Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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lunes, 30 de noviembre de 2020
Un nuevo libro de Natalia Sanmartín Fenollera
Planeta ha publicado el nuevo libro de Natalia Sanmartín Fenollera, la autora de El despertar de la señorita Prim, que tanto éxito tuvo en el mundo entero, tanto dio que hablar a los círculos católicos y tanto nos consoló a nosotros, los más pequeños e insignificantes de todos. Se trata de Un cuento de Navidad para Le Barroux.
Aceprensa le hizo la semana pasada una entrevista que aquí reproduzco. No solamente vale como una buena introducción al nuevo libro sino, y sobre todo, por los conceptos que la autora vierte, y que dan mucho que pensar.
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Un niño de 8 años y sus hermanos, a los que el padre abandonó, pierden ahora a su madre a causa de una enfermedad. El chico pide una señal a Dios: quiere saber si “lo que mamá decía sobre Dios, la cueva y el cielo era verdad”. Aparentemente, Dios calla. Pero en la tercera Navidad, el niño aprende a leer el lenguaje de Dios.
“El cuento nació –me explica– a petición de los benedictinos de Le Barroux, en Francia, con los que tengo una relación muy especial. Me pidieron el cuento para leer en el refectorio, en la fiesta de Navidad. Michaela Harrison, la ilustradora, vive a los pies de otro monasterio benedictino con el que también mantengo una estrecha amistad, la abadía de Clear Creek, en Oklahoma. Así que tanto el texto como las ilustraciones han ‘salido’ de dos abadías de San Benito, una francesa y otra estadounidense, y en las dos se ha traducido el cuento para poder leerlo en voz alta”.
- El protagonista de su cuento supera una crisis de fe gracias a las señales que descubre en las realidades materiales. ¿Puede la belleza rescatar a quienes han dejado de creer en la Navidad?
— La belleza es uno de los atributos de Dios y ha sido siempre un camino clásico de conversión a la vida cristiana. Pero el cuento no habla tanto de la belleza como del misterio de la Navidad y también del enigma que encierra la visión sacramental del mundo, la idea de que tras la realidad material está siempre la espalda de Dios, por decirlo así, y de que Dios habla a través de las cosas. Simone Weil decía que la Creación está llena de símbolos y que solo hay que leerlos. El cuento habla de un niño que le pide a Dios una y otra vez una prueba de que la Navidad es real y de que el Cielo existe, pero también de cómo Dios, el mismo Dios que habló a Abraham en el desierto, escucha atentamente esa
— Al igual que El despertar de la señorita Prim, su nuevo libro es un relato sobre una comunidad contracultural; en este caso, un hogar cristiano donde se reza, se lee mucho, se mira a las estrellas, se anima a atesorar recuerdos… ¿Qué valores y actitudes le gustaría llevar a la cultura dominante?
— En realidad no he pretendido mostrar una comunidad contracultural, sino un hogar cristiano en medio de un mundo que mayoritariamente ya no lo es o que al menos no vive como tal. Sé que hay una preocupación grande por llevar lo cristiano a la cultura dominante, y me parece muy lícito, pero en ese tema quizá soy menos optimista. A mí me parece que la tarea urgente no es tanto bautizar la cultura dominante como transmitir la fe cristiana y preservarla de adulteraciones, buscar la propia conversión y ayudar en lo posible a quien cada uno tiene cerca y conservar esa fe en un medio hostil antes de pensar en nada más. Kierkegaard tiene una frase muy dura, pero muy certera, sobre el cristianismo en el mundo occidental. Él hablaba de la Dinamarca luterana de su tiempo, pero creo que se nos puede aplicar a nosotros también. Decía que el cristianismo se había convertido en algo tan desprovisto de carácter que realmente no quedaba nada por perseguir, y que el principal problema de los cristianos era que nadie quería perseguirlos ya. Creo que eso, perder de vista el tesoro en el campo o sustituirlo por una baratija, es más importante que evangelizar la cultura y los valores dominantes.
— Coincido en que la conversión personal es la tarea urgente. Sin embargo, ¿no cree que esa conversión y la misma transmisión de la fe en el hogar se hacen dentro de un contexto cultural del que uno no puede desentenderse enteramente?
— Sí, estoy de acuerdo con que el contexto cultural es fundamental en la transmisión de la fe; cultura viene de cultivar, y la cultura, si es lo que debe ser, tiene que convertirse en el terreno que recibe la semilla y que la protege en su crecimiento. Pero también creo que se habla mucho de cristianizar la cultura, de participar en el debate público, de dar testimonio, de hacer apostolado, de estar en todas partes, y se presta menos atención a algo que me parece muy evidente, y es el hecho de que antes de nada la tarea empieza por la propia casa, por la propia evangelización, por analizar qué es lo que estoy recibiendo y qué estoy transmitiendo como fe cristiana, porque buena parte de la crisis actual no está fuera de la Iglesia, sino también dentro. Antes de la dimensión social está la personal, antes de pensar en evangelizar el mundo es necesario pensar en fortalecer y purificar la propia fe. En la vida cristiana la contemplación siempre viene antes de la acción.
— La madre se preocupa de transmitir la fe a sus hijos y de formarles la sensibilidad estética. Para ella, las dos cosas van de la mano. ¿Cree que la educación católica debería insistir más en esta fórmula?
— Creo que la educación católica tiene que transmitirse en el hogar y que las madres son la pieza central de esa tarea en la infancia, por encima de las clases de religión, las catequesis, las convivencias y los grupos parroquiales. Pero también creo que para hacer eso hay que fortalecerse en la fe y dedicar tiempo a la contemplación porque nadie puede transmitir lo que no tiene. Es difícil pensar en una tarea más grande en la vida cotidiana de una familia cristiana que descubrir las maravillas de la Creación a los niños, mostrarles el rostro de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento, enseñarles a rezar, familiarizarlos con la liturgia, y también prepararlos para un mundo que les dirá que todo eso es pura falsedad. Al mismo tiempo me parece que tenemos que aprender a contarles las cosas mejor, mirar más y más hacia la Escritura. En La Historia de Jesucristo, Bruckberger habla de la Encarnación, de la primera Navidad, y escribe como si tuviese delante la escena; cuenta que el pueblo esperaba, que Satanás también esperaba, que se intuía algo en el aire, un acontecimiento grande, un desembarco inminente y liberador.
— Hace unos días, dos columnistas de distintos medios –Diego S. Garrocho y Miguel Ángel Quintana Paz– plantearon un debate sobre la escasa influencia de los intelectuales cristianos en el debate cultural contemporáneo. No es que no existan esos pensadores, venían a decir: es que no se les ve. ¿Usted qué opina?
— Creo que el pensamiento y la vida intelectual existen más allá del debate público, que solo muestra una parte, igual que la historia existe más allá de los libros de historia. Y personalmente no me parece decisivo que haya o no muchas referencias contemporáneas; me parece decisivo que haya referencias, y siempre las hay, hay siglos de pensamiento donde elegir, y no es una forma de hablar. Existe una gran cantidad de gente que leer y que estudiar; a mí me importa poco que hayan nacido hace 40 o 400 años.
— Una de las cosas que, en mi opinión, pone de relieve ese debate es el desinterés de algunos creyentes por la construcción de una nueva cultura. En general, se habla mucho de la responsabilidad política y social de los cristianos, pero se habla menos de la cultural. ¿Cómo fomentarla?
— Sí, es verdad. Yo no creo que exista realmente una responsabilidad política, social o cultural de los cristianos como tal, pero en cualquier caso la cultura se transmite casi por contagio y hay algo muy misterioso en el hecho de que a veces esa transmisión funciona y otras veces no. Pero hay una tarea urgente que tiene que ver con aprender a detectar trampas en el lenguaje, también en el lenguaje cristiano. Cosas como llamar fe al sentimentalismo, puritanismo a la pureza, fortaleza al voluntarismo, obediencia o responsabilidad a la desacralización de lo santo o tolerancia a la indiferencia, y son solo algunos ejemplos.
The Wanderer
En el nombramiento de los nuevos obispos chinos, Pekín barre a Roma. El caso de Fujan
Los “pobres uigures” a los que el papa Francisco por primera vez ha considerado perseguidos –en un capítulo de su último libro, que saldrá a la venta el 1 de diciembre en varios idiomas–, han sido el centro, en los últimos días, de las noticias sobre las relaciones entre el Vaticano y China.
En efecto, la inmediata y polémica reacción del gobierno chino –que ha rechazado como "desprovista de pruebas en la realidad” la acusación del papa, dados “los plenos derechos de existencia, desarrollo y libertad de credo religioso de los que gozan todos los grupos étnicos” en China– ha descubierto las razones de la Realpolitik de un silencio tan duradero, tanto de Francisco como de las máximas jerarquías de la Iglesia, sobre una de las más macroscópicas y sistemáticas persecuciones actuales en China (en la foto un campo de “reeducación”); silencio roto solamente, hasta el momento, por las denuncias aisladas de los cardenales José Zen Zekiun, obispo emérito de Hong Kong, y Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon.
Pero el ruido sobre la cuestión de los musulmanes uigures ha eclipsado otra noticia importante: el primer nombramiento de un obispo católico según la modalidad del acuerdo secreto firmado entre la Santa Sede y China el 22 de septiembre de 2018, y prolongado el mes pasado para otros dos años.
El nuevo obispo es Tomás Chen Tianhao, 58 años, y ha sido puesto a la cabeza de la diócesis de Qingdao, en la rica provincia de Shandong, en la costa.
