Hay en el Vaticano un Alto Comité para la Fraternidad Humana que convoca a todas las religiones a una jornada de oración y penitencia para que Dios acabe con el Covid-19. ¿Con qué autoridad? ¿Qué tiene que ver eso con nuestra fe?
“Convocados por el Alto Comité para la Fraternidad Humana, los creyentes de todas las religiones oramos hoy por el fin de la pandemia”, reza un reciente comentario en Twitter desde la cuenta del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. “Y mostramos también nuestro compromiso con la construcción de un mundo más fraterno”. May 14, 2020 Carlos Osoro Sierra (@cardenalosoro)
Es dudoso. Un ‘alto comité’ no es una institución eclesial de Derecho Canónico y, de serlo, desde luego no tendría autoridad ninguna sobre “todas las religiones”. De hecho, en Italia la Asamblea de Rabinos no se ha adherido a la llamada, y nos tememos que será la única.
La iniciativa está creando no poca confusión y desconcierto en los creyentes, a quienes se les dice que no deben convertir a nadie y, luego, que tienen el mismo dios (permítanme en este caso la minúscula) que todas las religiones del mundo, desde el vudú haitiano a los adoradores de la diosa Kali. Por no hablar de los entusiasmos de algunos párrocos que ya están llenando sus iglesias de ídolos, literalmente.
Por supuesto, Osoro se suma. ¿A qué no se ha sumado? ¿Algún obispo se ha mostrado más entusiasta con la conversión ecológica o con la acogida universal a los ‘refugiados’? Que sus entusiasmos surjan coincidiendo milimétricamente con los que les llegan de lo alto es prueba de perfecta obediencia.
El indiferentismo religioso que transmite esta propuesta ha provocado la protesta de tantos fieles escandalizados que el propio Papa se ha sentido impelido esta mañana a responder a las dudas en su homilía en Santa Marta. “¿No podemos rezar al Padre de todos?”, se ha preguntado retóricamente.
Naturalmente que podemos. Pero surgen varios problemas. El primero es, como hemos dicho, la autoridad del líder católico para convocar a creyentes de otras religiones. Por ejemplo, el Corán, en su azora 5:51, dice: “’¡Creyentes! No toméis como amigos a los judíos y a los cristianos”. Ahora, ¿a qué creen que obedecerá el pío musulmán, al jefe de los ‘rumíes’ o a la Palabra de Alá? Para un luterano convencido y tradicional, Roma es la “prostituta de Babilonia”; ¿debe hacerle algún caso?
Sería interesante llevar un seguimiento de la jornada, saber qué proporción de católicos, protestantes, musulmanes, judíos, etcétera la siguen. Sospecho que no será una proporción abrumadora, pero ni siquiera es la cantidad lo más importante aquí; es que lo abrumadoramente probable es que quien la siga de otras religiones serán quienes no estén demasiado seguros de la verdad que contienen.
Cristo fue bastante contundente en este punto, hasta intransigente para la sensibilidad moderna: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
“Convocados por el Alto Comité para la Fraternidad Humana, los creyentes de todas las religiones oramos hoy por el fin de la pandemia”, reza un reciente comentario en Twitter desde la cuenta del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. “Y mostramos también nuestro compromiso con la construcción de un mundo más fraterno”. May 14, 2020 Carlos Osoro Sierra (@cardenalosoro)
Es dudoso. Un ‘alto comité’ no es una institución eclesial de Derecho Canónico y, de serlo, desde luego no tendría autoridad ninguna sobre “todas las religiones”. De hecho, en Italia la Asamblea de Rabinos no se ha adherido a la llamada, y nos tememos que será la única.
La iniciativa está creando no poca confusión y desconcierto en los creyentes, a quienes se les dice que no deben convertir a nadie y, luego, que tienen el mismo dios (permítanme en este caso la minúscula) que todas las religiones del mundo, desde el vudú haitiano a los adoradores de la diosa Kali. Por no hablar de los entusiasmos de algunos párrocos que ya están llenando sus iglesias de ídolos, literalmente.
Por supuesto, Osoro se suma. ¿A qué no se ha sumado? ¿Algún obispo se ha mostrado más entusiasta con la conversión ecológica o con la acogida universal a los ‘refugiados’? Que sus entusiasmos surjan coincidiendo milimétricamente con los que les llegan de lo alto es prueba de perfecta obediencia.
El indiferentismo religioso que transmite esta propuesta ha provocado la protesta de tantos fieles escandalizados que el propio Papa se ha sentido impelido esta mañana a responder a las dudas en su homilía en Santa Marta. “¿No podemos rezar al Padre de todos?”, se ha preguntado retóricamente.
Naturalmente que podemos. Pero surgen varios problemas. El primero es, como hemos dicho, la autoridad del líder católico para convocar a creyentes de otras religiones. Por ejemplo, el Corán, en su azora 5:51, dice: “’¡Creyentes! No toméis como amigos a los judíos y a los cristianos”. Ahora, ¿a qué creen que obedecerá el pío musulmán, al jefe de los ‘rumíes’ o a la Palabra de Alá? Para un luterano convencido y tradicional, Roma es la “prostituta de Babilonia”; ¿debe hacerle algún caso?
Sería interesante llevar un seguimiento de la jornada, saber qué proporción de católicos, protestantes, musulmanes, judíos, etcétera la siguen. Sospecho que no será una proporción abrumadora, pero ni siquiera es la cantidad lo más importante aquí; es que lo abrumadoramente probable es que quien la siga de otras religiones serán quienes no estén demasiado seguros de la verdad que contienen.
Cristo fue bastante contundente en este punto, hasta intransigente para la sensibilidad moderna: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Carlos Esteban