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miércoles, 15 de abril de 2020

Pell: "Mis posiciones teológicas no son las de Francisco"

 
 
Hoy se ha emitido la entrevista ( aquí ) que el cardenal George Pell ha concedido a la agencia de noticias SkyNews. En el reportaje televisado con el presentador Andrew Bolt, el purpurado ha revelado, entre otras cosas, que está avergonzado por la forma en que la Iglesia ha tratado con el "cáncer" de los abusos sexuales de niños, por parte del clero. El cardenal impresionaba hablar con franqueza acerca del flagelo del abuso infantil dentro de la propia Iglesia, y de cómo esas muchas fallas del accionar intraeclesial aún persisten.

Tras asegurar que muchos en Roma, con altos cargos en la Curia Vaticana que simpatizan con las reformas financieras, relacionaron su proceso judicial en Australia precisamente con su intento de reformas, el cardenal sin embargo dijo que "ni siquiera mis oponentes teológicos en Roma creían las historias" de abuso sexual. Pero afirmó que no tiene prueba alguna de esa supuesta relación entre su actividad al frente de las finanzas vaticanas y lo que le ha ocurrido en Australia, aunque sí cree que algunos se aprovecharon del hombre que le acusó de haber abusado de él.

También recordó que el Papa, que le nombró Prefecto de la Secretaría de Economía, le mostró siempre su "apoyo absoluto" a pesar de que "mis posiciones teológicas no están precisamente alineadas con las de Francisco". Como se esperaba, nada dijo acerca del abandono jurídico con que el Vaticano lo dejó, sometido a la justicia secular.

Consultado acerca de cuál ha sido su peor momento en todos estos años, el cardenal respondió que eso sucedió cuando el Tribunal de Apelación de Victoria no revocó la sentencia condenatoria: "Nunca pensé que había la más remota posibilidad de que dos jueces no apoyaran mi apelación". La sentencia unánime de la Corte Suprema de Australia muestra que era lógico que el cardenal pensara así, ya que a lo largo de todo el proceso no se respetó nunca su presunción de inocencia. 

Retomando el tema de los abusos sexuales del clero, dijo: "Era como un cáncer... había que cortarlo". "Condeno totalmente este tipo de acciones y el daño que ha causado a tantas personas -continuó- Una de las cosas que me molesta es la sugerencia de que soy anti-víctimas, o que no simpatizo lo suficiente con ellos. Dediqué mucho tiempo y energía para tratar de ayudarlos, hacerles justicia, obtener ayuda y obtener una compensación". 

Buena parte de la entrevista el cardenal la dedicó también a describir los 405 días que pasó encerrado acusado de siete delitos sexuales contra niños, acusaciones que finalmente fueron anuladas por el Tribunal Superior de Australia. Se hizo amigo de varios reclusos, incluido un asesino convicto, y fue testigo de la devastación que la drogadicción tenía sobre quienes lo rodeaban. El cardenal Pell explicó que se sintió aliviado tras su liberación, pero que no siente "ira u hostilidad" hacia su acusador. Manifestando excelente humor, afirmó risueñamente que espera hacer la transición a una vida tranquila dedicándose "a la jardinería donde pueda concentrarse en cultivar rosas y repollos". 

Toda la entrevista, escuchar las palabras y el tono con el que habla el cardenal George Pell, y mirar su rostro sereno, es emotivo y reconfortante. Al fin de cuentas, tenemos que tomar conciencia que, de hecho, él es una víctima de la justicia. Con lo paradójico que esa expresión suena. Porque a decir verdad, deberíamos pensar que el sistema jurídico, y el poder policial, deberían ser actividades dedicadas a defender al inocente. Y sin embargo, la realidad a veces supera la más insospechada fantasía.

Por otra parte, es claro que el cardenal no le va a contar todo precisamente a SkyNews. Para comenzar, hay que suponer que su condición de creyente le hace callar su aceptado martirio: sólo él sabe lo que ha sufrido durante el año y medio que estuvo preso. De hecho, a simple vista se le nota debilitado y envejecido. No ha sido un año y medio normal, pues sabemos que el tiempo pasa de modo subjetivo en nuestra conciencia, para cada uno de modos diferentes, y cada uno siente el tiempo distinto a los demás: las indagaciones policiales, las distintas alternativas del juicio, la condena, el rechazo a las apelaciones, etc., todo eso le ha debido parecer una eternidad. Sin contar con los consabidos sufrimientos espirituales: la tentación del odio que debe rechazarse a cada momento, la angustia en la soledad, que debe superarse haciendo continuos actos de confianza en el Señor. Probablemente el daño que todo esto le ha producido sea irreparable en términos humanos. Aunque no mirado sobrenaturalmente.

Como más de un observador se ha dado cuenta de la paradoja del caso: cuando la policía y la justicia le abandonaron, fueron los presos, sus nuevos amigos de la prisión, los que creyeron en su inocencia. Precisamente aquellos que se saben culpables pudieron, de un modo intuitivo, darse cuenta, sentir, que entre sus muros tenían un hombre inocente.
Fr Filemón de la Trinidad