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viernes, 20 de marzo de 2020

Coronavirus. Dos pastores de Iglesia, dos estilos. Comparando sus palabras


 
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El mismo día del miércoles 18 de marzo, el papa Francisco y el cardenal Camillo Ruini han dado a conocer dos entrevistas sobre la aparición del coronavirus.

El Papa con Paolo Rodari para “la Repubblica”, el diario fundado por Eugenio Scalfari.

El cardenal Ruini en “TG2 Post”, la conversación en profundidad conducida por Manuela Moreno, que sigue las noticias diarias vespertinas de la RAI 2.

A continuación publicamos las transcripciones de las dos entrevistas. Para que los lectores las comparen.



EL PAPA: “NO DESPERDICIES ESTOS DÍAS DIFÍCILES”


CIUDAD DEL VATICANO – “En estos días difíciles podemos volver a descubrir aquellos pequeños gestos concretos de proximidad hacia las personas más cercanas a nosotros, una caricia a nuestros abuelos, un beso a nuestros hijos, a las personas que amamos. Son gestos importantes, decisivos. Si sabemos vivir así estos días no se desperdiciarán".

El Papa Francisco vive estos días en el Vaticano siguiendo de cerca las noticias sobre la emergencia del coronavirus. Hace dos días fue a rezar a Santa María Maggiore y a la iglesia de San Marcello al Corso. Hoy le cuenta a Repubblica lo que le están enseñando estos días.

P. – Santo Padre, ¿qué pidió cuando fue a rezar a las dos iglesias romanas?

R. – Le pedí al Señor que detuviera la epidemia: Señor, detenla con tu mano. Recé por esto.

P. – ¿Cómo podemos vivir estos días para que no se desperdicien?

"Debemos redescubrir lo concreto de las pequeñas cosas, de los pequeños cuidados que hay que tener hacia nuestros allegados, la familia, los amigos. Comprender que en las pequeñas cosas está nuestro tesoro. Hay gestos mínimos, que a veces se pierden en el anonimato de la vida cotidiana, gestos de ternura, de afecto, de compasión que, sin embargo, son decisivos, importantes. Por ejemplo, un plato caliente, una caricia, un abrazo, una llamada telefónica... Son gestos familiares de atención a los detalles de cada día que hacen que la vida tenga sentido y que haya comunión y comunicación entre nosotros.

P. – ¿No solemos vivir así?

R. – A veces sólo vivimos una comunicación virtual entre nosotros. En cambio, deberíamos descubrir una nueva cercanía. Una relación concreta hecha de cuidados y paciencia. Muy a menudo las familias, en casa, comen juntas en un gran silencio, pero no es para escucharse mejor unos a otros, sino más bien porque los padres ven la televisión mientras comen, y sus hijos están concentrados en sus teléfonos móviles. Parecen unos monjes aislados unos de otros. Así no hay comunicación; en cambio, escucharnos es importante porque entendemos los problemas de cada uno, sus necesidades, esfuerzos, deseos. Hay un lenguaje hecho de gestos concretos que debe ser salvaguardado. En mi opinión, el dolor de estos días debe abrirnos a lo concreto.

P. – Hay mucha gente que ha perdido a sus seres queridos, mientras muchos otros están luchando al frente para salvar otras vidas. ¿Qué quiere decirles?

R. – Agradezco a los que se dedican de esta manera a los demás. Son un ejemplo de esta sensibilidad hacia lo concreto. Y pido que todos estén cerca de aquellos que han perdido a sus seres queridos y traten de estar cerca de ellos de todas las maneras posibles. El consuelo debe ser ahora el compromiso de todos. En este sentido me impresionó mucho el artículo escrito en Repubblica por Fabio Fazio sobre las cosas que está aprendiendo estos días.

P. – ¿Qué le ha impresionado en particular?

R. – Muchos pasajes, pero en general el hecho de que nuestro comportamiento siempre afecta a la vida de los demás. Tiene razón, por ejemplo, cuando dice: "Se ha hecho evidente que los que no pagan impuestos no sólo cometen un delito, sino un crimen: si faltan camas y aparatos de respiración, también es culpa suya". Esto me impresionó mucho.

P. – ¿Cómo puede vivir con esperanza frente a estos días alguien que no cree?

R. – Todos somos hijos de Dios y estamos bajo su mirada. Incluso aquellos que aún no han encontrado a Dios, aquellos que no tienen el don de la fe, pueden encontrar ahí su camino, en las cosas buenas en las que creen: pueden encontrar la fuerza en el amor a sus hijos, a su familia, a sus hermanos y hermanas. Uno puede decir: "No puedo rezar porque no soy creyente”. Pero al mismo tiempo, sin embargo, puede creer en el amor de la gente que le rodea y encontrar allí la esperanza.

(Traducción de Luis E. Moriones)

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RUINI: “CRISTO RESUCITADO ES NUESTRA GRAN ESPERANZA”

P. – Cardenal, en esta emergencia Italia quizás ha redescubierto también los pequeños tesoros que están escondidos dentro de nuestras casas. ¿Es así?

R. – Sí, creo que este momento verdaderamente trágico nos lleva a redescubrir la importancia de la relación con Dios y, en consecuencia, de la oración. Yo al menos lo vivo así: un momento en el cual me confío con todo el corazón al Señor y a su misericordia.