La diócesis estaba vacante desde junio de 2018, después de la muerte a los 94 años del predecesor, José Li Mingshu, reconocido tanto por la Santa Sede como por las autoridades de Pekín, pero manifiestamente sometido a estas últimas y, de manera particular, a la Asociación patriótica de los católicos chinos, el instrumento de control agresivo de la Iglesia católica en China, cuyo jefe supremo ha sido durante décadas Antonio Liu Bainian, también él de Shandong.
La consagración del nuevo obispo tuvo lugar el 23 de noviembre en la catedral de Qingdao. La ceremonia la ha presidido el obispo de Linyi, Juan Fang Xingyao, que es también presidente de la Asociación patriótica y vicepresidente del Consejo de los obispos, un falso simulacro de conferencia episcopal que reúne solamente a los obispos reconocidos por el régimen, y a quien corresponde –según el acuerdo secreto, por lo que se puede intuir– la elección y la propuesta al papa de cada nuevo obispo, después de haber llevado a cabo una “selección” previa, controlada por el régimen, en la respectiva diócesis por parte de representantes del clero, las religiosas y los laicos integrados en el régimen.
Como confirmación de esto, la agencia Asia News, del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, ha dado a conocer que en la fórmula de consagración del nuevo obispo de Qingdao “se ha citado el mandato del Consejo de los obispos, pero no se ha dicho nada del papa y de la Santa Sede”. Su “elección” previa habría tenido lugar el 19 de noviembre de 2019.
Al igual, si no más que el predecesor, el nuevo obispo Chen también es un hombre del régimen, dirigente desde hace mucho tiempo, tanto a nivel local como nacional, de la Asociación patriótica, cuyos miembros más importantes han participado en la ordenación.
En la carta de 2007 de Benedicto XVI a la Iglesia de China –todavía válida como “su magna carta”– está escrito que “la finalidad declarada [de la Asociación patriótica] de actuar ‘los principios de independencia y autonomía, autogestión y administración democrática de la Iglesia’ es inconciliable con la doctrina católica”.
Pero las instrucciones prácticas que Roma ha dado al clero y a los obispos chinos el 28 de junio de 2019 han ampliado el espacio discrecional de las inscripciones a la Asociación patriótica, que el régimen pide insistentemente.
*
Volviendo al acuerdo de 2018 sobre el nombramiento de los obispos, hay que reconocerle el mérito de haber puesto fin al nombramiento unilateral que el gobierno chino hacía precedentemente, sin ningún consenso por parte de Roma, con la consiguiente excomunión de los nombrados.
Pero el número de diócesis vacantes sigue siendo alto. Las que están actualmente dirigidas por un obispo son 74, muchas menos, pues, de las 135 diócesis y prefecturas apostólicas de toda China, sin contar Hong Kong y Macao, y muchas menos también de las 104 diócesis que el gobierno ha reestructurado y unido unilateralmente sin la aprobación de Roma.
El 24 de noviembre, la sala de prensa vaticana anunció que “se prevén otras consagraciones episcopales, porque están en curso diferentes procesos de nuevos nombramientos episcopales”.
Pero proveer estos “vacíos” no será nada fácil, porque cada diócesis, en China, es un caso singular que exige soluciones específicas, como explica un interesante ensayo que el antropólogo y teólogo francés Michel Chambon ha publicado el 16 de noviembre en UCA News:
Un caso ejemplar de estudio para entender hasta qué punto son complicadas las cosas lo vemos en Fujan, la provincia de la costa situada frente a la isla de Taiwán.
Según la distribución vaticana, en Fujan hay cuatro diócesis y dos prefecturas apostólicas: a lo largo de la costa, partiendo del norte, la diócesis de Xiapu-Mindong, la arquidiócesis de Fuzhou y la diócesis de Xiamen, y en el interior la diócesis de Changting y las prefecturas de Jian’ou y de Shaowu.
Al contrario, según la distribución gubernativa, la diócesis de Changting está incluida en la de Xiamen, y las dos prefecturas apostólicas está unificadas en una nueva diócesis, la de Minbei.
Pues bien, ateniéndose a esta segunda distribución, a la que también el Vaticano se adecua en la práctica, esta es la situación.
En la diócesis de Xiapu-Mindong, antes del acuerdo de 2018, la mayor parte de los fieles y del clero eran subterráneos, es decir, sin reconocimiento gubernativo, dirigidos por un obispo también subterráneo, reconocido solamente por Roma, Vicente Guo Xiijin. Pero había también una pequeña minoría de católicos oficiales, dirigidos por un obispo unilateralmente nombrado por el gobierno chino y excomulgado, Vicente Zhan Silu.
Con el acuerdo, Roma levanta la excomunión y nombra a Zhan como titular de la diócesis, degradando a Guo como auxiliar suyo. Gao acepta, pero rechaza la adhesión, como pide el régimen, a esa “Iglesia independiente” que él y sus fieles continúan considerando “irreconciliable” con la fe católica. Sometido por esto a represalias crecientes, hasta la expulsión de su casa y la pérdida completa de la libertad, en un silencio total de la Santa Sede, termina por dimitir de todos sus cargos públicos, precisamente en la vigilia de la renovación del acuerdo. Es fácil entender que la oposición entre oficiales y subterráneos, en la diócesis de Xiapu-Mindong, continúa siendo muy conflictiva.
Por el contrario, en la diócesis de Fuzhou, una de las más pobladas de China con 300.000 fieles, 120 sacerdotes y 500 religiosas, la contraposición es entre los mismos subterráneos, y tiene una larga historia. Antes del acuerdo de 2018, una parte del clero y de los fieles era partidaria del obispo nombrado por Roma, Pedro Lin Jiashan, mientras que otra parte más grande y combativa desconfiaba de él, creyéndolo demasiado deseoso de someterse al régimen. Para sanar estas posturas opuestas, entre 2007 y 2016 Roma incluso suspendió a Lin, sustituyéndole con un administrador apostólico. Pero en vano.
En efecto, cuando el 9 de junio de 2020 Lin, de 86 años, obtuvo el deseado reconocimiento gubernativo y firmó la adhesión a la “Iglesia independiente”, en la diócesis muchos se sintieron traicionados, tanto por él como por el Vaticano. Y ahora la oposición es más profunda que nunca.
En comparación, la pequeña diócesis de Xiamen es un oasis de tranquilidad, gobernada por un obispo reconocido desde hace tiempo tanto por Roma como por Pekín, y pacíficamente aceptado por los fieles: José Cai Bingrui, de 54 años.
Al contrario, la diócesis de Minbei lleva décadas sin obispo y probablemente no lo tendrá durante mucho tiempo. Se encuentra en un territorio montañoso y rural, tan grande casi como la mitad de la provincia de Fujan. Las comunidades católicas son pequeñas y dispersas, sin clero propio, asistidas por sacerdotes llegados de fuera.
Uno de estos sacerdotes, el más activo desde hace muchos años, proviene de la diócesis limítrofe de Xiapu-Mindong, precisamente del círculo del activo obispo anteriormente excomulgado que ahora la dirige. De hecho, este sacerdote desempeña el cargo de administrador de la diócesis vacante de Minbei. Pero si llegase a ser su obispo, se prevé que encontrará una fuerte oposición por parte de los fieles, precisamente por su cercanía al obispo excomulgado, con una gran oposición en su diócesis de Xiapu-Mindong.
Además, los católicos de este territorio dan muestras de preferir estar sin obispo –y así menos institucionalizados–, a fin de estar menos vigilados por las autoridades chinas. Se aplican a sí mismos el dicho: “Se caza el pájaro que alza el vuelo”. Mejor mantener un perfil bajo, sin obispo, sobre todo si este es un hombre del régimen, que sufrir una represión más fuerte de la que ya existe.
En resumen, cuatro diócesis con cuatro situaciones muy diferentes entre ellas. Fujan es una fotografía perfecta de lo complicada que es la estructura de la Iglesia china.
Sandro Magister
El colapso de la cultura cristiana, el Papa Francisco abraza solo al islam, ¿fumata próxima?, el Vaticano y sus montajes
En esta deslumbrante mañana de cielos azules sobre la ciudad de Roma se empieza a colocar el enorme abeto en la vacía Plaza de San Pedro. Un toque humano y navideño que da un poco de vida y color al desierto colonato, diseñado para abrazar. En la actual sociedad de la tolerancia, que no tiene ideales fijos y, como resultado, tampoco una clara división entre el bien y el mal, existe una técnica que permite cambiar la actitud popular hacia conceptos considerados totalmente inaceptables. Esta técnica, llamada ‘la ventana Overton’ consiste en una secuencia concreta de acciones con el fin de conseguir el resultado deseado, y que puede ser más eficaz que una bomba nuclear para destruir comunidades humanas. Las etapas son bien conocidas pasando de lo impensable a lo radical, de lo radical a lo aceptable , de lo aceptable a lo sensato, de lo sensato a lo popular y de lo popular a lo político. Mucho no tememos que ya estamos en esta última fase, los grupos de presión se consolidan en el poder y publican encuestas que supuestamente confirman un alto porcentaje de partidarios de la legalización de lo impensable.
Valli nos ofrece un interesante artículo sobre como todo esto se está aplicando al cristianismo. El concepto de las ‘ventanas de posibilidades’, inicialmente descrito por Joseph Overton, puede extrapolarse también al hecho religioso y podemos pasar a nuevos dogmas prohibiendo los antiguos, entrando en un abismo demoniaco de autodestrucción. El camino está marcado: imposible, posible, aceptable, razonable, popular y finalmente legal. El juego he tenido éxito con divorcios, abortos, uniones homosexuales y con el género ya casi llegamos, actualmente está en la fase popular, a la espera de ser legal. Normalmente se necesitan unos diez años para obtener resultados, pero si las ventanas están vinculadas, el tiempo tiende a ser más corto, de hecho, la finalidad del encadenamiento de ventanas es cambiar y eliminar el propio concepto de familia. No se pretende solamente trastocar un comportamiento, sino incluso una fe, la cristiana, y por tanto, toda una civilización.
