Para Viganó esto es coherente con la aberrante Declaración de Abu Dhabi de Francisco, que alega que “Dios quiere todas las religiones”.
Viganó observa que Francisco practicó personalmente el culto a la Pachamama en los jardines del Vaticano, en la Basílica de San Pedro y durante la Misa de clausura del Sínodo, colocando una planta idolátrica sobre el altar.
Llama a este espectáculo de la Pachamama “un rito iniciático de la nueva religión” para alinear a la Iglesia con estrategias antihumanas y anticristianas que dominan la escena globalista y son respaldadas por los que están en el poder.
Según Viganò, está en curso un “plan satánico” para cambiar la religión católica, y Francisco “sirve como pasarela para transportar lo que permanece del edificio católico hacia una Religión universal sin distinciones” y a un “Panteón mundial y apátrida”.