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sábado, 21 de marzo de 2020

Juan 13, 1


“La víspera de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiera amado a los suyos que estaban en este mundo, los amó hasta el fin.” (Jn. 13, 1)
En primer lugar, estaban a punto de celebrar la Pascua que era la fiesta judía conmemorativa de la liberación del pueblo de Israel de su cautiverio en Egipto. Jesús, con su muerte, estaba a punto de efectuar la liberación nuestra del cautiverio del pecado.

Jesús sabía lo que le venía encima. Veía con total claridad que estaba a un paso de la muerte. Esto nos muestra la conciencia clara que tenía Jesús de que le quedaba poco tiempo con sus discípulos y que todo lo que les va a decir desde aquí hasta el final tiene el tono de uno que sabe que se va… y que son éstas sus últimas palabras.

…hubiera amado a los suyos…” ¿Los suyos? Aquellos que su Padre le había confiado, y los que habían decidido responder ante esa llamada del Señor. Cómo y porqué el Padre elige, para nosotros es un misterio, pero lo que sí depende de nosotros es ser de los suyos porque respondemos a su llamada. La elección, el porqué me ha concedido a mí conocerlo y poderle amar, es algo que nunca entenderemos del todo en esta tierra. Tantos hay que no le conocen… Tan solo podemos intentar comprender el valor de tal regalo y hacer todo lo posible por no perderlo. No cabe mayor ofensa que despreciar este regalo se Él.

…los amó hasta el fin…” En el tiempo, por supuesto. Hasta el momento de su muerte, habiendo sufrido lo indecible por nosotros. No hay descansos en el amor del Señor, no hay que temer que se vaya a cansar de amarnos. Sí que “se cansará” algún día, pero no de amar, sino del pecado. No cabe en la boca del Señor las palabras, “Ya no te quiero”. Qué diferencia con la pequeñez del amor humano que no se fundamenta en el Amor De Dios.

Pero ama sin fin no sólo en el tiempo, en extensión, sino en intensidad también. El amor del Señor no conoce límites. No es mezquino para decir, “Hasta allí podemos llegar”. Nuestros defectos no restan de su amor; ni siquiera nuestros pecados. Y como nos dijo que habíamos de amar a los demás como Él no ha amado, nuestra manera de amar tiene que ser hasta el fin, tanto en el tiempo, como en intensidad.

Esto queda más patente en lo que se refiere al matrimonio, por ejemplo. Ni los pecados, ni las traiciones, ni las faltas de comprensión, ni la dureza de corazón pueden hacer que Él nos deje de amar hasta el último día de nuestra vida. De esta lección de cómo es el amor del Señor, hasta el fin, tenemos mucho, mucho, mucho que aprender.

Suficiente para hoy.

misatradicionalmurcia