En pocos días, el Llamamiento a la Iglesia y al mundo ha recibido casi 40.000 adhesiones
El pasado 8 de mayo, tres cardenales y nueve obispos, junto con una serie de médicos, periodistas, abogados, intelectuales y profesionales diversos de todo el mundo lanzaron un Llamamiento para sensibilizar a la opinión pública, los gobernantes, la comunidad científica y los medios informativos sobre los graves peligros que corren las libertades individuales en relación con la propagación del Covid-19.
En algunos países se han percibido más dichos peligros; en otros menos. Sea como sea, por todas partes es necesario llamar la atención de los fieles católicos y de los hombres de buena voluntad para que en un momento tan difícil se entienda con un criterio humano lo que está sucediendo. Limitarse a considerar los aspectos sanitarios de la epidemia sin tener en cuenta sus repercusiones sociales, económicas y políticas puede conducir al mundo a un futuro en el que las autoridades de los estados y de la Iglesia se debiliten o se vean absorbidas por poderes autorreferentes con objetivos que como mínimo no están muy claros.
El proyecto de un Nuevo Orden Mundial en el que todos los países y ciudadanos pierdan su identidad se propagandiza además como un bien para la sociedad y para las personas. Es preciso desenmascarar, dar a conocer y denunciar semejante plan propuesto por organismos supranacionales, de manera que cada uno de nosotros seamos conscientes de cuanto sucede y podamos expresarnos claramente como personas, como creyentes y como miembros de la sociedad.
Ése es precisamente el objetivo del Llamamiento: romper el silencio mediático impuesto sobre el momento presente, sobre todo en lo que respecta a las libertades individuales y a los derechos de la persona, amenazados por medios de censura y de control; pedir igual dignidad de debate para la comunidad científica, sin dejarse guiar por intereses económicos o ideológicos; y recordar a los gobernantes la grave obligación que tienen de trabajar con miras al bien común.
Es indudable que el Llamamiento ha dado lugar a cierto debate. En Alemania, numerosos exponentes de Episcopado se han limitado a despachar genéricamente su contenido tildándolo de teoría de la conspiración sin refutarlo, y corroborando con ello que han tomado acríticamente partido por el pensamiento dominante. En una entrevista concedida a Die Tagespost, el cardenal Gerhard Müller (que figura entre los firmantes) ha señalado valerosamente que hoy en día se tiende a «tildar de conspiracionista a todo el que expresa una opinión disidente». Dijo también: «Los que no distinguen entre oportunidades y peligros asociados a la globalización niegan la realidad. El papa Francisco también se opone a que los estados y los organismos internacionales impongan el aborto a los países pobres en una suerte de neocolonialismo negando ayudas al desarrollo para los que no lo acepten. En Perú, durante el gobierno de Fujimori, yo mismo hablé con hombres y mujeres que habían sido esterilizados sin saberlo, engañados con dinero y falsas promesas de salud y felicidad en la vida. ¿Eso es una teoría de la conspiración?» De igual modo, no se puede tildar de conspiracionismo «la hipótesis de vacunar a siete mil millones de personas aunque la vacuna no se haya probado debidamente todavía, limitando los derechos fundamentales. No se puede obligar a nadie a creer que unos pocos filántropos multimillonarios tengan programas más eficaces para hacer un mundo mejor por el mero hecho de haber acumulado enormes riquezas privadas».
Hay que señalar que el Llamamiento, más allá de las evidentes críticas por parte de quienes desean falsear su sentido para no encarar las numerosas incongruencias que tenemos a la vista, ha recabado el apoyo de importantes personalidades dentro del laicado y de destacados exponentes del mundo de la ciencia y la información. Robert Francis Kennedy Jr. también ha manifestado su apoyo. En menos de una semana, el Llamamiento ha reunido casi 40.000 firmas y ya se está difundiendo hasta en los países del Este.
Se percibe claramente que hay una especie de fisura -la cual el Llamamiento tiene el mérito de haber hecho visible- entre los fieles y las altas esferas de la Jerarquía; lo confirma también la imposición obviamente globalista de la Jornada de Oración “por la humanidad” convocada por el Alto Comisionado para la Fraternidad Humana de los Emiratos Árabes para pedir el fin de la pandemia, al que lamentablemente se ha apresurado a adherirse la Santa Sede.
Este proyecto, ratificado no hace mucho con la Declaración de Abu Dabi, está claramente inspirado en la ideología relativista propia del pensamiento masónico. Como tal, no tiene nada de católica, y resulta cuanto menos inquietante que las altas esferas de la Iglesia se presten a servir de brazo espiritual al Nuevo Orden Mundial, el cual es ontológicamente anticristiano.
