Desde la COPE hasta la propia Conferencia Episcopal de Estados Unidos, la opinión oficial de la jerarquía católica parece especialmente satisfecha con la presunta victoria de Biden, hasta el punto de saltarse la puntillosa diplomacia eclesial para llamarle presidente electo simplemente porque así le ha declarado la prensa.
Ya sabemos que los católicos no debemos ‘obsesionarnos’ por el aborto, aunque en realidad no sabemos muy bien por qué. Si uno cree realmente que el feto es completamente humano, dotado de la misma dignidad que cualquier persona, siendo totalmente inocente e implicando su aniquilación a su propia madre, no entiendo bien cómo no podría ser el tema político que más podría interesar a la Iglesia Católica. Desde su consagración como derecho constitucional hasta hoy ha causado más de cincuenta millones de víctimas. ¿No clama al cielo? ¿Qué causa puede haber más clara y, a la vez, más (literalmente) sangrante?
Pues ya ven: el ‘católico’ Biden es un abierto y vociferante partidario del aborto, hasta el punto de anunciar que promocionará una ley federal asegurando este ‘derecho’ en el caso de que el Supremo dé la vuelta al caso Wade contra Roe, mientras que Trump ha sido el presidente más provida desde los setenta. ¿Por qué, entonces, tanto alborozo por parte de la jerarquía católica?
Se explica así: Biden ha anunciado que volverá a los acuerdos de París contra el Cambio Climático (en realidad, una transferencia de renta hacia China) y que legalizará a los inmigrantes ilegales, que casualmente son las obsesiones políticas del Santo Padre.
Pero Su Santidad también ha resaltado en numerosas ocasiones otro valor central en la política internacional, subrayándolo recientemente tras insistir sobre ello en su última encíclica, Fratelli tutti. La guerra provoca muertos indudables, pérdida de vidas que incluso los más ardientes abortistas concederán que son humanas.
Es lo que uno nunca ve señalado en, digamos, los alegatos del mediático jesuita James Martin cuando trata de diluir el escándalo del aborto con la pena de muerte, como si eso produjese una especie de empate entre su hombre, Biden, y el ‘diabólico’ Trump. Nunca, digo, fuente jerárquica alguna hace mención del hecho de que Biden ha votado a favor de todas las innecesarias y remotas guerras iniciadas por Estados Unidos desde la Administración Clinton (bombardeos sobre Belgrado), y Obama, Nobel de la Paz, arrojó más bombas sobre más países que ningún otro presidente desde la Segunda Guerra Mundial.
Por el contrario, Trump no solo no ha iniciado ninguna, sino que ha sido instrumental para dos paces que parecían imposibles: entre las dos Coreas y entre Israel y los países árabes. ¿Han oído un solo aplauso por este logro? ¿Ha felicitado el Vaticano a Trump por su extraordinario historial como pacífico y pacificador?
Lo que uno concluye, al final, con no poca tristeza es que incluso en esto nuestra Iglesia institucional sigue a las élites seculares y se sube al carro de un maniqueísmo que no tiene asidero alguno en nuestra doctrina moral.
Carlos Esteban