Durante décadas creyó que casi todo el mundo se salvaría, que muy pocos irían al infierno y que muchos necesitarían purificarse en el purgatorio, aunque sabía que los Doctores de la Iglesia enseñaban que la mayoría de la raza humana está condenada.
El cardenal era muy consciente de la advertencia de Cristo en Lc 13, 24: “Esfuércense para entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos querrán entrar y no podrán”.
Él “cambió” sus puntos de vista cuando un obispo estadounidense le dijo que la crucifixión de Cristo y la actividad sacerdotal serían inútiles si no hubiera castigo eterno.
Ahora, Pell dice que él era un “sentimentalista cómodo” que desconocía el terrible sufrimiento causado por el pecado y subestimaba “la terquedad de la voluntad humana”.
Él cree que no tomar en serio el hecho que Cristo juzgará a todos en el último día está “en el corazón de la crisis de la fe y de la moral”.