La nueva táctica: no más guerras, no más envidia; ahora todo se juega a nivel moral y sobre todo sexual. De ahí la revolución sexual de los años sesenta del siglo pasado, que por fin parece ser el arma adecuada en manos del Enemigo. El sexo, libre de responsabilidad, agrada a todos, es atractivo, no implica guerras. Del uso de la envidia pasamos al del egoísmo y por tanto al subjetivismo: cada uno es Dios para sí mismo y los imperativos morales son los que todos prefieren seguir. Y de hecho, el divorcio, el aborto, las uniones homosexuales y el género tienen como denominador común esta idea de la sexualidad que se puede resumir en la fórmula «Hago lo que más me gusta y nadie debe interferir». La Iglesia trató de oponerse a ella, Juan Pablo II y Benedicto XVI, con su predicación y su ejemplo, retrasaron la deriva subjetivista y relativista, hoy está barrera ya no existe. El pontificado actual, en lugar de dar señales claras, es extremadamente desorientador. La mayoría, que se ha convertido en minoría, primero es ridiculizada, luego silenciada, luego censurada y finalmente perseguida, y eso es exactamente lo que está pasando. Por el momento todavía estamos en la etapa de censura, pero llegando rápidamente a la persecución.
Bisignani es un personaje que sigue siendo influyente en el mundo romano, condenado por la justicia italiana por sus vínculos con el hampa romana, cliente preferente del banco Vaticano, ‘coordinador’ de intereses de logias, unido a todas las ‘Ps’ , la P1, P2… Su presencia en la prensa es escasa y con mensajes siempre subliminales, nunca indiferentes. El pontificado del Papa Francisco está al final, en sus horas más bajas y nos dice ‘desde la pequeña noticia que se filtra’ que, en función del curso de la pandemia, puede convocar un consistorio extraordinario, entre febrero y mayo. El objetivo puede ser la aprobación de la reforma de la curia, tan prometida y tan retrasada. El último rayo cayo sobre el cupulón el 11 de febrero, ¿podemos estar en vísperas de otro?
El abrazo del Papa al Islam es deseado y cuidado, no le interesan los cristianos perseguidos, pero parece preocupado por minorías alejadas de la fe católica. Los cristianos nunca han sido perseguidos como en este período histórico, según la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, más de 300 millones de cristianos viven en tierra de persecución. Estos cristianos sufren humillaciones, hostigamientos, en muchos casos son acusados injustamente del llamado crimen de blasfemia y encarcelados, sus hogares destruidos, se ven obligados a abandonar sus aldeas, niñas secuestradas, desaparecidas y obligadas a «convertirse» y casarse con su torturador. ¿por qué los uigures sí y la represión cristiana por parte de los chinos no?
El caso que supuso la dimisión del cardenal Becciu después de la investigación de L’Espresso sigue con más sombras que luces. Becciu demandó al semanario, se desconoce si la iniciativa judicial está fundada, pero es cierto que el director, Marco Damilano, ha contraatacado con todas las armas. El Espresso no niega que una copia del semanario «estaba en manos del Santo Padre», pero por otro lado afirma que durante la audiencia todavía estaba preparando las cosas para publicar. Seguimos con demasiadas preguntas sin respuesta: ¿quién la hizo tener?, ¿y por qué no creerlo, si el Espresso la cuenta? El trabajo de un pseudoperiodista como Coccia debe ser verificado meticulosamente para confirmar que lo que escribe es cierto. Los tribunales en Italia , aunque sean desesperadamente lentos, son los habituales de un estado de derecho y no están permitidos los juicios sumarios con corte de cabeza. En el vaticano no existe la presunción de inocencia. Becciu no está investigado, ni en Italia ni en el Estado de la Ciudad del Vaticano, ni acusado, solo tenemos supuestas acusaciones de los magistrados vaticanos por corrupción y además, Becciu sigue siendo cardenal. Estas son la formas de actuar del los tribunales pontificios, Becciu ya está decapitado y no sabemos bien el porqué. Lo repetimos una vez más, Becciu tiene todo el derecho a defenderse, pero estamos seguros de que no llegará, se prefiere cerrar el caso que escarbar en complicadas complicidades. El Papa Francisco puede pensar que así manda más y refuerza su poder ante posibles ‘revueltas’ pero es un signo mas del miedo a la verdad y de terrible debilidad. En el caso McCarrick estamos en las mismas y los macarristas en sus puestos.
«Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés…»
Buena lectura.
Specola
sábado, 28 de noviembre de 2020
Twitter censura todo, excepto incendio de sacerdotes
El hashtag español #FuegoAlClero se convirtió en tendencia en Twitter.com, aunque el portal afirma que hace la guerra contra el “discurso de odio”.
Esto ocurrió el mismo día en el que Francisco aprobó la beatificación de 127 mártires españoles, sacerdotes, seminaristas, frailes, monjas y laicos, asesinados entre 1936-1939 por los comunistas españoles.
Pero ahora, en el 2020, vuelve el pasado. Se pueden ver tuits que alientan “quemar vivos a los sacerdotes” o que dicen “la única iglesia que ilumina es la que arde”.
Adviento: tiempo de espera, alegría y amor (Primer Domingo)
Duración 27:32 minutos
Homilía predicada el 2 de diciembre de 2007. Texto evangélico: Lc. 21: 25-33
NOTICIAS VARIAS 28 de noviembre de 2020
Atención con idolatrar a Viganò
SPECOLA
QUE NO TE LA CUENTEN
Selección por José Martí
Homilía de hoy | Sábado, XXXIV semana del Tiempo Ordinario | 28.11.2020 | P. Santiago Martín FM
Magnificat TV - Franciscanos de María
Duración 7:34 minutos
Mañana, domingo, 29 de noviembre de 2020, comienza el ciclo litúrgico B, con el primer domingo de Adviento.
viernes, 27 de noviembre de 2020
Los tiempos negros del Vaticano, las distracciones del Papa Francisco, los chicos de Bilderberg, el futuro de China
El «Libro Negro del Vaticano» de Gianluigi Nuzzi ya está a la venta. Ante el negro panorama que inunda las calles y plazas de la ciudad eterna solo nos faltaba ver los mortecinos escaparates llenos de libros negros. Son diez años de investigación, iniciada en 2008 con Vaticano S.p.A. y que llegan hasta Becciu. Nos presenta un viaje inédito que entrelaza hechos de sangre, como el asesinato de Emanuela Orlandi, muertes sospechosas, como la de Albino Luciani, y llega hasta los más sutiles asuntos llevados a cabo por cardenales sin escrúpulos. No olvidemos que muchos de los ‘escándalos’ que hoy padecemos son fruto del trabajo de periodistas como Gianluigi Nuzzi y no de la tan predicada trasparencia de los organismos vaticanos. Las noticias de hoy nos recuerdan a protagonistas que han aceptado juicio y prisión por haber dado a conocer hechos que, a diferencia de sus acciones, hubieran merecido investigación y cárcel. Poco a poco las cosas están encajando y llegará el momento de reconocer a los que han pagado un precio muy alto en términos de libertad personal, dado que algunas personas fueron privadas de ella, y han sufrido increíbles juicios sumarios que tuvieron un impacto mundial.
El autor del ‘Libro negro del Vaticano’ junto con Emiliano Fittipaldi, fue juzgado en el Vaticano, con acusaciones infundadas, como la de poner en riesgo la seguridad económica de la Santa Sede. El tribunal único y su juez único no han tenido más remedio que abrir procesos ante la presión mediática. Esto es nuevo en el Vaticano, es un buen paso adelante, no es posible pretender ocultar eternamente el monumental almacén de escándalos y seguir en silencio. Esta publicación nos ofrece una reflexión que está pesando en estos momentos en los organismos del Vaticano y que no parece que nadie este estudiando cómo resolver. La salud del Papa es fundamental, se intenta proteger al Papa Francisco de un posible contagio por todos los medios, pero si el Papa Francisco enferma, ¿qué pasaría? ¿Qué le pasaría a la Iglesia que atraviesa el período más difícil, el más complejo de la historia contemporánea?
Asistimos a un obstinado silencio del Espresso y de la Santa Sede tras la liquidación de Becciu que está siendo «utilizado para encubrir algo turbio”, hoy tenemos una larga entrevista a Lucetta Scaraffia y Korazyn nos ofrece la transcripción: «Hay una necesidad de verdad y justicia que no se debe pisotear con tanta facilidad», y si además el silencio es aceptado por periódicos, agencias y revistas que se declaran «católicas» el escándalo es mucho mayor, desde el punto de vista de la comunicación. La comunicación institucional de la iglesia, que lleva mucho tiempo en un estado comatoso.» Recordemos que Lucetta Scaraffia dirigió el Osservatore Romano mensual «Mujeres, Iglesia y Mundo». Y perece ser la única que ha roto el muro de silencio: «Mi idea es que hay algo grande detrás, no sé qué obviamente. Está claro que el cardenal fue elegido como chivo expiatorio para ocultar algo grande y dar una idea del Vaticano, refrescar la imagen del Vaticano, digamos, como un lugar donde se hace justicia golpeando incluso a los más altos cargos». «El Vaticano ha planteado una necesidad real de los fieles, que el dinero que damos a los pobres debe ir a los pobres, y contra la corrupción. Pero no hay solo dinero, ni solo hay pobres, también existe la necesidad de conocer la verdad y que todos los seres humanos, incluidos los cardenales, sean tratados con justicia». Los casos en el Vaticano se suceden: » Sí, no es el primero, lo sabes desde el caso del pobre Paolo Gabriele que murió ayer, las noticias extrañas salen del Vaticano y son parte de una guerra, a estas alturas la prensa se ha convertido en la mano armada de las guerras dentro del Vaticano».
