Pedro Sánchez viaja por primera vez a Roma para hacerse la foto con Su Santidad, ya es casualidad, coincidiendo con la moción de censura presentada por Vox contra su ejecutivo recosido de retazos. El Papa, Vicario de Cristo, no puede hacer acepción de personas, en imitación de su Maestro. Eso hace que no se le pueda juzgar como a cualquier otro líder mundial ni reprocharle que se reúna con dictadores, tiranos o personajes de dudosa moralidad.
Otra cosa es Sánchez, por supuesto. Nuestro Maquiavelo de baratillo no da puntada sin hilo, y quiere la foto junto a un sonriente líder de los católicos para dejar claro que también el voto de los creyentes es suyo.
Vox no es un partido confesional, por más que la vicepresidente Calvo haya querido reconminarle en el Parlamento recordándoles la encíclica -que, por supuesto, no ha leído- ‘Fratelli tutti’, la tercera y más reciente de Francisco. Pero a nadie se le escapa que, en un país tradicionalmente católico, abundan los fieles entre los votantes del partido verde.
El problema es que Francisco sí hace acepción de personas. Mike Pompeo, por referirnos a un ejemplo reciente, secretario de Estado norteamericano y, por tanto, representante de la primera potencia mundial, estuvo en Roma y, pese a su deseo, Su Santidad no le recibió. El ‘Papa de los gestos’ ha sido igualmente transparente con el presidente norteamericano, Donald Trump, de quien dijo que “no era cristiano” por su intención de construir un muro con México. Lo dijo en el interior del único Estado del mundo completamente circundado por un muro, aunque es posible que un pontífice que menciona elogiosamente en cuatro ocasiones al líder del Islam suní en su última encíclica no le negase a Trump la condición de cristiano como un reproche. Todos hermanos, al final, lo que nos recuerda que Caín y Abel eran hermanos.
Esta última encíclica, ‘Fratelli tutti’, es significativa a este respecto. Ha sido calificada como la más ‘social’, ese piadoso eufemismo que en la jerga eclesiástica significa ‘política’, pero no lo es mucho más que la anterior, ‘Laudato Sì’, y ambas en una misma dirección, que coincide con esa temprana entrevista en la que se calificó de izquierdas por oposición (“nunca he sido de derechas”). Por qué un representante de Cristo en la tierra crea necesario definirse políticamente, con el consiguiente efecto divisivo entre sus hijos espirituales, es un misterio, pero un misterio que ha planeado poderoso sobre todo su pontificado.
Hablábamos antes de las cuatro menciones que aparecen en la encíclica del imán Al Tayyeb, pero también es curioso observar que la ONU aparece 26 veces, frente a las cero veces que aparecen “sacramentos”, “matrimonio”, “sacerdocio” o “Misa”. Cristo es mencionado seis veces; María, dos. Como documento doctrinal resulta, digamos, bastante excepcional.
Todo esto dibuja un panorama ciertamente inquietante para los fieles, de un Papa que parece más interesado en el panorama político con una línea marcadamente similar a la de las élites intelectuales mundialistas y que se aparta visiblemente de la defendida por los pontificados anteriores.
Las condenas papales al socialismo han sido numerosas pero, en cualquier caso y aunque no hubiera habido una sola, es una evidencia histórica que el socialismo ha considerado desde el principio a la Iglesia como enemiga a destruir. Esa es una de las tragedias de los católicos de izquierda, que su ideología les convierte en camaradas de quienes sueñan con destruirles.
Y que lo han intentando con notable testarudez a lo largo de la historia. Sin ir más lejos, el pasado 29 de noviembre el propio Francisco aprobaba la beatificación de 16 españoles mártires de la Guerra Civil. ¿Quién supone Su Santidad que martirizó y mató a estos 16 -entre muchísimos otros- durante la contienda; con qué visión del mundo cree que justificaban su crimen?
El propio partido de Sánchez -no uno parecido, no uno con ideas parejas: el mismo- tuvo un innegable protagonismo en la represión de los católicos y en la destrucción de las iglesias antes y durante nuestra guerra civil, por más que pronto sea ilegal, por virtud de la orwelliana Ley de la Memoria Histórica y Democrática, reconocer este frío dato histórico.
La izquierda que representa Sánchez y que reivindica el Papa es una ideología utópica y completa, rival, por tanto, de la fe, de cualquier fe. No se puede servir a dos señores, y menos cuando uno de ellos quiere borrar al otro de la faz de la tierra.
Carlos Esteban