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sábado, 28 de marzo de 2020

¿COMO SALDREMOS DE ESTA CRISIS? (I) (Capitán Ryder)



 
Es una pregunta recurrente entre periodistas, filósofos y hombres de Iglesia estos días.

Muchos de ellos deslizan o manifiestan abiertamente la idea de que «es un grito de la naturaleza», una especie de venganza de la Tierra.

Ésta es la respuesta que dan muchos pastores empezando por el propio Papa.

Ligada a esta idea, necesariamente, va la negación de que se pueda tratar de un castigo Divino. En la Iglesia moderna esta posibilidad nunca forma parte de la ecuación.

De ahí que en este pontificado, por ejemplo, no se exhorte a la conversión - alguna vez se ha hecho de manera retórica - salvo la «ecológica». El único pecado que habría que dejar atrás sería éste. En el resto «la Iglesia hospital de campaña» realizará un «acompañamiento» en el que nunca se planteará ninguna exigencia clara de cambio de vida.

Así, por ejemplo, con motivo del coronavirus decía el Cardenal Cristóbal López Romero, Arzobispo de Rabat:
«no se debe pensar que el coronavirus es un castigo de Dios, sería una blasfemia».
«No hagamos a Dios responsable de lo que es nuestra responsabilidad, nuestra forma de vida, nuestra forma de actuar. Volvamos a Dios en la oración para pedirle que nos libere de este flagelo, pero asumiendo nuestras responsabilidades».
El Papa Francisco lo planteaba de modo más directo en la entrevista con Jordi, como llama cariñosamente a quien constantemente se burla de los católicos:
«Dios perdona siempre. Nosotros perdonamos de vez en cuando. La naturaleza no perdona nunca. Los incendios, los terremotos…la naturaleza está pataleando para que nos hagamos cargo del cuidado de la naturaleza».
Y a la pregunta, ¿Es usted optimista? respondió con el conjunto de lugares comunes marca de la casa:
«Es una palabra que no me gusta, porque el optimismo me suena a maquillaje. Yo tengo esperanza en la humanidad, en los hombres y en las mujeres, tengo esperanza en los pueblos. Tengo mucha esperanza. Los pueblos que van a tomar de esta crisis enseñanzas para repensar sus vidas. Vamos a salir mejores, menos, por supuesto. Muchos van a quedar en el camino y es duro. Pero tengo fe: vamos a salir mejores».
Unas manifestaciones, no son las únicas estos días, de personas ligadas a la Iglesia, que muestran la nadería intelectual y, sobre todo, espiritual en la que se mueve el catolicismo.

Este pensamiento se desmontaría con una única pregunta:
¿Cómo explican la epidemia de peste negra que en sus cálculos más optimistas dejó por el camino un tercio de la población en Europa? ¿Alguna afrenta especial realizada a las ratas o las pulgas ligadas a éstas, que eran los agentes transmisores? ¿demasiado CO2 en una época en la que sólo se usaba la leña? ¿no reciclaban lo suficiente?
Es simplemente ridículo.

Pero dejando un planteamiento, digamos, en el plano de la lógica, me interesa mucho los mensajes que lanza sobre la Fe.

Para sostener la idea de que Dios no castiga nunca (dan igual los pecados de los hombres) hay que pasar casi por encima de la totalidad de la Biblia: el diluvio, Sodoma y Gomorra, los Salmos que nos hablan de un «Dios celoso» «al que sólo a él adorarás y darás culto» o las palabras del propio Jesús camino del calvario. En este último caso tomemos lo que dice Charles Journet:
La primera palabra es relatada por San Lucas. Jesús, poco antes de ser puesto en la Cruz, hizo entrever el abismo de la injusticia de los hombres. Los castigos que ésta desencadena son espantosos. «Le seguía una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por Él. Vuelto a ellas, Jesús dijo: ¡Hijas de Jerusalén!, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque vendrán días en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron!”. Entonces dirán a los montes: “Caed sobre nosotros”; y a los collados: “Ocultadnos”; porque si esto se hace con el leño verde, con el seco, ¿qué será?» (Lc 23, 27-31).
Pero además, la idea tiene un contrasentido total porque lo que se afirma indirectamente es que si Dios castigase sería un Dios cruel, nada misericordioso, pero si es la naturaleza a la que le imputa la situación actual, en este caso, sería una naturaleza sabia, que se revuelve ante los pecados de los hombres con toda la razón del mundo. 

¿Cabe mayor despropósito? El mismo supuesto castigo sería purificador en el caso de la naturaleza y absolutamente cruel en el caso de Dios.

Esta idea, entre otras, explica las profanaciones constantes de muchos hombres de Iglesia en las décadas pasadas: conciertos de rock en Iglesias, comidas, instalación de urinarios, encuentros ecuménicos, etc. Cualquier cosa tiene que ser soportada por Dios sin rechistar. Otra cosa es el hombre moderno o la naturaleza a quienes cualquier arañazo tiene que ser necesariamente vengado.

El segundo párrafo de Francisco tampoco tiene ninguna base católica, más bien al contrario. Podía haber sido dicho por cualquier político de la actualidad. Una esperanza en salir mejor de la crisis sin volver la mirada a Dios, sin la Gracia Santificante. Simplemente, porque sí, como si el hombre no estuviese herido por el pecado original. Como si fuese suficiente tropezar en una piedra para aprender.

Aquí también la historia le desmiente.

Por eso, a la pregunta de ¿cómo vamos a salir de esta crisis? Parece claro que no lo haremos con mejor teología que la que entramos.

Capitán Ryder

NOTA: No sé si es un castigo o no, pero se me ocurren pocas sociedades más apóstatas que ésta. No sólo eso, que hagan gala, en su vida diaria, de la constante burla a Dios. Se podrían poner mil ejemplos. Pero, según la teología moderna, esto no es motivo de castigo; otra cosa es no reciclar la basura en, al menos, cuatro cubos distintos.