dan igual, las vidas de los subsaharianos dan igual, la situación de los países africanos que pierden a su población más dinámica es igual, y lo que importa es el efecto ideológico y la sustitución demográfica y la imagen y el buenismo, para poder hacerse eternamente la foto de la acogida.
“En la Misa, presidida por el Papa en el Altar de la Cátedra, estarán presentes solo las personas invitadas por la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, al cual el Santo Padre ha confiado la preparación del evento”.
¿Qué significa ‘desarrollo humano integral’? ¿Qué tiene que ver con el mensaje evangélico?
“La Misa será transmitida en directo por Vatican Media, pero no está prevista la presencia de periodistas en la Basílica. El Santo Padre desea que este sea lo más posible un momento de recogimiento, en recuerdo de todos los que han perdido la vida escapando de la guerra y la miseria y para alentar a aquellos que, cada día, se esfuerzan en sostener, acompañar y acoger a migrantes y refugiados”.
Estos a quienes quiere “alentar” el Papa son los mismos a los que el Gobierno italiano considera infractores de la ley, de su ley nacional, de la legislación aprobada por unas autoridades legítimamente elegidas en urnas y con una acción que apoya una mayoría holgada del pueblo italiano, y muy especialmente los católicos practicantes.
¿Realmente es labor de Su Santidad ‘alentar’ a los que el Estado que le rodea por todas partes y en cuya vida política opina e influye continuamente considera delincuentes? Cuando Su Santidad alaba a estas ONG y condena contundente a los traficantes de personas, ¿cómo piensa que actúan los primeros, sino en connivencia y acuerdo con los segundos? ¿Cuánto tiempo tendremos que soportar los católicos este constante pronunciamiento político por parte del Vicario de Cristo, del que esperamos exactamente lo que nos niega, que confirme a sus hermanos en la fe?
Carlos Esteban