P. – ¿Pero cómo podemos hacer para qué este momento dramático se transforme en un recurso, en un redescubrimiento también de nuestra humanidad, de nuestros sentimientos y de la ayuda mutua?

R. – Creo que este momento nos impulsa a la solidaridad. Todos comprendemos que estamos en la misma barca, que debemos buscar ayudarnos el uno al otro, porque ésta es una cuestión de vida o muerte. Y aquí de nuevo la fe puede sernos de gran ayuda, porque la fe nos dice precisamente esto, que todos somos hermanos, hijos de un único Padre que vela por nosotros. Debemos creer en esto, creer que no estamos solos, no solamente porque hay otras personas con nosotros, sino también porque frente a la muerte el cristiano sabe que la muerte no tiene la última palabra. Es necesario también decir esto, porque cuando se habla de centenares de muertos, y naturalmente de tantas personas que pierden a sus seres queridos, este interrogante se plantea inevitablemente: ¿con la muerte se termina todo? ¿O la muerte es un tránsito, doloroso y dramático, pero hacia la vida? Es por esto que Cristo resucitado es nuestra gran esperanza, es el punto de referencia. ¡Aferrémonos a él! ¡Creamos en él!

P. – Muchos fieles en este momento están también un poco desorientados, porque para evitar el contagio no pueden ni siquiera encontrarse con Dios en una iglesia. ¿Cuál es el consuelo que podemos dar a quién en concreto no logra vivir su religiosidad y su fe en una iglesia?

R. – Creo que podemos encontrar a Dios en nuestra conciencia. Jesús ha dicho: cuando reces, enciérrate en tu habitación y reza. Las circunstancias externas son importantes, es cierto, es importante ir a la iglesia, pero sobre todo es importante la relación interior con Dios.

Quiero resaltar la importancia de la confianza. No debemos perder la confianza. Es verdad que de algún modo este coronavirus nos ha derrotado, por ahora. Pero es verdad también que el hombre sabrá vencer. Sabrá vencer a través de la solidaridad recíproca, ciertamente, pero también a través de su ingenio, el ingenio humano que viene de Dios y que nos hará encontrar también los remedios para el coronavirus. Sea una terapia, una vacuna o lo que sea, no sé cuándo acontecerá esto, pero estoy convencido que superaremos también al coronavirus, y por esto debemos tener confianza y pedir al Señor que nos haga emplear al máximo las capacidades que nos ha dado.

P. – Hemos visto el domingo pasado las imágenes del papa Francisco caminando por las calles desiertas de Roma, lo hemos visto rezar frente al Crucifijo de San Marcelo, en Santa María Mayor. Y hoy se ha publicado una entrevista en “la Repubblica”, en la que ha hablado del carácter concreto de las cosas pequeñas, de transformar este aislamiento para descubrir un tesoro. La exhortación estaba en el título: “No desperdicien estos días difíciles”. ¿Cómo se hace, cardenal?

R. – Estos días nos ofrecen espacios nuevos. Mientras estamos encerrados en casa, mientras debemos renunciar a nuestras actividades habituales, tenemos más tiempo para dedicarnos a otras cosas. Y una de éstas es ciertamente redescubrir las relaciones recíprocas, redescubrir nuestros afectos, nuestras amistades, los valores que nos mantienen unidos. Y como decía antes, en la misma línea se plantea el redescubrimiento de nuestra relación con el Señor. En consecuencia, de este modo podemos ciertamente poner en positivo, poner en valor también esas cosas que debemos sufrir para respetar las reglas y para combatir el coronavirus. Quiero decir también que es muy importante que, como dijo el Papa, cada uno de nosotros busque hacer todo lo que le es posible, que cada uno de nosotros sepa que es también responsabilidad suya. Cada hombre es libre, cada hombre es responsable. Debemos ser conscientes de esto y no dejarlo ir jamás. Lamentablemente hay aquí ejemplos muy negativos – debemos decirlo en esta circunstancia – de personas que se aprovechan del desastre para lucrar con cualquier ventaja económica personal irrisoria. Pero frente a esto hay muchos testimonios positivos: pensemos en los médicos, en los enfermeros, pero no sólo en ellos. Ahora bien, esto provoca también a nuestra libertad. Somos personas libres, podemos decidir conscientemente utilizar bien todas los recursos que tenemos, también en el sentido de la solidaridad y de la ayuda a quien tiene más necesidades que nosotros.

P. – Cardenal, muchas personas nos dejan a causa de este maldito virus y lo más triste es que se van en soledad. Con frecuencia no tienen ni siquiera la posibilidad de tener un funeral.

R. – Esto es verdaderamente muy triste: no poder estar cerca de los propios seres queridos que nos dejan. Esperamos que las personas que se encuentran allí – los médicos, los enfermeros – les digan una palabra buena, que a través de ellos sientan que no están abandonados. Y sobre todo quiero rezar al Señor que les haga sentir que Él está cerca y les espera, de la misma manera que el Padre espera a su propio hijo que vuelve a casa, como el padre de la parábola esperaba al hijo pródigo o como Abraham esperaba al pobre Lázaro que moría.

Sandro Magister