En una entrevista concedida a Gloria.tv, el obispo auxiliar de Astaná, Athanasius Schneider, ha recordado que la Iglesia se ha ‘protestantizado’ desde el Concilio Vaticano II y que una mayoría de católicos ha abandonado la fe.
Schneider ha tenido una experiencia vital que le ha marcado y que le ha permitido ver la realidad de la Iglesia desde una perspectiva muy diferente a la de sus compatriotas alemanes. Nacido en la Unión Soviética, no fue hasta cumplidos los 12 años cuando su familia logró refugiarse en el entonces llamado ‘mundo libre, en Alemania. Esto hizo que pasara de una experiencia de catolicismo vivido en una heroica clandestinidad, con misas secretas en casas, a encontrarse con la Iglesia postconciliar de la Alemania de los años setenta.
El contraste fue tan fuerte que dice preferir vivir la fe como en la Unión Soviética de su infancia que el panorama de desacralización y protestantización que observó al otro lado del Telón de Acero, donde podía vivir su catolicismo en libertad. Cita, por ejemplo, el impacto de ver pornografía expuesta abiertamente, algo inexistente en el régimen comunista. También se sorprendió viendo a los fieles comulgar en la mano, algo que juzga “incomprensible, “como si se recibiera al Salvador como un bizcocho y se lo pusiera en la boca”.
En cuanto a la Misa, a ojos del joven Schneider parecía más una asamblea que el culto divino que conoció en la Unión Soviética.
En los noventa, mientras Schneider vivía en Roma ya como sacerdote, recuerda las llamadas de su madre, que lloraba al teléfono contándole las condiciones que se vivían en la parroquia al sur de Alemania. No había sacerdote y un asistente pastoral presidía los encuentros de oración. “Preferiría sufrir de nuevo la persecución soviética y vivir en la clandestinidad que experimentar lo que está sucediendo aquí en esta parroquia de Alemania”.
Schneider prevé -o, mejor, espera- para la Iglesia un futuro de reducidas congregaciones que practiquen la fe y la liturgia verdadera, algo que ahora solo existe de modo minoritario. Porque para el obispo kazajo se ha vuelto habitual que los obispos descuiden sus obligaciones en muchas áreas. Esta crisis de liderazgo no empezó ayer, sino que se retrotrae al Concilio Vaticano II, dice. Con el concilio, los obispos se volcaron en cuestiones mundanas para las que no tienen especial competencia. Este énfasis en lo asistencial y político lo describe Schneider como una “traición al Evangelio”.
Carlos Esteban