El superior general de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, a todos los fieles bloqueados en sus hogares en Italia y que no pueden acceder a la Sagrada Eucaristía
Menzingen, 13 de marzo de 2020
Queridos fieles
Les envío algunas reflexiones simples en un momento de prueba y ciertamente difícil para todos ustedes.
Estoy particularmente cerca de ustedes en oración y en este momento me encantaría poder estar en Italia y visitarlos personalmente.
No sabemos cuánto durará la situación actual ni, sobre todo, cómo pueden evolucionar las cosas en las próximas semanas. Ante esta incertidumbre, la tentación más natural es buscar desesperadamente garantías y explicaciones en los comentarios e hipótesis de los más expertos y de los «expertos»: a menudo, sin embargo, estas hipótesis -que en este momento abundan por todos lados- se contradicen entre sí y aumentan la confusión en lugar de trae algo de serenidad. No podemos olvidar que esta incertidumbre es una parte integral de la prueba y debemos poder aprovecharla de la manera correcta.
Si la Providencia permite alguna calamidad o maldad, siempre lo hace para obtener un bien mayor que directa o indirectamente tiene que ver con el bien de nuestras almas. Sin esta premisa esencial, corremos el riesgo de volvernos locos, porque sin esta premisa una epidemia u otra calamidad o un inconveniente menor siempre nos encontrará sin preparación y permanecerán sin explicación.
¿Qué quiere el Señor que entendamos en este momento? ¿Qué quiere de nosotros en esta Cuaresma bastante especial en la que parece haber decidido qué sacrificios debemos hacer?
En primer lugar, ¡está claro que un microbio todavía es capaz de poner de rodillas a la humanidad en 2020, en la era de los grandes logros tecnológicos y científicos! Sobre todo, este microbio pone de rodillas el orgullo, ya que el hombre contemporáneo que puso su pie en la luna, los cables de fibra óptica en el fondo de los océanos, construyó los portaaviones, plantas de energía nuclear, rascacielos y computadoras, está indefenso frente a un microbio invisible. El ruido mediático de estos días y el miedo que podamos tener no deben hacernos perder esta lección profunda y fácil de entender para los corazones simples y puros que examinan los signos de los tiempos. La Providencia todavía enseña hoy a través de eventos. La humanidad vive, y cada uno de nosotros también es una oportunidad histórica para volver a la realidad, a la realidad real y no a la virtual.
Traducido a términos del Evangelio, este mensaje corresponde a las palabras de Jesús, quien nos pide que permanezcamos unidos a Él lo más estrechamente posible porque sin Él no podemos hacer nada y no podemos resolver ningún problema. Para eso están la incertidumbre, la espera y el sentimiento de impotencia. Sirven para buscarlo, para implorarlo, para pedirle perdón, para rezarle con más fervor y, sobre todo, para abandonarnos a Su Providencia. Es por eso que la dificultad actual tenía que coincidir con la Cuaresma: aprovechémosla al máximo.
La Providencia -con una pizca de ironía- también nos muestra los medios privilegiados de hacer esto: la ansiedad, la incertidumbre, el pánico del coronavirus luchan con otra corona, mucho más poderosa, la que nos une a la Santísima Virgen y al cielo. Especialmente en este momento cuando se hace extremadamente difícil acceder a los sacramentos, recitamos el Rosario en nuestros hogares con más frecuencia, con más fervor. No llenamos el tiempo con entretenimiento televisivo, sino que aprovechamos la oportunidad para transformar el arresto domiciliario en una especie de retiro alegre en la familia, durante el cual la oración adquiere el lugar, el tiempo y la centralidad que merece. Leamos el Evangelio de la A a la Z, meditemos con calma, escuchemos en paz.
¡No permitamos que el mundo entre en nuestros hogares ahora que las circunstancias e incluso las disposiciones gubernamentales nos separan del mundo! Se aprovechan. Démosle prioridad a los bienes espirituales que ningún microbio puede atacar: acumulamos nuestros tesoros en el cielo, donde ni la lombriz ni el óxido consumen. Porque, donde está nuestro tesoro, nuestro corazón también estará allí.
Finalmente, si por un lado vivimos la oportunidad ideal para meditar de una manera nueva y realizar un nuevo acto de confianza en la Divina Providencia, no debemos olvidar rezar por quienes sufren en este momento. Debemos recomendar al Señor a todos aquellos para quienes se acerca el día del juicio; igualmente debemos pedirle que se apiade de tantos contemporáneos que no pueden sacar las conclusiones correctas para su alma de los acontecimientos actuales. En una palabra para todos aquellos que desean salir de la casa para volver a la «normalidad», para comenzar la vida de nuevo, sin cambiar nada. No tiene por qué ser así. Las epidemias siempre han servido para acercar a las personas tibias a la práctica religiosa, al pensamiento de Dios, a la detestación del pecado. Tenemos el deber de pedir esta gracia para cada uno de nuestros conciudadanos,
No nos desanimemos: Dios no nos abandona. Termino dejándote meditar en las palabras llenas de confianza que la Santa Madre Iglesia pone en los labios del sacerdote en tiempos de epidemia:
«Oh Dios, que no quieres la muerte sino la conversión de los pecadores, vuelve tu mirada benigna a tu gente que regresa a ti y a ti es devota; con clemencia, líbralos de los azotes de tu ira «.
Los encomiendo a todos en al altar. Dios les bendiga.
Don Davide Pagliarani