El Papa Francisco en la entrevista de Valentina Alazraki y la pregunta sobre McCarrick y Viganò dio está respuesta: «De McCarrick no sabía nada, por supuesto, nada. Lo he dicho varias veces, no sabía nada. Sabes que no sabía nada de McCarrick, de lo contrario no me habría quedado callado. El motivo de mi silencio fue en primer lugar que las pruebas estaban ahí, les dije: “ustedes juzgan”». Para Viganó la cosa es clara:»Finge no recordar lo que le dije sobre McCarrick y finge que no fue él quien me preguntó por McCarrick en primer lugar», «Que el Papa haya dicho que no sabía nada es mentira».
En el blog de Tosati y de Valli tenemos un estudio sobre estas pequeñas ‘libertades con la verdad’ que tanto parecen gustar al Papa Francisco. En el informe elaborado por la Secretaría de Estado falta tanto la presencia de Angelo Sodano, protagonista absoluto de la última fase del pontificado de Juan Pablo II, como el Secretario de Estado de Benedicto XVI, Tarcisio Bertone. El propio informe intenta ocultar estas enormes lagunas citando a personajes secundarios que evidentemente actuaban a las ordenes de sus superiores. Según el Informe, Parolin dijo en «una breve conversación con el Papa Francisco que McCarrick había sido ‘objeto de chismes’ sobre actos imprudentes del pasado con adultos y que la Congregación para los Obispos le había indicado previamente a McCarrick que debía realizar una vida más reservada y sin viajar tanto”. El informe continúa diciendo que el cardenal Parolin recordó que «no lo presentó como un asunto de grave preocupación, ni como algo muy grave», Parolin recordó que el Papa Francisco comentó que «quizás McCarrick todavía podría hacer algo útil». Demasiadas «distracciones» del Papa Francisco y todas documentadas.
En este delicado momento, la Iglesia está siendo atacada. Los sacerdotes, y los pocos obispos, que viven y predican el Evangelio son perseguidos, humillados, ridiculizados por una ‘dictadura del bien’, cada vez más perniciosa. Sacerdotes, obispos y cardenales guardan silencio buscando una vida tranquila y no ser reprochados desde arriba ni perder sus ‘puestos de trabajo’. La pandemia se está aprovechando para imponer de forma rápida, con apariencia democrática, todas la teorías del nuevo orden mundial. Repasando el comité europeo para gestionar la post pandemia nos encontramos con nombres, todos, vinculados a una de las organizaciones más importantes, censuradas y controvertidas: el club Bilderberg. En Francia parece que se empiezan a revelar y para obispo de Bayona, entre otros, Marc Aillet: «El argumento de la salud no justifica nada. La salud física no puede convertirse en un valor absoluto «, » la prohibición de celebrar el culto, incluso cuando se toman las medidas sanitarias razonables, con las misas reducidas al rango de actividades «no esenciales»: ¡esto nunca se ha visto en Francia, excepto en París bajo la Comuna!», » está mal subestimar la libertad de culto que sigue siendo, en la ley que separa a la Iglesia del Estado, la primera de todas las libertades fundamentales a las que los ciudadanos, atados por el miedo, han abdicado sin cuestionar». » Debemos «dar al César lo que es del César», y también debemos «dar a Dios lo que es de Dios» y no somos del César, ¡sino de Dios!»,»¡No permitamos que nos roben la fuente de nuestra Esperanza!».
Siguen las sesiones del juicio por abusos a los monaguillos de San Pedro destapadas por las publicaciones de Gianluigi Nuzzi, veremos en qué terminan, por ahora hay mucha presencia en los medios.
El nuevo misal italiano que entra en vigor el primer domingo de adviento está agotado y parece que estará disponible a partir de enero. Libro sobre China “Anticipando el futuro de China. Retrato de Mons. Aloysius Jin Luxian S.J. «, de Spadaro, con largo prefacio de Tagle. Parece une estudio que pretende analizar la complejidad de la situación religiosa en China y justificar lo bien que estamos haciendo ahora las cosas.
La reforma de la curia puede esperar y el coordinador Maradiaga empieza a preocuparse por el pasado mexicano de su futuro auxiliar del que seguro que no sabía nada de nada, pero nada.
«…cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.»
Specola
La vacuna más segura contra el coronavirus (Roberto De Mattei)
En las últimas semanas, algunas de las compañías farmacéuticas más importantes del mundo han anunciado la inminente producción de vacunas contra el covid 19. Al comentar esta noticia, un prestigioso virólogo italiano, el profesor Andrea Crisanti, ha hecho una declaración llena de sentido común. Cuando se le preguntó si se vacunaría ahora, dio la siguiente respuesta: «Normalmente se necesitan de cinco a ocho años para producir una vacuna. Por eso, no disponiendo de datos, no me pondría la primera vacuna que apareciera en enero. Me gustaría tener la seguridad de que la vacuna ha tenido oportunidad de probarse y de que satisface todos los criterios de seguridad y eficacia. Como ciudadano, tengo derecho a ello, y no estoy dispuesto a aceptar un atajo».
Es una respuesta llena de sentido común, y es además coherente con el principio de precaución que tanto se invoca hoy para la protección del medio ambiente. No se entiende cómo es que ese principio no deba aplicarse también en el terreno de la salud. El profesor Crisanti no es contrario a las vacunas, pero sostiene acertadamente que los comunicados de prensa de las empresas farmacéuticas no bastan para garantizar la seguridad de ellas, y está a la espera de datos científicos que sean posteriormente verificados por agencias dedicadas a ello. Por este mensaje de prudencia, ha sido demonizado por los medios de difusión y por algunos de sus colegas.
Crisanti se ha defendido con una carta al director publicada en Il Corriere della Sera el pasado día 23, en la que entre otras cosas afirma: «Los guardianes de la ortodoxia científica no admiten vacilaciones ni indecisiones. Exigen un acto de fe a quienes no disponen de información privilegiada. “La vacuna funcionará”, exclaman indignados. Soy el primero que espero que así sea. Con todo, me tomo la libertad de objetar que la vacuna no es un amuleto. Dejemos la fe para la religión y las dudas y el debate a la ciencia, de la que son estímulo y garantía».
He dado espacio a estas declaraciones porque, a mi juicio, son la voz del sentido común en una época en la que con frecuencia se pierde el buen uso de la razón. Quien, como nosotros, no es inmunólogo ni microbiólogo, y no está por tanto en condiciones de hacer previsiones científicas y sólo puede esforzarse por no renunciar al buen uso de la lógica, no puede menos que dar toda la razón al profesor Crisanti. Pero como además hacer uso de la razón es necesario vivir esta pandemia a la luz de la fe, podemos señalar la existencia de un remedio para el coronavirus que es indudablemente el más eficaz, porque no sólo previene los males del cuerpo, que todos temen, sino también los mucho más peligrosos del alma, de los que nadie habla.
Me refiero a la Medalla Milagrosa, cuya festividad se celebra el 27 de noviembre. Fue la propia Virgen la que un día de 1830 se apareció a Catalina Labouré, novicia de 24 años, en la casa matriz de las Hijas de la Caridad en la parisina calle Bac. Catalina Labouré recuerda: «Vi formarse en torno a la Santísima Virgen un cuadro de forma más bien ovalada sobre el cual, arriba, se podían leer como haciendo un semicírculo que salía de la mano diestra de la Virgen estas palabras escritas en letras de oro: “Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”. Entonces oí una voz que me dijo: “Manda acuñar una medalla siguiendo este modelo. Todas las personas que la porten obtendrán grandes gracias, sobre todo si la llevan al cuello. Las gracias serán abundantes para quienes la lleven con confianza”. En ese momento tuve la impresión de que el cuadro se daba la vuelta y vi el reverso de la medalla. En él figuraba la letra M (inicial de María) bajo una cruz que tenía por base la letra I (inicial de Jesús en latín.) Más abajo había dos corazones, uno rodeado de espinas (el de Jesús) y el otro traspasado por una espada (el de María). Por último, todo estaba circundado de doce estrellas. Luego, todo desapareció como si se apagara, y me quedé llena de, no sé, de buenos sentimientos, de alegría y consuelo».
En 1832 se acuñaron los 1500 primeros ejemplares de la medalla que había pedido la Virgen. A partir de entonces se multiplicaron las gracias y milagros: pecadores convertidos, moribundos que sanaban, peligros alejados… toda clase de gracias. La parroquia parisina de Nuestra Señora de las Victorias se convirtió en un centro de extraordinaria propagación. Catalina Labouré llevó a cabo silenciosamente el apostolado de la Medalla Milagrosa hasta su muerte, que tuvo lugar el 31 de diciembre de 1876. Para aquellas fechas, la cantidad de medallas distribuidas superaba ya el millón. El fruto más sonado de la nueva devoción fue la conversión del judío Alfonso Ratisbonne, al que se le apareció la Virgen de la Medalla milagrosa el 20 de enero de 1842 en la iglesia de Sant’Andrea delle Frate en Roma.
