Nadie dotado de sentido común identificaría las horribles estatuas en la Plaza San Pedro con un belén, observa el arzobispo Viganò en una declaración datada el 22 de diciembre.
A las figuras de la Natividad las llama “tótems” perturbadores y “estatuas de cerámica obscenas” en las que no hay nada cristiano.
Este belén repite el antiguo error que se cometió cuando las iglesias fueron destripadas, los altares despojados y la doctrina simple y cristalina corrompida por el embrollo ambiguo, “típico de los herejes”, analiza Viganò.
Para él, “esa cosa” no es un pesebre ya que no representa el misterio de la Encarnación.
En cambio, lo llama una “monstruosidad irreverente”, la marca de la religión universal del Nuevo Orden Mundial y “la expresión de la apostasía, la inmoralidad y el vicio” y “de la fealdad erigida como modelo”.