En una entrevista concedida al cofundador de LifeSiteNews, John-Henry Westen, el obispo kazajo Athanasius Schneider asegura que “los gobiernos de todo el mundo están usando COVID-19 como pretexto para “perseguir implícitamente” a los cristianos obligando a cerrar las iglesias”.
“Los obispos y las conferencias episcopales – e incluso la Santa Sede – deberían insistir en que los gobiernos den a las iglesias al menos los mismos derechos … que dan a las tiendas donde la gente puede comprar alimentos”, señala Schneider que, por otra parte, sí cree que la pandemia es un castigo de Dios destinado a “despertar” al mundo y a la iglesia para hacer penitencia por los crímenes dentro y fuera de la Iglesia. “Si el gobierno niega a la Iglesia los mismos derechos que dan a una tienda, está discriminando contra la religión”.
El obispo auxiliar de Astaná, reconocido crítico de la ‘renovación’ eclesial, también se pronunció sobre los esfuerzos de muchos sacerdotes, no siempre con el apoyo de sus obispos, para administrar los sacramentos sin poner en riesgo la salud de nadie. Los obispos, apostilló Schneider, deberían “estar contentos” de que los sacerdotes estén usando su “celo creativo por los fieles” para asegurarse de que reciben los sacramentos, dijo. Los obispos que no insisten en que las iglesias deben permanecer abiertas están cometiendo una “grave omisión”.
En este sentido, Schneider recuerda el ejemplo de la actuación de San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, cuando la plaga azotó la ciudad y “ordenó que los sacerdotes celebraran la Santa Misa en las plazas públicas, lugares públicos en las calles – en las esquinas de las calles – para multiplicar las misas y que la gente pudiera asistir desde sus ventanas”.
Concluye el obispo sugiriendo que “podría ser que estemos pasando por una época de las catacumbas – una especie de iglesia subterránea. Pero no tenemos que tener miedo. Tenemos que ser valientes, porque la iglesia tiene mucha… experiencia siendo una iglesia catacumba, una iglesia subterránea. Y en aquellos tiempos de catacumbas, Dios dio muchos frutos espirituales para la renovación de la Iglesia”.
“Los obispos y las conferencias episcopales – e incluso la Santa Sede – deberían insistir en que los gobiernos den a las iglesias al menos los mismos derechos … que dan a las tiendas donde la gente puede comprar alimentos”, señala Schneider que, por otra parte, sí cree que la pandemia es un castigo de Dios destinado a “despertar” al mundo y a la iglesia para hacer penitencia por los crímenes dentro y fuera de la Iglesia. “Si el gobierno niega a la Iglesia los mismos derechos que dan a una tienda, está discriminando contra la religión”.
El obispo auxiliar de Astaná, reconocido crítico de la ‘renovación’ eclesial, también se pronunció sobre los esfuerzos de muchos sacerdotes, no siempre con el apoyo de sus obispos, para administrar los sacramentos sin poner en riesgo la salud de nadie. Los obispos, apostilló Schneider, deberían “estar contentos” de que los sacerdotes estén usando su “celo creativo por los fieles” para asegurarse de que reciben los sacramentos, dijo. Los obispos que no insisten en que las iglesias deben permanecer abiertas están cometiendo una “grave omisión”.
En este sentido, Schneider recuerda el ejemplo de la actuación de San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, cuando la plaga azotó la ciudad y “ordenó que los sacerdotes celebraran la Santa Misa en las plazas públicas, lugares públicos en las calles – en las esquinas de las calles – para multiplicar las misas y que la gente pudiera asistir desde sus ventanas”.
Concluye el obispo sugiriendo que “podría ser que estemos pasando por una época de las catacumbas – una especie de iglesia subterránea. Pero no tenemos que tener miedo. Tenemos que ser valientes, porque la iglesia tiene mucha… experiencia siendo una iglesia catacumba, una iglesia subterránea. Y en aquellos tiempos de catacumbas, Dios dio muchos frutos espirituales para la renovación de la Iglesia”.
Carlos Esteban