El arzobispo Carlo Maria Viganò respondió el 6 de julio en el sitio web MarcoTosatti.com a Sandro Magister, quien afirmó que la crítica del prelado al Vaticano II está “al borde del cisma”.
Viganó lamenta que a él no se le habla, sino que “se le endilgan epítetos”, y advierte que en la Iglesia la etiqueta utilizada para poner al adversario en una posición de inferioridad, no merecedora de atención o respuesta, es “lefebvriano”, mientras que en el frente social y político es “fascista”.
Viganò reafirma que todos fuimos “engañados” por los que utilizaron el Vaticano II como un “contenedor equipado con su propia autoridad implícita”, si bien “distorsionando sus propósitos”.
Los engañados no imaginaron – explica Viganò – que en el Vaticano una minoría de conspiradores bien organizados utilizaron un Concilio “para demoler la Iglesia desde adentro”.
Viganò dice que la “ambigüedad intencional” en los textos tenía como objetivo mantener juntas visiones opuestas e irreconciliables, “en el nombre de una evaluación de la utilidad y en detrimento de la Verdad revelada”. Por eso él sugiere nuevamente “olvidar” en bloque el Vaticano II.
Él observa que los partidarios del Vaticano II sabían cómo practicar una damnatio memoriae, no simplemente con un Concilio, sino “con todo”, al punto de afirmar que “su concilio fue el primero de la nueva Iglesia” y que al comenzar con eso “se terminaron la vieja religión y la Misa antigua”.
Pero interpretaciones contradictorias del Vaticano II muestran para Viganò cuánto daño se hizo mediante la deliberada adopción de un lenguaje “que fue tan turbio que legitimó interpretaciones opuestas y contrarias, sobre la base de las cuales ocurrió después la famosa primavera conciliar”.