Ya conocemos algo de la biografía del padre Alfonso Gálvez. Entre sus muchos libros ha escrito también poesía, siendo de éstos su libro más importante el que se titula “Cantos del Final del Camino” (CFC). Yo he escrito también un libro sobre poesía de título la Poesía Olvidada. Tanto el padre Alfonso como yo nos hemos inspirado, sobre todo, aunque no únicamente, en la poesía de San Juan de la Cruz.
Tengo para con el padre Alfonso una deuda de gratitud muy grande, pues lo conozco desde que yo era un niño de 12 años; y le debo, en muy buena parte, mi formación católica y mi amor al Señor. Por eso, esta entrada en el blog (que dividiré en tres) tiene ese sentido de cariño y de agradecimiento hacia este hombre que tanto bien ha hecho y que sigue haciendo; y a quien aprecio como a mi mejor amigo. He seleccionado 30 poesías (15 suyas y 15 mías) y las he colocado juntas, pues aunque las mías no tienen la calidad literaria de las suyas, al menos están escritas con el corazón. Y me consta que tanto su corazón como el mío laten al unísono … y ambos en el Corazón de Jesús, Nuestro Señor. Para diferenciarlas, de modo que no haya confusión, he colocado las suyas en rojo y las mías en negro. Es mucho lo que debo a este hombre de Dios, a este santo sacerdote que cuenta ya con 88 años de edad y 64 años de ministerio sacerdotal. Intercalado en azul aparecen algunas citas bíblicas que tienen una cierta relación con las poesías que vienen debajo. La selección podría haber sido otra, pero ésta me ha parecido que estaba bien.
“Desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios - su eterno poder y su divinidad- se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas” (Rom 1, 20)
1. El olor de las rosas
me llegó, paseando por el prado.
Y las vi tan hermosas
que, su aroma inhalado
me llevó, sin notarlo, hasta mi amado.
2. El viento está soplando:
cálido, dulce, suave y amainado.
Y déjame gozando,
en un fuego callado,
hablándome, en suspiros, de mi amado.
3. En la antesala, amado,
de tu viña, me estabas aguardando;
y, tu vino gustado,
me dejaba palpando
que tú en él te me estabas entregando.
4. Es la voz del Esposo
como la huidiza estela de una nave,
como aire rumoroso,
como susurro suave,
como el vuelo nocturno de algún ave.
5. Mi Amado, las estrellas,
el mar que besan proas de mil naves,
los ojos de doncellas,
el canto de las aves,
aquello que te dije y que tú sabes.
¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara e su gloria? (Lc 24, 25, 26)
6. Me requirió el Amado
para que de las cosas me olvidara,
y junto a su costado,
su herida contemplara
y de amor sus sollozos escuchara.
7. ¡Oh amarga senda, dura y empinada,
larga y abrupta, de aridez rocosa,
que convirtió mi vida en azarosa
búsqueda ansiosa de alma enamorada…!
8. A las nevadas cimas
de las blancas montañas subiremos
cruzando valles y salvando simas.
Y cuando al fin lleguemos,
los cantos del amor entonaremos.
9. Cuando sólo tú cuentes,
porque haya mi cáliz apurado,
sentiré como sientes.
Y, en tus ojos mirado,
veré mi cuerpo todo iluminado.
10. En la hermosa aventura
que es la vida, a tu lado, no temía
hundirme en la espesura,
pues la luz que veía
en tus ojos, los míos encendía.
Continuará