Quince meses después del incendio de Notre Dame, ha ardido en Francia otra catedral: la de San Pedro y San Pablo en Nantes, obra maestra del gótico flamígero cuya primera piedra fue colocada en 1434. No cabe la menor duda de que se trató de un hecho intencionado. Pierre Sennès, fiscal general de Nantes, declaró que se han encontrado tres focos principales preparados para provocar el incendio.
La catedral de Nantes se incluye de ese modo en la lista de las basílicas y templos franceses que han sido objeto de atentados violentos en los últimos años. Santa Teresa (Rennes) en julio de 1918; el Sagrado Corazón (Angulema) en enero de 2019; Santiago (Grenoble) en el mismo mes de enero; la catedral de San Alano (Laveur) en febrero del mismo año; San Sulpicio de París el siguiente mes de marzo; Notre Dame de París el 15 de abril del mismo año, y una semana después Notre Dame de Grace en Eyguières.
La lista es larga pero incompleta, y demuestra que existe un plan preconcebido, una voluntad destructiva no improvisada, sino científicamente organizada. Esa voluntad destructiva viene de lejos, y no es exclusiva de Francia. Viene de lejos porque la destrucción de las iglesias y de lo sagrado es característica de la Revolución Francesa y de la comunista. Hay un cuadro famoso que muestra al arqueólogo francés Alexandre Lenoir tratando de contener a los fanáticos iconoclastas durante la Revolución Francesa. En aquella época se profanaron las tumbas de los reyes de Francia, se derribaron las imágenes de Nuestra Señora y la catedral fue rebautizada como Templo de la Razón.
La Revolución conoce el lenguaje de los símbolos, que también es conocido por todo el odia a la Iglesia y la civilización cristiana. Por esa razón, quien ame la Iglesia y la civilización cristiana tiene el deber de defender sus símbolos, ya se trate de una catedral francesa o de una estatua de Colón en Estados Unidos. La iconoclasia no actúa sólo en Francia; es internacional, como hemos podido observar en los últimos meses, en los que se ha desatado una guerra contra los símbolos de la Cristiandad y de Occidente en Inglaterra, los Estados Unidos y otros países.
La furia iconoclasta que está movilizando a los agitadores del movimiento Black Lives Matter es la misma que animaba a los terroristas del Isis en Oriente Medio: el denominador común es el odio visceral a la civilización cristiana. Mientras ardía la catedral de Nantes, la alcaldesa de París Anne Hidalgo dispuso que el próximo 15 de agosto no se celebre la festividad de la Asunción de la Santísima Virgen al Cielo, sino la fiesta de los gatos. El diario Il giornale del pasado 18 de julio recuerda que en 2017 y en nombre del multiculturalismo, la misma Anne Hidalgo prohibió los tradicionales mercadillos navideños de los Campos Elíseos porque, según ella, las figuritas de nacimiento y los adornos representativos de la Natividad y el culto cristiano no eran apropiados para las calles parisinas.
Recurda Il giornale que la ideología laicista de la alcaldesa se manifestó también en el debate sobre la reconstrucción de la catedral de Notre Dame. En varias ocasiones se ha declarado contraria a la reconstrucción exacta de la aguja del templo, prefiriendo soluciones arquitectónicas modernas al estilo antiguo y tradicional. Como señala dicho diario, «la obsesión de la primera edil por ocultar o eliminar símbolos del milenario pasado cristiano de París y de Francia va de la mano con una marcada actitud favorable al islam de la mentada socialista».
De hecho, el ayuntamiento de París, depurado por órdenes de Hidalgo de la presencia de toda alusión a la Cristiandad, abre periódicamente las puertas, por decisión de la mencionada representante de la izquierda, a iniciativas que conmemoran festividades mahometanas. La alcaldesa socialista organiza cada año en los salones del ayuntamiento una fiesta para celebrar la culminación del Ramadán, con la presencia del imán de la Gran Mezquita de París, invitado prácticamente infaltable a todos los actos convocador por la corporación municipal, e Hidalgo afirma que el Ramadán es «una fiesta que forma parte del patrimonio cultural francés», mientras excluye de dicho patrimonio a las festividades y monumentos cristianos. En los años de la Revolución Francesa, el jacobinismo suscitó una Contrarrevolución. Es hora de que surja otra contra el neojacobinismo del siglo XXI.
Roberto de Mattei
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)