Nadie puede obligarnos a recibir el cuerpo de Cristo de una manera en que exista el riesgo de que se pierdan partículas o se menoscabe la reverencia, como sucede cuando se recibe la Comunión en la mano. Aunque es cierto que se puede recibir directamente con la boca sobre un paño blanco pequeño y limpio (un purificador o corporal de pequeñas dimensiones), no siempre es factible, e incluso hay sacerdotes que se niegan a hacerlo.
En tales casos, lo mejor es hacer una comunión espiritual, que colma el alma de gracias especiales. Durante épocas de persecución, muchos católicos no han podido recibir la Sagrada Comunión de modo sacramental por periodos muy prolongados, pero hacían comuniones espirituales que les reportaban muchos beneficios espirituales.
No es más higiénico comulgar en la mano que en la boca. La verdad es que puede agravar el riesgo de contagio. Desde el punto de vista de la higiene, la mano contiene ingentes cantidades de bacterias. Las manos transmiten numerosos gérmenes patógenos. Ya sea al estrecharle la mano a alguien, al tocar constantemente diversos objetos, como manijas o tiradores de puertas, o al asirse de la barra del bus o del metro, los microbios pasan con facilidad de mano en mano, y luego la gente se lleva con frecuencia esas manos y dedos sucios a la nariz o la boca. No sólo eso; a veces los microbios pueden sobrevivir durante días en la superficie de objetos que se han tocado. Según un estudio publicado en 2006 en el boletín BMC Infectious Diseases, los virus de la gripe y otros semejantes pueden sobrevivir durante varios días en superficies como puertas, barandillas o barras del transporte público.
Muchos fieles que van a la iglesia y reciben la Comunión en la mano han tocado antes manillas de puertas o se han asido de la barra en el transporte público o de la baranda en una escalera. Llevan virus sobre la palma de la mano y los dedos, y luego durante la Misa se llevan esas mismas manos a la nariz o la boca. Con esas manos y dedos contaminados tocan la Hostia consagrada, con lo que los virus pasan a su vez a la Sagrada Forma, y luego los virus juntamente con ella a la boca.
Sin duda alguna, comulgar en la boca es menos arriesgado y más higiénico que hacerlo con la mano. Es más, si no se lavan concienzudamente, la palma de la mano y los dedos acumulan muchos microbios.
Prohibir la Comunión en la boca resulta infundado en comparación con los graves riesgos para la salud que comporta hacerlo con la mano en épocas de pandemia. Tales prohibiciones constituyen un abuso de autoridad. No sólo eso; da la impresión de que algunas autoridades eclesiásticas se aprovechan de la epidemia como pretexto. Pareciera también que algunos se regocijan cínicamente en extender cada vez más el proceso de trivialización y desacralización del Santísimo Cuerpo de Cristo en el sacramento eucarístico, poniendo con ello en riesgo el Cuerpo del propio Señor de graves de falta de respeto (pérdida de partículas) y de sacrilegio (robo de formas consagradas).
Hay que tener en cuenta además que a lo largo de los 2000 años de historia de la Iglesia no ha habido ningún caso documentado de contagio por recibir la Sagrada Comunión. En la Iglesia Bizantina, el sacerdote da de comulgar a los fieles con una cucharilla, y se utiliza la misma para todos. Terminada la Comunión, el sacerdote o el diácono se bebe el agua o el vino con el que ha purificado la cuchara, la cual tocó la lengua de algunos feligreses mientras comulgaban. Muchos fieles de iglesias de rito oriental se escandalizan por la falta de fe de los obispos y sacerdotes de rito latino cuando prohíben comulgar en la boca; prohibición que, en el fondo, obedece a falta de fe en el carácter divino y sagrado del Cuerpo y la Sangre de Cristo-Eucaristía.
Si la Iglesia de nuestro tiempo no vuelve a esforzarse con el máximo empeño por estimular la fe, la reverencia y las medidas de protección para el Cuerpo de Cristo, toda medida de protección para los fieles será en vano. Si la Iglesia actual no se convierte y vuelve a Cristo, concediendo la primacía a Jesús, y en concreto a Jesús-Eucaristía, Dios demostrará la veracidad de sus palabras: «Si Yahvé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si Yahvé no guarda la ciudad, el centinela se desvela en vano» (Sal.126, 1-2).
Recomendamos la siguiente oración para hacer comunión espiritual:
«Me postro a tus pies, Jesús mío, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, doblegado en su nada y ante tu sagrada presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la humilde morada que te ofrece mi corazón. Mientras aguardo la dicha de la Comunión sacramental, anhelo poseerte espiritualmente. ¡Ven a mí, Jesús mío, pues por mi parte me dirijo a Ti! Tu amor abrace mi corazón en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti y te amo. Amén.»
+Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astaná
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)