En 1894, con ocasión del cincuentenario de las apariciones de la calle Bac, León XIII declaró auténtica la milagrosa conversión de Ratisbonne y estableció la festividad de la Medalla, para que se celebrase el 27 de noviembre de cada año. El 27 de julio de 1947, Catalina fue canonizada por Pío XII, y actualmente su cuerpo se venera en la capilla de las apariciones en la calle Bac, junto a la de Santa Luisa Marillac, fundadora junto con San Vicente de Paúl de las Hijas de la Caridad.
¿Por qué escogió la Virgen una simple medalla para distribuir sus gracias? Por la misma razón por la que eligió a una humilde novicia como destinataria de su mensaje: demostrar que la Providencia se vale siempre de instrumentos aparentemente insignificantes para derrotar a enemigos que se creen invencibles: «Dios ha escogido lo insensato del mundo para confundir a los sabios; y lo débil del mundo ha elegido Dios para confundir a los fuertes; y lo vil del mundo y lo despreciado ha escogido Dios, y aún lo que no es, para destruir lo que es» (1 Cor.1,27-29).
En su aparición del 27 de noviembre a Santa Catalina Labouré, la Virgen apoya victoriosa los pies sobre el mundo, y tiene en las manos otro orbe más pequeño y se lo ofrece a Dios. Si se lo ofrece es porque le pertenece. María, mediadora de todas las gracias y corredentora del género humano, es también Reina del Cielo y de la Tierra. El mundo es de Ella y no del dirigente del mundialismo. Hay un orden mundial que es santo, y es suyo.
El 19 de julio de 1931, con motivo del proceso de beatificación de Santa Catalina Labouré, Pío XI afirmó refiriéndose a los males que aquejaban a la Iglesia: «En estos días refulge la Medalla Milagrosa, como para recordarnos de modo visible y palpable que todo es posible para la oración, incluso los milagros, y sobre todo los milagros. Es ya de por sí un gran milagro que los ciegos vean… Pero hay otro milagro que debemos pedir a María, Reina de la Medalla: que vean los que no quieren ver».
La Medalla Milagrosa se bendice y se lleva puesta, preferiblemente al cuello. Sus devotos no sólo la portan al cuello o en el vestido, sino que la siembran en las propias casas, donde sea que hay dolor y pecado; puede propagarse por todas partes.
Llevada con fe por numerosos católicos en todo el mundo, la Medalla Milagrosa sigue cumpliendo hoy su extraordinaria misión y es una portentosa vacuna contra los males de nuestro tiempo. El último gran milagro que le pedimos es que se disipen las tinieblas del caos que envuelven al mundo en que vivimos.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)
Roberto De Mattei
El Supremo bloquea las restricciones sobre el culto en Nueva York (Carlos Esteban)
El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha decretado que las restricciones sobre la celebración del culto público impuestas por el estado de Nueva York vulneran la libertad religiosa y no son neutrales porque se dirigen de forma selectiva contra los lugares de culto.
Naturalmente, el gobernador de Nueva York, el hombre que está detrás de esas restricciones al culto que el Supremo anula por considerarlas inconstitucionales, Andrew Cuomo, es ‘católico’. Tan católico como Biden, al menos, y ni un punto menos entusiasta del aborto provocado.
Las disposiciones de Cuomo obligaban a congregaciones máximas de diez y veinticinco fieles (según el tipo) en instituciones religiosas, una limitación que no afecta a muchos negocios que la normativa califica de “esenciales”, como centros de acupuntura. La Sagrada Eucaristía, para un sedicente católico, es menos “esencial”.
El alto tribunal llegó a esta decisión después de una votación de 5-4, con lo que puede afirmarse que la reciente incorporación de la juez católica Amy Coney Barrett ha sido crucial en ella y, en general, en la defensa de una libertad religiosa cada vez más amenazada.
En la sentencia, el tribunal afirma que la norma aplica un tratamiento discriminatorio “especialmente duro” contra los lugares de culto.
Carlos Esteban
Apostasía: insoslayable evidencia
Hablábamos hace algunos días sobre la realidad de un cisma silencioso que estaba ya presente entre nosotros y en el que los cismáticos eran los miembros de la iglesia oficial que se había separado de la iglesia de los apóstoles, de los Padres y de los santos, es decir, de la iglesia de Cristo. Un extraño cisma encabezado por el Papa Francisco y secundado por la mayor parte de obispos, sacerdotes, religiosos y fieles. Si yo mismo hubiese leído este párrafo un tiempo atrás, no habría seguido con la lectura del artículo. Me hubiese resultado suficiente para calificar a su autor de exaltado y extremista. Y estimo que muchos de lo que lo lean ahora me calificarán del mismo modo.
Sin embargo, ante nuestro ojos se está desplegando con evidencia insoslayable la realidad de una apostasía que fue pintada hace muchas décadas por quienes nos precedieron: la traición de los hombres de iglesia y su entrega a los poderes y al espíritu del mundo.
Y hablo de una evidencia cuyo único modo de ser negada es tapándose los ojos, o la inteligencia. Y pongo como ejemplo un hecho que pasó inadvertido. Hace pocos días tuvo lugar el congreso de “superiores y superioras” generales de congregaciones religiosas dedicadas a la enseñanza y, por supuesto, el Papa Francisco hizo su aparición virtual en el condumio, dejándoles un mensaje del que transcribo las partes centrales:
El Pontífice invita a los religiosos a entrar en tres líneas de acción concreta: “centrarse, acoger e implicarse”.
Centrarse, entendido como centrarse en la persona, en “su valor, su dignidad, para poner de relieve su propia especificidad”, de manera que los jóvenes crezcan y maduren en “las capacidades y recursos necesarios para construir juntos un futuro de justicia y paz”.
Por esta razón, la acogida se convierte en “escucha del otro, de los destinatarios de nuestro servicio: los niños y jóvenes” necesitados, haciéndoles “atentos a otro tipo de voces, que no son sólo las de nuestro círculo educativo” para que no se “encierren en su propia autorreferencialidad” y para que “se abran al grito que brota de todos los hombres y de la creación”. El objetivo es “animar a nuestros niños y jóvenes para que aprendan a relacionarse, a trabajar en grupo, a tener una actitud empática que rechace la cultura del despilfarro”, “a salvaguardar nuestra casa común”, “adoptando estilos de vida más sobrios”, “respetando los principios de subsidiariedad y solidaridad y la economía circular”.
“Involucrarse y comprometerse”, dice el Papa Francisco, presupone “el compromiso activo de todos en esta labor educativa” para lograr “una mirada crítica, capaz de comprender los problemas en el campo de la economía, la política, el crecimiento y el progreso, y de buscar soluciones que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral”.
Estaban presentes en la reunión los sucesores de San Juan Bautista de Lasalle, de San José de Calasanz, de San Marcelino Champagnat, de San Juan Bosco y de tantísimos otros santos y santas que fundaron un sinfín de congregaciones religiosas, que fueron la flor de la iglesia, destinadas a la educación de niños y jóvenes y dirigida a un solo objetivo: hacer de ellos buenos cristianos a fin de que alcanzaran el cielo. Además de enseñarles las letras, las ciencias y las artes con pasión y calidad, les enseñaban sobre todo el camino de la salvación. Era esto tan obvio que nadie podía pensar siquiera en otra posibilidad o, mejor aún, los únicos que la pensaban eran novelistas o exégetas de imaginación calenturienta como Benson, Castellani, Soloviev, Hugo Wast y tantos otros.
Lo que tenemos ante nuestros ojos —y que los neocones tomen nota puesto que no se trata de interpretaciones antojadizas—, es que el Sumo Pontífice propone que todas las congregaciones religiosas dedicadas a la enseñanza promuevan una educación en la que Cristo, la salvación del alma y las verdades de la fe están completamente ausentes. Más aún, tampoco están presentes las ciencias, las letras y las artes. Los únicos objetivos son los mismos proclamados durante siglos por el humanismo masónico y anticristiano, la promoción del hombre por el hombre mismo, despojado de cualquier indicio de trascendencia y encerrado en el mundo inmanente de la fraternidad ecológica y universal.
A estas alturas, nadie puede hacerse ya el distraído. Estamos ante una gran apostasía encabezada por el Sucesor de Pedro, secundado por una riada de obispos apóstatas y cobardes, y de curas y fieles bobos y cómodos, que están convirtiendo a la iglesia visible en una ciénaga en la que más pronto que tarde deberemos dejar de embarrarnos.
The Wanderer
Realeza de Cristo (por el padre Alfonso Gálvez)
Homilía pronunciada el 25 de octubre de 2009
Duración 28:50 minutos
miércoles, 25 de noviembre de 2020
Comentarios al margen del informe de la Secretaría de Estado sobre Theodore McCarrick
El Informe McCarrick, publicado por la Secretaría de Estado el pasado 10 de este mes de noviembre de 2020, ha sido objeto de numerosos comentarios. Algunos ponen de relieve sus lagunas, en tanto que otros lo elogian como prueba de la transparencia de Bergoglio y lo infundado de las acusaciones. Me gustaría centrarme en algunos aspectos que merecen ser tratados en profundidad y que no me afectan personalmente. Estas reflexiones no tienen por objeto, por tanto, aportar más pruebas sobre la falsedad de los argumentos expuestos contra mí, sino poner de manifiesto las incongruencias y conflictos de intereses entre el juez y el que es juzgado, que a mi juicio invalidan la investigación, el proceso y la sentencia.
