Duración 2:48 minutos
En puerto de mis trabajos
las naves quiero en el fuego
consumirse totalmente
y el viento lleve los restos.
No quiero volver los ojos
a la orilla y ver la barca
esperando mi regreso.
No quiero tener en anclas
la tentación y el deseo.
No quiero tener el alma
pronta para mal regreso.
Quiero que se quede libre
siempre hacia Horizontes Nuevos:
¡Siempre mirar adelante!
¡Siempre los ojos al Cielo!
¡Nunca atrás, siempre adelante!
¡Nunca tierra! ¡Siempre Cielo!
¡Siempre un amor sobrehumano!
¡Nunca, nunca amor terreno!
Que haya lágrima en los ojos
pero no escoria en el cuerpo,
para limpiar mis pecados,
no para volverlos nuevos.
¡Quemar las naves y basta
pues en la entrega está el premio!
Quiero calentarme al fuego
que mis naves hoy consume;
quiero palpar la certeza
en las cenizas, que es cierto,
que se han quemado mis naves
y que vivo porque he muerto.
Esta empresa Sangre lleva,
lleva Sangre Redentora,
busca en la Sangre la hora
de quedar purificado.
Partir de todo y dejar
atrás tantas cosas buenas
¡es alegría, no es pena!
Pues el que las naves quema
no vuelve mares atrás
porque ha destrozado velas.
Llegar y no quemar naves
es dejar la puerta abierta
a desandar horizontes
de otra tierra, siempre vieja.
Es volver a usar las velas,
las mismas que nos trajeron
por estas grandes empresas
y que otros vientos nos vuelvan
a otra tierra, nunca nueva.
No quemar las naves es
darle las velas al viento
y hacer de nosotros tales
indignos de todo intento.
No quemar las naves es,
estar vivo y estar muerto.
No estar muerto y estar vivo
que eso, eso sí que es otro cuento:
el haberse muerto al mundo
y estar vivo para el Cielo.
No quemar las naves es
gran miseria y gran tormento
y tentación permanente:
la de alejarse del Puerto.
No quemar las naves es
estar vivo y estar muerto.
Es veleidad, es locura,
es temeridad, es viento,
es tristeza, es amargura,
es vanidad, es tormento.
Es la Nada, es la miseria,
es el llanto, es cautiverio.
Es sequedad en el mar,
es la sal de los que han vuelto
los ojos hacia el pasado
por no creer en el Cielo.
No quemar las naves es
no ser y no querer serlo.
Es la peor desolación
y el peor remordimiento.
¡No quemar las naves es
NUNCA HABER LLEGADO A PUERTO!
(P. Marcelo Javier Navarro, IVE)