+ Carlo Maria Viganò
Arzobispo y Nuncio Apostólico
14 de mayo de 2020
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)
El pasado 8 de mayo, tres cardenales y nueve obispos, junto con una serie de médicos, periodistas, abogados, intelectuales y profesionales diversos de todo el mundo lanzaron un Llamamiento para sensibilizar a la opinión pública, los gobernantes, la comunidad científica y los medios informativos sobre los graves peligros que corren las libertades individuales en relación con la propagación del Covid-19.
En algunos países se han percibido más dichos peligros; en otros menos. Sea como sea, por todas partes es necesario llamar la atención de los fieles católicos y de los hombres de buena voluntad para que en un momento tan difícil se entienda con un criterio humano lo que está sucediendo. Limitarse a considerar los aspectos sanitarios de la epidemia sin tener en cuenta sus repercusiones sociales, económicas y políticas puede conducir al mundo a un futuro en el que las autoridades de los estados y de la Iglesia se debiliten o se vean absorbidas por poderes autorreferentes con objetivos que como mínimo no están muy claros.
El proyecto de un Nuevo Orden Mundial en el que todos los países y ciudadanos pierdan su identidad se propagandiza además como un bien para la sociedad y para las personas. Es preciso desenmascarar, dar a conocer y denunciar semejante plan propuesto por organismos supranacionales, de manera que cada uno de nosotros seamos conscientes de cuanto sucede y podamos expresarnos claramente como personas, como creyentes y como miembros de la sociedad.
Ése es precisamente el objetivo del Llamamiento: romper el silencio mediático impuesto sobre el momento presente, sobre todo en lo que respecta a las libertades individuales y a los derechos de la persona, amenazados por medios de censura y de control; pedir igual dignidad de debate para la comunidad científica, sin dejarse guiar por intereses económicos o ideológicos; y recordar a los gobernantes la grave obligación que tienen de trabajar con miras al bien común.
Es indudable que el Llamamiento ha dado lugar a cierto debate. En Alemania, numerosos exponentes de Episcopado se han limitado a despachar genéricamente su contenido tildándolo de teoría de la conspiración sin refutarlo, y corroborando con ello que han tomado acríticamente partido por el pensamiento dominante. En una entrevista concedida a Die Tagespost, el cardenal Gerhard Müller (que figura entre los firmantes) ha señalado valerosamente que hoy en día se tiende a «tildar de conspiracionista a todo el que expresa una opinión disidente». Dijo también: «Los que no distinguen entre oportunidades y peligros asociados a la globalización niegan la realidad. El papa Francisco también se opone a que los estados y los organismos internacionales impongan el aborto a los países pobres en una suerte de neocolonialismo negando ayudas al desarrollo para los que no lo acepten. En Perú, durante el gobierno de Fujimori, yo mismo hablé con hombres y mujeres que habían sido esterilizados sin saberlo, engañados con dinero y falsas promesas de salud y felicidad en la vida. ¿Eso es una teoría de la conspiración?» De igual modo, no se puede tildar de conspiracionismo «la hipótesis de vacunar a siete mil millones de personas aunque la vacuna no se haya probado debidamente todavía, limitando los derechos fundamentales. No se puede obligar a nadie a creer que unos pocos filántropos multimillonarios tengan programas más eficaces para hacer un mundo mejor por el mero hecho de haber acumulado enormes riquezas privadas».
Hay que señalar que el Llamamiento, más allá de las evidentes críticas por parte de quienes desean falsear su sentido para no encarar las numerosas incongruencias que tenemos a la vista, ha recabado el apoyo de importantes personalidades dentro del laicado y de destacados exponentes del mundo de la ciencia y la información. Robert Francis Kennedy Jr. también ha manifestado su apoyo. En menos de una semana, el Llamamiento ha reunido casi 40.000 firmas y ya se está difundiendo hasta en los países del Este.
Se percibe claramente que hay una especie de fisura -la cual el Llamamiento tiene el mérito de haber hecho visible- entre los fieles y las altas esferas de la Jerarquía; lo confirma también la imposición obviamente globalista de la Jornada de Oración “por la humanidad” convocada por el Alto Comisionado para la Fraternidad Humana de los Emiratos Árabes para pedir el fin de la pandemia, al que lamentablemente se ha apresurado a adherirse la Santa Sede.
Este proyecto, ratificado no hace mucho con la Declaración de Abu Dabi, está claramente inspirado en la ideología relativista propia del pensamiento masónico. Como tal, no tiene nada de católica, y resulta cuanto menos inquietante que las altas esferas de la Iglesia se presten a servir de brazo espiritual al Nuevo Orden Mundial, el cual es ontológicamente anticristiano.
+ Carlo Maria Viganò
Arzobispo y Nuncio Apostólico
14 de mayo de 2020
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)