IMPARCIALIDAD DEL ÓRGANO JUDICIAL
En primera lugar, a diferencia de lo que pasa en un proceso civil o penal normal, en las investigaciones eclesiásticas hay una especie de derecho implícito a la credibilidad en los testimonios de clérigos. Me da la impresión de que ello ha permitido que se consideren pruebas los testimonios de prelados que podrían encontrarse en situación de complicidad con respecto a McCarrick y que no tendrían ningún interés en revelar la verdad, ya que no les perjudicaría a ellos ni a su imagen. En resumidas cuentas, haciendo una comparación con personajes de Pinocho, cuesta pensar que el Gato (Kevin Farrell), pueda exonerar creíblemente al Zorro (Theodore McCarrick). Y sin embargo eso es lo que ha sucedido, del mismo modo que fue posible engañar a Juan Pablo II en cuanto a la conveniencia de nombrar a McCarrick cardenal arzobispo de Washington, o a Benedicto XVI sobre la gravedad de las acusaciones que pesaban sobre el purpurado.
A estas alturas ya se entiende que en el caso del Argentino ese derecho a la credibilidad adquiere la categoría de dogma, quizás el único que no se puede poner en duda en la iglesia de la misericordia, y más cuando las interpretaciones de la realidad –que los mortales llaman prosaicamente mentiras– han sido expresadas por él mismo.
Desconcierta además que se haya dado tanta importancia al testimonio de monseñor Farrell en defensa de McCarrick –llega a dársele al obispo el título de excelentísimo– y que al mismo tiempo se omita totalmente el testimonio de James Grein, así como que prudentemente se haya preferido no deponer a los secretarios de Estado Sodano y Bertone. Tampoco se entiende por qué motivo se han considerado válidas y creíbles las palabras de Farrell en defensa del amigo y compañero de casa y no las mías, siendo no obstante arzobispo y nuncio apostólico. El único motivo que alcanzo a comprender es que mientras las palabras de Farrell confirman la tesis de Bergoglio, las mías la refutan y demuestran que el obispo de Dallas no es el único que ha mentido.
Habría que recordar igualmente que el cardenal Wuerl, sucesor de McCarrick en la sede de Washington, dimitió el 12 de octubre de 2018 presionado por la opinión pública tras su reiterada negación de haber tenido conocimiento de la conducta depravada de su compañero en el episcopado. En 2004, Wuerl tuvo que hacerse cargo de la denuncia presentada contra McCarrick por Robert Ciolek, ex sacerdote de la diócesis de Metuchen, la cual envió al entonces nuncio apostólico cardenal Gabriel Montalvo. En 2009 Wuerl dispuso su traslado del seminario Redemptoris Mater a la parroquia de Santo Tomás Apóstol de Washington. En 2010 el propio Wuerl, junto con el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Francis George, manifestó a la Secretaría de Estado que no era aconsejable felicitar a McCarrick con ocasión de su octogésimo cumpleaños. El informe cita además la correspondencia entre el nuncio Sambi y Wuerl con respecto al peligro de escándalo en torno a McCarrick. Y lo mismo se puede decir de la correspondencia del cardenal Re, prefecto de la Congregación para los Obispos, la cual confirma que Wuerl «ha favorecido constantemente a McCarrick, incluso cuando no vivía en el seminario». Por eso, resulta muy extraño que las graves sospechas que pesaban sobre el cardenal antes de mi nombramiento como nuncio, ampliamente documentadas en el informe, sean consideradas motivo de reproche contra mi persona, a pesar de que yo las notifiqué una vez más a la Secretaría de Estado, si bien no eran contra Wuerl; el cual, aun después de dimitir del cargo de arzobispo de Washington, ha mantenido sus cargos en los dicasterios romanos, incluida la Congregación para los Obispos, en la cual tiene voz y voto en el nombramiento de prelados.
Es incomprensible que los redactores del informe juzguen tan a la ligera a Juan Pablo II por haberse fiado de las palabras de su secretario en defensa de McCarrick y exoneren a Bergoglio a pesar de la tremenda pila de expedientes sobre el Tío Ted, a quien le había pedido su predecesor que procurara no llamar la atención.
Creo que ha llegado el momento de aclarar de una vez por todas la postura del cuerpo juzgante; mejor dicho, de este cuerpo juzgante con relación al acusado.
Según el derecho, un juez debe ser imparcial, y para ello no debe tener el menor interés ni el menor vínculo con el reo. En realidad, esta imparcialidad falta en uno de los procesos más sonados de la historia de la Iglesia, cuando los escándalos y delitos de que es objeto el acusado revisten tal gravedad como para ameritar la deposición del cardenalato y la reducción al estado laico.
AUSENCIA DE VERDADERA CONDENA
Es preciso destacar la extrema suavidad de la condena impuesta al reo, es más, se podría decir la falta de condena, dado que al imputado sólo se lo ha despojado su condición sacerdotal mediante procedimiento administrativo del tribunal de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ratificada por Bergoglio como cosa juzgada. No obstante, habría sido posible condenarlo a una pena de arresto, como se hizo con el consejero en la nunciatura en Washington, que en 2018 fue condenado a cinco años de prisión en el Vaticano por posesión y difusión de pornografía infantil.
Lo cierto es que el hecho de despojarlo del estado clerical manifiesta la esencia del famoso clericalismo –tan deplorado de palabra– que poco menos que considera el estado laico un castigo en sí, cuando tendría que ser motivo de imposición de una sanción penal. Entre otras cosas, al no haber sido condenado a una pena de cárcel, o al menos de arresto domiciliario, McCarrick tiene una libertad de movimiento y de acción que mantiene inalterada su situación. Ello le permite cometer nuevos delitos y seguir ejerciendo sus actividades delictivas tanto en el ámbito eclesial como en el político.
Por último, hay que recordar que el proceso canónico no afecta las causas penales instruidas contra el ex purpurado en tribunales de EE.UU, los cuales, curiosamente, se eternizan en el máximo secreto, demostrando una vez más el poder político y la influencia mediática de McCarrick, no sólo en el Vaticano sino también en los Estados Unidos.
CONFLICTOS DE INTERESES Y OMISIONES
Cuesta fijarse en el juez de esta causa sin tener en cuenta que puede estar en deuda con el imputado y sus cómplices. Es decir, que se encuentre en un evidente conflicto de intereses.
Si Jorge Mario Bergoglio debe su elección a la conjura de la llamada Mafia de San Galo, integrada por cardenales ultraprogres en trato constante y asiduo con McCarrick; si el apoyo de McCarrick al candidato Bergoglio tuvo eco en los electores del cónclave y en los que tienen capacidad persuasiva en el Vaticano, por ejemplo, el famoso caballero italiano al que aludió el cardenal estadounidense en una conferencia pronunciada en la Universidad Vilanova; si la renuncia de Benedicto XVI fue de algún modo provocada o favorecida por intromisión de la iglesia profunda y el estado profundo, es lógico suponer que Bergoglio y sus colaboradores no tienen la menor intención de que salgan a la luz en el informe ni los nombres de los cómplices de McCarrick ni los de quienes lo han apoyado en su cursus honorum eclesiástico, ni tampoco sobre todo quienes ante una eventual condena podrían vengarse, por ejemplo, revelando la participación de personalidades destacadas de la Curia Romana, por no decir el propio Bergoglio.
Contradiciendo descaradamente la declarada afirmación de transparencia, el informe se abstiene de dar a conocer las actas del proceso administrativo. Cabe, por tanto, preguntarse si la defensa de McCarrick pactó la condena de su cliente a cambio de una pena irrisoria, que de hecho deja en total libertad al imputado de tan graves delitos, e impidió que las víctimas recusasen al juez y exigieran una justa compensación. Esta anomalía salta a la vista incluso para quien no está versado en el derecho.
INTERESES COMUNES ENTRE LA IGLESIA PROFUNDA Y EL ESTADO PROFUNDO
En esta red de complicidades y chantajes se evidencian los vínculos entre el juez y el imputado incluso en el terreno político, en particular con el Partido Demócrata, con la China comunista y en general con los movimientos y partidos mundialistas. Que en 2004 McCarrick, a la sazón arzobispo de Washington, se empeñara en bloquear la difusión de la carta del entonces Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, cardenal Josef Ratzinger, al episcopado estadounidense sobre la prohibición de administrar la Comunión a políticos partidarios del aborto constituye indudablemente un respaldo a los políticos demócratas que se dicen católicos, desde John Kerry a Joe Biden. Este último, convencido abortista, se ha ganado el apoyo prácticamente unánime de la jerarquía, pudiendo gracias a ello contar con votos que en caso contrario habrían estado destinados a Trump. Curiosa coincidencia, a decir verdad: por un lado, el estado profundo ha golpeado a la Iglesia y a Benedicto XVI con la intención de elegir como papa a un representante de la iglesia profunda; por otro, la iglesia profunda ha golpeado al Estado y a Trump con miras a elegir a un representante del estado profundo. Juzgue el lector si los planes de los conjurados han logrado el fin que se habrían propuesto.
Esta colusión con la izquierda internacional es la consecuencia inevitable de un proyecto más amplio, en el que las quintas columnas de la disolución en el seno de la Iglesia colaboran con el estado profundo siguiendo un mismo guión y bajo una misma dirección: los protagonistas de este drama representan papeles variados pero escenifican una misma trama en el escenario.
