El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha decretado que las restricciones sobre la celebración del culto público impuestas por el estado de Nueva York vulneran la libertad religiosa y no son neutrales porque se dirigen de forma selectiva contra los lugares de culto.
Naturalmente, el gobernador de Nueva York, el hombre que está detrás de esas restricciones al culto que el Supremo anula por considerarlas inconstitucionales, Andrew Cuomo, es ‘católico’. Tan católico como Biden, al menos, y ni un punto menos entusiasta del aborto provocado.
Las disposiciones de Cuomo obligaban a congregaciones máximas de diez y veinticinco fieles (según el tipo) en instituciones religiosas, una limitación que no afecta a muchos negocios que la normativa califica de “esenciales”, como centros de acupuntura. La Sagrada Eucaristía, para un sedicente católico, es menos “esencial”.
El alto tribunal llegó a esta decisión después de una votación de 5-4, con lo que puede afirmarse que la reciente incorporación de la juez católica Amy Coney Barrett ha sido crucial en ella y, en general, en la defensa de una libertad religiosa cada vez más amenazada.
En la sentencia, el tribunal afirma que la norma aplica un tratamiento discriminatorio “especialmente duro” contra los lugares de culto.
Carlos Esteban