Para bien o para mal, todas las decisiones serias de la vida tienen efectos palpables. Las ideas, las palabras, las omisiones y las acciones pueden tener consecuencias catastróficas. Muchos, en la Iglesia católica, están tomando decisiones graves. La elección es creer que Benedicto, un hombre que -es innegable- aún vive en el Vaticano y viste de un blanco ominoso, permanece como el papa Benedicto XVI.
Esta elección puede fundarse en una serie de factores, a saber: la distinción según la cual renunciar al “ministerio” versus el “oficio” es insuficiente para la renuncia; que Benedicto secretamente engañó a su grey con una falsa renuncia; o que fue presionado para que renunciara al papado, invalidando así su renuncia, aunque esta afirmación no se puede demostrar en absoluto. El propósito de escribir este artículo no es indagar en los argumentos actuales sobre la denominada no renuncia de Benedicto. Ya se ha intentado, es tedioso hacerlo y se lo dejo a quienes aún quieren debatir por nimiedades. La Iglesia ya ha sufrido bastante. Más bien, el intento aquí es examinar los efectos lógicos de adherirse a la hipótesis de que Benedicto sigue siendo el papa. Lo admito, es tentador pensar que Benedicto sigue siendo el papa. Si bien hay verdad en la paradoja de que el papa Francisco ha sacado a la luz la corrupción en la Iglesia, ¿cómo no comprender que un católico desee volver a los días del amable Benedicto? Si solo pudiéramos hacer clic sobre los zapatos rojo rubí de Benedicto, repetir que no hay lugar como Roma y tener a Benedicto como papa, el alivio sería asombroso. Desaparecerían las notas a pie de página de Amoris Laetitia, los halagos de Jeffrey Sachs a la Laudato si’ o las estupideces litúrgicas de la Amazonia de Querida Amazonia; y tampoco estaríamos apretando los puños, enojados, ante la afirmación de que Dios desea una pluralidad de religiones. No se habría dejado a la Iglesia china a merced de los caprichos del régimen comunista y, tal vez, y es lo mejor de todo, Austen Ivereigh tendría un aspecto sombrío de terror mezclado con pánico. Desde luego, es tentador. Los problemas reales se resolverían si Benedicto siguiera siendo el papa.
Los problemas surgen, también, cuando se invoca la realidad de estar atrapados entre la roca y la pared [en inglés la expresión es “between the rock and the hard place”, que sería “entre la espada y la pared”; pero para darle el sentido que el autor le da al final del artículo, hemos sustituido “espada” por “roca”, ndt].
Si se considera que Benedicto sigue siendo el papa los efectos son catastróficos. Algunos son menos graves, si se puede considerar menos grave el hecho de que el 99,9% de la Iglesia católica estaría siguiendo a un antipapa. Me refiero, sobre todo, a la desunión del Sagrado Sacrificio de la misa. Si Benedicto sigue siendo el papa, el 99.9% de las misas invocan a un antipapa en el Te igitur. El Sacrificio de la Unidad sería ofrecido para nuestra propia condena. El Catecismo del Concilio de Trento, citando el Optatio de Milevi, advierte que “fuese ya cismático y prevaricador, el que contra la única Cátedra [de Pedro] colocase otra” (Artículo IX). La idea del 99.9% de la Iglesia católica invocando a un antipapa en la misa es inimaginable. A este respecto, ¿es el obispo real de la diócesis el que es nombrado en la misa? Si Benedicto sigue siendo el papa, el nombramiento de obispos por parte de Francisco es nulo. ¿Sigue siendo el cardenal Donald Wuerl arzobispo de Washington? Apuesto a que le gustaría. ¿Sigue siendo el cardenal (presumiblemente no-cardenal) Blase Cupich el obispo, en una posición precaria, de Spokane, y sigue estando vacante la archidiócesis de Chicago? Muchas diócesis tendrían a un pseudopastor como su máxima autoridad. ¿Y cuántos nuevos obispos habrían sido ordenados desde 2013 sin la aprobación expresa del papa? Si Benedicto sigue siendo el papa, entonces tenemos cientos de ordenaciones episcopales ilícitas. Uno de estos obispo sería el muy amado por los medios de comunicación Robert Barron – aunque dudo que la condición cismática pudiera disuadir al Congreso de Educación Religiosa de Los Ángeles a rechazarle. Aun así, la autoridad de los obispos ordenados y nombrados durante el reinado del papa Francisco se vería severamente comprometida.