ANALOGÍAS CON LA PANDEMIA Y EL FRAUDE ELECTORAL
Bien mirado, también la pandemia y los pucherazos de EE.UU. muestran inquietantes analogías con el caso McCarrick y con todo lo que pasa en la Iglesia. Los encargados de decidir si hay que quedarse en casa o hay que vacunar a toda la población se valen de medios poco confiables, precisamente porque con ellos pueden falsificar los datos con la complicidad de los grandes medios de difusión. Da igual que el virus tenga un índice de mortalidad parecido al de una gripe estacional o que el número de fallecidos se ajuste al de años anteriores; alguien ha decidido que hay una pandemia y que es necesario derribar la economía mundial para sentar las bases del Gran Reinicio. Los argumentos racionales, las evaluaciones científicas y la experiencia de los científicos serios empeñados en la cura de los pacientes no valen nada al lado del guión que se exige seguir a los actores. Y lo mismo pasa con las elecciones de EE.UU.: ante las pruebas de fraude, que va adquiriendo las características de un auténtico golpe de estado tramado por unas mentes criminales, los medios informativos se obstinan en presentar a Joe Biden como el vencedor, mientras los dirigentes internacionales –la Santa Sede incluida– se apresuran a reconocer su victoria, desacreditar a sus adversarios republicanos y presentar a Trump como un prepotente solitario que está a punto de ser abandonado por los suyos y por la propia primera dama. Da igual que aparezcan en internet numerosos videos presentando las irregularidades cometidas durante el escrutinio, o que surjan centenares de testimonios de fraude; los demócratas, los medios y todo el elenco de actores repiten que Biden es el presidente electo y Trump tiene que irse. Porque en la tierra de la mentira, si la realidad no se ajusta al discurso dominante, lo que hay que corregir y censurar es la realidad. Y así, los millones de personas que se manifiestan en las calles protestando contra el confinamiento o contra los fraudes electorales no existen, simplemente porque no se los muestra en televisión y se los censura en internet, y lo que los medios denuncian como bulos hay que considerar acríticamente que en efecto lo son.
SOMETIMIENTO DE PARTE DE LA JERARQUÍA
No es de extrañar que la Conferencia Episcopal de EE.UU., puntualmente seguida por la agencia Vatican News y por una afectuosa llamada telefónica de Bergoglio a Biden, se apresura a demostrar su fidelidad al sistema: esos eclesiásticos están metidos de lleno en el asunto y tienen que seguir meticulosamente el papel que se les ha confiado. Hicieron lo mismo a nivel mundial secundando las restricciones por el Covid: cerraron iglesias, ordenaron suspender la liturgia e invitaron además a los fieles a obedecer a las autoridades civiles. El arzobispo de Washington se ha tomado la libertad de criticar la visita oficial del Presidente y su esposa al santuario de San Juan Pablo II, y junto a otros obispos y sacerdotes se ha declarado a favor del movimiento Black Lives Matter. Tanta entrega a la causa les ha valido púrpura cardenalicia hace pocos días. Y no es casual la adhesión al plan mundialista por parte de personajes comprometidos en apoyar el movimiento LGTB, empezando por Cupich, Tobin, Wuerl, McElroy y Stowe. Es significativo, por otra parte, el estruendoso silencio por parte de la Santa Sede y de los obispos de todo el mundo ante los problemas éticos que plantean las vacunas de inminente distribución, hechas con células de fetos humanos abortados. No permita Dios que la especulación sobre la pandemia de las compañías farmacéuticas vea cómo la Iglesia es igualmente objeto de generosos donativos, como ya sucedió con el acuerdo China-Vaticano.
Los vicios y la corrupción unen la iglesia profunda y el estado profundo en una cloaca de delitos y pecados repugnantes en la que los indefensos y los niños son víctima de abusos y violencia cometidos por personajes que al mismo tiempo promueven el aborto, la ideología de género y la libertad sexual para los menores, incluida la de cambiar de sexo.
Igualmente, la inmigración clandestina –promovida para desestabilizar las naciones y anular su identidad– encuentra acuerdo entre la izquierda y la Iglesia de Bergoglio, a pesar de su estrecha relación con el tráfico de menores, el aumento de la criminalidad y la destrucción del tejido social. Es más, se promueve precisamente por ese motivo, del mismo modo que se promueve el enfrentamiento político de cara a las elecciones en EE.UU., la crisis económica debida a la gestión criminal de la pandemia y posiblemente hasta la guerra religiosa con los atentados de matriz islámica y la profanación de iglesias por toda Europa.
NECESIDAD DE UNA VISIÓN DE CONJUNTO
Causa también gran desconcierto que en este panorama perfectamente coherente haya muchos prelados –por no decir la totalidad– que se limiten a analizar los sucesos que tienen que ver con la Iglesia como si sólo tuvieran que ver con ella y no guardaran la menor relación con los acontecimientos sociales y políticos que tienen lugar en todo el mundo. Hay obispos que tímidamente toman posición ante las palabras de Bergoglio que piden la legalización de las parejas de hecho, o ante la incongruencia y las falsedades que se perciben en el informe McCarrick. Pero ninguno de ellos, ni siquiera animado por buenas intenciones, se atreve a denunciar la evidencia, es decir, la existencia de un pacto de iniquidad entre la parte desviada de la jerarquía –la propia iglesia profunda– y la parte desviada del estado, el mundo de la alta finanza y la información. Y sin embargo es tan obvia que debería ser objeto de análisis por muchos intelectuales, en su mayoría seglares.
PÉRDIDA DE CREDIBILIDAD
Es preciso denunciarlo pregonándolo a los cuatro vientos: el informe de la Secretaría de Estado es una vergonzosa y torpe tentativa de dar una semblanza de credibilidad a una pandilla de pervertidos y corruptos al servicio del Nuevo Orden Mundial. Resulta surrealista que esta operación de descarado engaño no la haya realizado el imputado, sino quienes lo debían juzgar, y paradójicamente, junto con él deberían juzgarse también a sí mismos, a sus colegas, sus amigos y todos los que les han garantizado impunidad y los han promovido en su trayectoria.
La credibilidad que merecen los redactores del informe se puede ver en la débil condena de un prelado orgánico al sistema, al que Bergoglio mismo envió como interlocutor de la Santa Sede con la dictadura comunista china y al mismo tiempo desempeñaba cargos oficiales para el Departamento de Estado estadounidense y tenía trato frecuente con los Clinton, Obama, Biden y los demócratas. Esa credibilidad se puede confirmar por el hecho de que a un corrupto homosexual, abusador de menores y corruptor de sacerdotes y seminaristas se han limitado a despojarlo de su dignidad cardenalicia y del estado clerical sin aplicarle la menor pena de arresto ni excomulgarlo por los delitos con que se ha manchado, incluida la solicitatio ad turpia en la confesión, que es uno de los delitos más odiosos que puede cometer un sacerdote. En este proceso tan sumario como lleno de omisiones brilla por su ausencia la dimensión espiritual de la culpa: no se ha excomulgado al culpable, cuando la excomunión es una sanción eminentemente medicinal en orden a la salvación eterna, y tampoco se lo ha exhortado a la penitencia, la enmienda pública y la reparación.
UNA COMISIÓN INDEPENDIENTE
Cuando después de la Segunda Guerra Mundial se celebraron los juicios de Nuremberg contra los criminales nazis, el tribunal estaba presidido por un magistrado ruso encargado de juzgar la invasión de Polonia que, como sabemos, Alemania se repartió con Rusia. No veo mucha diferencia con lo que estamos viendo ahora con la tentativa de achacar las responsabilidades del caso McCarrick a Juan Pablo II, a Benedicto XVI y al que suscribe. El único que queda libre de sospecha en el relato de la Secretaría de Estado, así como de acusaciones siquiera indirectas y de la menor sombra de encubrimiento, es el Argentino.
Sería conveniente constituir una comisión independiente, como esperaba el episcopado estadounidense en noviembre de 2018 pero fue firmemente impedido por la Congregación de los Obispos por orden de Begoglio, que investigase este caso libre de influencias externas y sin ocultar pruebas decisivas. Con todo, dudo que se hiciera caso de unas improbables esperanzas de la Conferencia Episcopal de EE.UU., dado que entre los purpurados del próximo consistorio está el arzobispo de Washington, ejecutor de las órdenes de Santa Marta, junto a los fidelísimos siervos Cupich y Tobin.
Si realmente se arrojara luz sobre todo el asunto, se derrumbaría el castillo de naipes levantado en los últimos años, y se revelaría así la complicidad de altísimos miembros de la Jerarquía, así como la relación con el Partido Demócrata y con la izquierda internacional. Se confirmaría, en suma, lo que muchos no se atreven todavía a admitir: cuál es la labor desempeñada por la iglesia profunda desde la elección de Juan XXIII, sentando las bases teológicas y el clima eclesial que permitiría subordinar la Iglesia al Nuevo Orden Mundial y sustituir al Papa por el falso profeta del Anticristo. Si no ha sucedido aún del todo, no podemos sino dar gracias a la Providencia.
HONRADEZ INTELECTUAL
Supongo que los moderados –tan callados hoy con relación al Covid 19 como para denunciar los fraudes electorales o la farsa del informe McCarrick– se horrorizarán al ver que se pone en tela de juicio el Concilio Vaticano II. También se horrorizan los demócratas cuando se critican las leyes por las que Estados Unidos ha contrariado la voluntad de los votantes. Se horrorizan igualmente los sedicentes expertos cuando se rebaten sus afirmaciones que contrastan con la verdad científica y la evidencia epidemiológica. Se horrorizan los partidarios de la acogida a los inmigrantes ilegales cuando se les hacen ver las estadísticas de homicidios, violaciones, actos violentos y robos cometidos por inmigrantes irregulares. Y se horrorizan los partidarios del lobby gay cuando se pone de manifiesto que los delitos penales de abuso cometidos por sacerdotes son obra de un elevado porcentaje de homosexuales. Ante este rasgado general de vestiduras, me gustaría recordar que bastaría un poco de honradez intelectual y un poco de juicio crítico para reconocer la evidencia por dolorosa que sea.
