La libertad de expresión que los progresistas se han pasado décadas pidiendo a voces para sí hace tiempo que la niegan a los demás, y muy especialmente a los católicos, contra cuyos mensajes es frecuente que se unan en auténticas manadas feroces para acallarlos.
Ha sido recientemente el caso de Simon Esshaki, un joven sacerdote católico caldeo que vive y tiene su ministerio en la localidad californiana de El Cajon. Esshaki colgó en las redes sociales un breve vídeo en el que, sin estridencias, él mismo advierte que un católico no debe apoyar la causa del Orgullo Gay.
Uno pensaría que por el tono pausado y por un contenido irreprochablemente concorde con lo que afirma nuestra fe católica, en un sistema de libertades y derecho a la libre expresión, el discurso sería meramente ignorado o contrarrestado por opiniones discordantes, sin más. Pero no, claro.
En un tiempo récord, Esshaki recibió amenazas de muerte y un abrumador torrente de insultos, burlas, expresiones de odio y difamaciones. Algunos trucaron su foto y pretendieron que el sacerdote no era más que un homosexual hipócrita que frecuentaba las aplicaciones de citas gays. El vídeo fue vetado en Twitter y la red de vídeos breves TikTok borró su cuenta, sin más.
Pero lo que dijo Esshaki no era más que lo que podría -¿debería?- decir cualquier pastor católico sobre este particular. “Los cristianos no deberían apoyar el Mes del Orgullo”, empieza diciendo Esshaki, que explica que los cristianos “aman” a los homosexuales, pero no están de acuerdo con su comportamiento. Señaló que “no es lo mejor que se les respalde en sus actos pecaminosos”, ya fueran “actos homosexuales, algún otro tipo de actos lujuriosos u otro tipo de pecado”.
En una réplica posterior al linchamiento, Esshaki dijo que reza por sus perseguidores.
Carlos Esteban