Consideraciones de este tipo traicionan a una Iglesia que está en el caos, y atacan a su organización y gobierno. Pero se puede poner remedio a estas nociones. Tal vez otro papa, en un futuro, declare, con carácter retroactivo, que todos los nombramientos y ordenaciones del pasado fueron legítimas. Incluso a los obispos ordenados por Marcel Lefebvre en 1988, y que fueron excomulgados, se les levantó la excomunión en 2009. Y fue Benedicto XVI quien lo hizo. Un papa puede hacerlo. Un papa puede hacerlo, pero ¿qué papa? Debemos considerar no solo lo que está sucediendo si Benedicto sigue siendo el papa, sino también qué sucederá cuando muera. Tenemos que ser realistas. Cuando Benedicto muera, los cardenales no se reunirán en Roma para elegir a un nuevo papa. No harán el recuento de votos, anunciarán Habemus Papam o declararán su obediencia a un nuevo hombre vestido de blanco. Más bien, celebrarán un funeral por Benedicto; posiblemente dirán algunas palabras vacías en su honor y seguirán adelante con la Iglesia, libres por fin de su presencia. En otras palabras, cuando Benedicto muera, la Iglesia seguirá adelante como si nada, con Francisco como papa. Para quienes creen que Benedicto sigue siendo el papa, la sede estará vacante. Y lo que es más importante: ¿qué sucederá cuando Francisco muera? Los mismos cardenales se reunirán en Roma para elegir a un nuevo papa, porque esto es lo que siempre han hecho. Serán 124 cardenales con derecho a voto; 66 de estos han sido nombrados por Francisco. Los votos de los cardenales nombrados en fecha anterior a 2013 y los cardenales “inválidos” de Francisco se mezclarán, no será posible distinguir los unos de los otros. Después se declarará Habemus Papam y un nuevo papa tomará un nuevo nombre. Y él llevará adelante la Iglesia, independientemente de lo feliz o dañino que sea su camino.
¿Qué quedará de la teoría de Benedicto-como-papa? Poco a poco desaparecerá. Los cardenales nombrados antes de 2013 fallecerán. Se nombrarán nuevos cardenales. Tal vez se realicen intentos inútiles de nombrar papas tal como hicieron algunos sedevacantistas del pasado. Pienso en el grupo de católicos que, en 1998, “eligió” a Lucian Pulvermacher como pontífice de la Iglesia. Pulvermacher “reinó” como Pío XIII desde el país de Dios en Montana. Desde luego, no hay lugar como Roma.
¿Qué queremos decir con todo esto? Si mantenemos que Benedicto XVI sigue siendo el verdadero papa de la Iglesia católica, es necesario que algo pase. Y pronto. Tal vez ello implique que Benedicto rompa su silencio y que, contradiciendo sus palabras pasadas, explique que le obligaron a renunciar a su oficio (¿o debería decir a su ministerio?) contra su voluntad. Y tal vez ello implique también que salga a la luz nueva documentación o nuevas revelaciones que sacudan los cimientos de la Iglesia, lo que lleve a un cónclave en el que no esté presente Francisco. Tal vez. Pero sea lo “que sea”, debe cambiar profundamente a la Iglesia universal, y debe hacerlo pronto. Respecto a Benedicto, no parece tener prisa en lanzar un bombazo. En una carta fechada 7 de febrero de 2018 explicó: “Puedo solo decir que con el disminuir progresivo de mis fuerzas físicas, interiormente estoy peregrinando hacia mi Casa. Es una enorme gracia para mí estar rodeado en este último tramo del camino, a veces fatigoso, por tanto amor y tanta bondad, inimaginables… Con mis mejores deseos”. En otras palabras, con mis mejores deseos y no esperemos que él “salve” la situación.
La realidad es ésta: si creemos que Benedicto sigue siendo el papa, esto puede significar que él tal vez sea el último papa. ¿”El poder del infierno no la derrotará”?
Termino diciendo que sí, que el papa Francisco está causando gran sufrimiento y confusión. Una mente racional no puede negar esta evidencia. Sin embargo, un día él pasará de este mundo al Padre. Tal vez en un futuro otro papa condene algunos o todos los errores de nuestro tiempo. Dios lo quiera.
Pero por esto ahora necesitamos realmente un papa, al que podamos preguntar: ¿es mejor tener un papa futuro que condene a un papa pasado, o no tener papa en absoluto? Cuando nos enfrentamos a decisiones graves, tenemos que considerar las consecuencias. Y cuando estemos atrapados entre la roca y la pared, elijamos siempre la Roca.
Publicado por Dan Millete en 1Peter5. Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana