La tiranía comunista china está aprovechando que Occidente está distraído con la pandemia mundial -casualmente, también procedente de China- para dar los últimos toques a su campaña para desarraigar la fe cristiana del país, ante el silencio atronador de la Santa Sede.
“Ahora, cuando se arranca una cruz, los cristianos deben permanecer todos tranquilos y sonrientes”, afirma el sacerdote de la Iglesia oficial Shanren Shenfu en su blog, según recoge AsiaNews. La noticia la ilustra con una foto que muestra el derribo de la cruz de una iglesia de Hunan, en el centro de China.
Pero los prelados de la Iglesia oficial, la favorecida tanto por los comunistas, en Pekín, como por la Santa Sede tras los acuerdos firmados con el gobierno chino, predican la pasividad ante esta provocación. Shanren cita un artículo del órgano oficial de los jesuitas dirigido por Antonio Spadaro, La Civiltà Cattolica, en el que se afirma, según el sacerdote chino, que “ver y aceptar la remoción de las cruces como algo cotidiano parece ser la única contribución importante que los fieles católicos chinos y todo el pueblo de Dios pueden dar para la prosecución del Acuerdo [sino-vaticano]”. Decimos “según afirma”, porque el artículo ha sido retirado de la versión online de la publicación.
Es desesperantemente triste. La única opción que se deja a los católicos chinos es aceptar con una sonrisa su propia persecución, y no ‘hacer olas’ para que no haya roces entre Pekín y Roma. Es fama que la obediencia jesuita es tan extrema que el miembro de la compañía debe creer que lo blanco es negro si lo dice el superior, y eso es lo que se está forzando a los fieles chinos, que deben ver como algo bueno el mal de la más rabiosa persecución contra su fe.
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Pero los prelados de la Iglesia oficial, la favorecida tanto por los comunistas, en Pekín, como por la Santa Sede tras los acuerdos firmados con el gobierno chino, predican la pasividad ante esta provocación. Shanren cita un artículo del órgano oficial de los jesuitas dirigido por Antonio Spadaro, La Civiltà Cattolica, en el que se afirma, según el sacerdote chino, que “ver y aceptar la remoción de las cruces como algo cotidiano parece ser la única contribución importante que los fieles católicos chinos y todo el pueblo de Dios pueden dar para la prosecución del Acuerdo [sino-vaticano]”. Decimos “según afirma”, porque el artículo ha sido retirado de la versión online de la publicación.
Es desesperantemente triste. La única opción que se deja a los católicos chinos es aceptar con una sonrisa su propia persecución, y no ‘hacer olas’ para que no haya roces entre Pekín y Roma. Es fama que la obediencia jesuita es tan extrema que el miembro de la compañía debe creer que lo blanco es negro si lo dice el superior, y eso es lo que se está forzando a los fieles chinos, que deben ver como algo bueno el mal de la más rabiosa persecución contra su fe.
Carlos Esteban