Monseñor Athanasius Schneider escribió el 24 de junio que el Vaticano II necesita correcciones y explicó dónde y por qué.
Este texto se lee como una respuesta al pedido del arzobispo Viganò que el Vaticano II sea descartado en su totalidad.
Schneider enfatiza que se puede criticar o corregir a un Concilio. Por ejemplo, Pío XII declaró en 1947 que solo la imposición de las manos y la oración de consagración son necesarias para la validez del Sacramento del Orden Sagrado. En este sentido, contradijo al Concilio de Florencia, según el cual la entrega del cáliz también pertenece a la materia del sacramento.
Eugenio IV (1446) y el Vaticano I (1870) condenó del decreto “Frequens” del Concilio de Constanza, que había sido confirmado por Martín V en 1425, según el cual un Concilio está por encima del Papa.
Schneider quiere entonces corregir los siguientes problemas en el Vaticano II:
- la aseveración que la libertad religiosa es un derecho querido por Dios para practicar incluso un religión falsa;
- la aseveración que se puede distinguir entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica, de tal modo que la primera “subsiste” ("subsistit in”) en la segunda;
- la actitud del Concilio hacia las religiones no cristianas y el mundo.
Schneider enfatiza que el Vaticano II no quiso presentar enseñanzas infalibles, se vio a sí mismo como un concilio pastoral, y no fue claro. Él prueba esto con Pablo VI, quien sintió la necesidad de publicar una nota aclaratoria en Lumen Gentium.
Schneider describe la historia del impacto del Vaticano II como “catastrófica”. Elogia al fundador de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, el arzobispo Marcel Lefebvre, quien criticó enérgicamente al Vaticano II y comparó su propia franqueza con la de algunos Padres de la Iglesia.
Schneider critica el desarrollo también anterior al Vaticano II. Con Benedicto XV (+1922) comenzó la infiltración de los obispos con un espíritu secular y modernista que continuó creciendo hasta el Concilio.
También Juan XXIII (+1963), a quien Schneider no considera un modernista, mostró un complejo de inferioridad hacia el mundo, “ciertamente” tenía buenas intenciones, cree Schneider.