RELACIÓN ENTRE HEREJÍA Y SODOMÍA
Esta relación intrínseca entre desviación doctrinal y desviación moral se ha hecho evidente con motivo del enfrentamiento con los encubridores del caso McCarrick; los implicados son casi siempre los mismos, tienen los mismos vicios contra la Fe y la moral. Se defienden, se encubren y se promueven unos a otros porque forman parte de un verdadero lobby, o sea, un grupo de poder capaz de influir para su propia ventaja en la acción de los legisladores y en las decisiones del Gobierno y de los máximos órganos de administración.
En el terreno eclesiástico, el lobby se ocupa de eliminar la condena moral de la sodomía, haciéndolo ante todo en su propio provecho, ya que está compuesto en su mayoría de sodomitas. Se adapta al proyecto político de legalizar las aspiraciones de los movimientos LGTB promovidos por políticos no menos viciosos. Es también evidente el papel que ha desempeñado en las últimas décadas la Iglesia Católica –mejor dicho, su parte desviada moral y doctrinalmente– abriendo la ventana de Overton con la homosexualidad, de manera que el pecado contra natura que siempre condenó dejara de ser reconocido en los cada vez más frecuentes escándalos. Si hace cuarenta años causaba horror la noticia de los abusos cometidos por un sacerdote contra un muchacho, desde hace unos años la prensa informa de la irrupción de la policía vaticana en el apartamento del secretario del cardenal Coccopalmerio en el Palacio del Santo Oficio, donde se celebraba una orgía de sacerdotes con drogas y prostitutas. De ahí sólo habrá un paso a la legalización de la pedofilia que desean algunos políticos. El terreno se ha abonado con la teorización de presuntos derechos sexuales de los menores, la imposición de la educación sexual en la escuela primaria por recomendación de la ONU y los intentos de legislar en los parlamentos para reducir la edad de consentimiento, que van todos en una misma dirección. Algún ingenuo –suponiendo que todavía se pueda hablar de ingenuidad– dirá que la Iglesia jamás podrá estar a favor de la corrupción de menores porque ello contradiría el perenne Magisterio católico; pero me limitaré a recordar lo que hace apenas unos años se decía de los supuestos matrimonios homosexuales, la ordenación de mujeres, el celibato eclesiástico y la abolición de la pena de muerte y todo lo que hoy se dice impunemente ante el aplauso del mundo.
LA TRAMA McCARRICK
Lo que señala el informe no es tanto su contenido como lo que calla y oculta tras una montaña de documentos y testimonios, por espeluznantes que sean. Muchos periodistas, y muchísimos eclesiásticos, tenían conocimiento de la escandalosa vida del hombre del capelo rojo, y aun así lo consideraban, maquiavélicamente, útil para los intereses del Partido Demócrata, expresión del estado profundo y del progresismo católico de la iglesia profunda. En el Washingtonian se pudo leer en 2004: «Con un católico polémico en la carrera por la presidencia (John Kerry), el cardenal está considerado por muchos el hombre del Vaticano en Washington, y podría cumplir un papel importante en la selección del próximo papa» (ver aquí). Papel orgullosamente reivindicado en discurso pronunciado el 11 de octubre de 2013 en la Universidad Vilanova y que hoy, con el cardenal Farrell ascendido a camarlengo de la Santa Romana Iglesia por nombramiento de Bergoglio podría concretarse una vez más. Teniendo en cuenta las relaciones de fidelidad que se consolidan entre los miembros de la mafia rosa, es razonable pensar que McCarrick esté todavía en situación de poder intervenir en la elección del Pontífice no sólo mediante la red de amigos y cómplices, algunos de ellos cardenales electores, sino también de participar activamente en el cónclave y en su preparación.
No debemos extrañarnos de que después de constatar el fraude en la elección del presidente de los EE.UU. alguno tratara de manipular también la elección del Sumo Pontífice. No olvidemos que, como ya han señalado varias fuentes, en la cuarta votación del segundo día del último cónclave apareciera una irregularidad en el cómputo de los votos, que se solucionara con una nueva votación, anulando lo previsto en la constitución apostólica Universi Dominici gregis promulgada por Juan Pablo II en 1996.
Es significativo, sin embargo, que si por un lado McCarrick ha sido relevado de sus funciones y reside en un lugar desconocido (donde puede proseguir sin problemas sus funciones paradiplomáticas por cuenta del estado profundo y la iglesia profunda bajo las anónimas vestiduras de laico), por otro todos los que gracias a McCarrick han hecho carrera en la Iglesia siguen en su puesto y hasta han sido ascendidos. Todos estos personajes a los que ha promovido en razón de un modo de vida común y unas mismas intenciones. Todos son chantajeables y chantajistas gracias a los secretos que han llegado a conocer desde su posición. Algunos podrían tal vez ser obligados a obedecer al Sr. McCarrick si él los pone entre la espada y la pared o puede corromperlos con las ingentes cantidades de dinero que tiene a su disposición, aunque ya no sea príncipe de la Iglesia.
La trama urdida por este cardenal está como vemos en condiciones de interferir y actuar en la vida de la Iglesia y de la sociedad, con la ventaja de haber cargado sobre un conveniente chivo expiatorio todas las culpas de la mafia rosa y de que está pareja ajena a las acusaciones de abuso. Pero basta con traspasar la cancela de la Puerta Angélica para toparse con personajes impresentables, algunos de los cuales han sido llamados al Vaticano para sustraerlos a las investigaciones que pendían sobre ellos en el extranjero. Otros son, además, asiduos a la Casa Santa Marta, o cumplen funciones directivas, consolidando la trama de connivencias y complicidades bajo la mirada consentidora del Príncipe. Por otro lado, el hincapié en la labor moralizadora de Bergoglio se estrella contra la cruda realidad de que nada ha cambiado tras la Muralla Leonina en vista de la protección de que gozan entre otros Peña Parra y Zanchetta.
NO SE HA CONDENADO LA SODOMÍA
Algunos comentaristas han señalado con razón un dato desgarrador: que los delitos por los que se ha juzgado a McCarrick sólo tienen que ver con los abusos de menores, mientras que las relaciones contra natura cometidas con adultos con mutuo consentimiento se aceptan y toleran como si tal cosa, como si tan deplorables actos inmorales y sacrílegos de sodomía realizados por sacerdotes no merecieran condena, sino sólo la imprudencia de no haber sabido mantenerlo en el secreto de las cuatro paredes domésticas. A su debido tiempo también habrá que pedir cuentas a los responsables. Sobre todo teniendo en cuenta la cada vez más patente voluntad de Bergoglio de aplicar un enfoque pastoral laxista, según el método experimentado con Amoris laetitia, derogando la condena moral de la sodomía.
LOS CULPABLES Y LAS VÍCTIMAS DE LOS ESCÁNDALOS
La paradoja que surge de los escándalos del clero es que lo que menos preocupa al círculo mágico de Bergoglio es hacer justicia a las víctimas, no sólo compensándolas (cosa que tampoco hacen los culpables; lo han hecho las diócesis con el dinero de los fieles) sino también castigando de modo ejemplar a los culpables. Y no sólo habría que castigar los delitos reconocidos en el código penal por las leyes de los estados, sino también los delitos morales a causa de los cuales personas mayores de edad han sido inducidas por ministros sagrados a cometer pecados graves. ¿Quién curará las heridas del alma, quién lavará las manchas de impureza de tantos jóvenes, entre los que hay seminaristas y sacerdotes? Parece por el contrario sólo se consideran verdaderas víctimas los que han sido sorprendidos y expuestos a la vergüenza pública; se sienten afectados en sus intereses, en sus intrigas, en tanto que sólo se considera culpables a quienes han denunciado los escándalos, quienes han pedido justicia y verdad, empezando por sacerdotes que han sido alejados o privados de la cura de almas por haber tenido la osadía de informar a su obispo de las perversiones de uno de sus hermanos.
LA SANTA IGLESIA ES VÍCTIMA DE LOS DELITOS DE SUS MINISTROS
Hay, además, otra víctima completamente inocente de estos escándalos: la Santa Iglesia. La imagen de la Esposa de Cristo ha sido cubierta de fango, ultrajada, humillada y desacreditada porque quienes han cometido esos delitos disfrutaban de la confianza que despertaba el hábito que vestían, valiéndose de su posición de sacerdote o prelado para atrapar y corromper almas. De ese descrédito de la Iglesia son también culpables cuantos en el Vaticano, en las diócesis, los conventos, las escuelas católicas y las diversas organizaciones religiosas –pensemos en los Boy Scouts– no han extirpado de raíz esa plaga y la han ocultado y negado. Es ya evidente que esta invasión de homosexuales y pervertidos ha sido programada y prevista; no se trata de un hecho fortuito debido a una falta de control, sino de un plan concreto de infiltración sistemática de la Iglesia para demolerla desde dentro. De ella tendrán que responder al Señor aquellos a los cuales había confiado el gobierno de su Esposa.
Con todo, nuestros adversarios olvidan que la Iglesia no es una agrupación de personas sin rostro que obedecen ciegamente a mercenarios, sino un Cuerpo vivo con una Cabeza divina, Nuestro Señor Jesucristo. Pensar que se pueda matar a la Esposa de Cristo sin que intervenga el Esposo es una locura que sólo Satanás puede creer posible. De hecho, él mismo se dará cuenta al crucificarla y cubrirla de esputos y latigazos así como crucificó al Salvador hace dos mil años, está sellando su derrota definitiva. O mors, ero mors tua; morsus tuus ero, inferne.
+Carlo Maria Viganò, arzobispo
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)
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