Intentando comprender la situación actual a la luz de la
Palabra de Dios, me han venido a la mente varias cosas y he pensado que quizás
fuese útil compartirlo.
En II Sm 24 y I Cro 21 se relata como el rey David después
de pecar por haber hecho un censo, desconfiando así de Dios, el profeta Gad le
dice de parte de Dios que elija un castigo entre: tres años de hambre, tres
meses de derrotas ante los enemigos o tres días de peste. David elige tres días
de peste porque es preferible caer en manos de Dios que caer en manos de los
hombres. Antes de acabar los tres días, habiendo muerto ya 70.000 hombres, Dios
inspiró a David mayor arrepentimiento y
pidió el castigo para sí y compasión para el pueblo; hizo un sacrificio y la
peste cesó.
La oración, la penitencia, la conversión pueden cambiar el
curso de los acontecimientos. Así lo atestiguan muchas veces las Escrituras
además del caso del Rey David. Señalo a continuación dos ejemplos más:
- la oración de intercesión de Moisés libró al
pueblo de ser exterminado (Ex32, 7-14),
- y los
habitantes de Nínive con su penitencia libraron a la ciudad de ser destruida
(Libro de Jonás).
No sé si el coronavirus tendrá categoría para ser calificado
de plaga bíblica, pero me recuerda el texto del Apocalipsis de las siete copas
de la ira divina que en alguna de ellas se concluye diciendo “y blasfemaban el
nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas; pero no se arrepintieron
para darle gloria” (Ap. 16,9).
Aquí en España, vi una transmisión
en TVE de los carnavales de Canarias o Tenerife en la
que se hizo una representación blasfema del pecado original de Adán y
Eva. Los
gobernantes actuales promueven una “ley de eutanasia” e insisten en
corromper a
los niños en los colegios y quieren dificultar la enseñanza de la
religión y de los centros religiosos. Y por supuesto ni una pizca de
arrepentimiento por las muchas leyes inicuas vigentes, divorcio,
permisión de
la pornografía, “matrimonio” de personas del mismo sexo, aborto…,
recuérdese que
sodomía y asesinato (aborto, eutanasia) son pecados que claman venganza
al
Cielo (Catecismo de la Iglesia Católica nºs 1867 y 2268).
En nuestra mano está orar, pedir perdón, ayunar, llamar a
los demás a la conversión; también a los
poderosos, para que en vez de enorgullecerse de habernos traído el crimen y la
degeneración, imiten por ejemplo al emperador Teodosio que se vistió de sayal
en penitencia por la matanza de Tesalónica; o Enrique II de Inglaterra que
incitó a matar al arzobispo Thomas Becket, hizo penitencia pública en Canterbury
y después de una noche de vigilia junto a la tumba del mártir pidió perdón y
fue flagelado por toda la comunidad de monje; suceso que fue conmemorado en
vidrieras y manuscritos miniados por la
generación siguiente.
También las autoridades eclesiásticas podrían imitar al papa
Pascual II que en un concilio en Letrán en marzo de 1116, refiriéndose a un
privilegio que no debía haber concedido al emperador Enrique V, dijo
públicamente: ”Obré como hombre, porque soy
polvo y ceniza. Confieso que hice
mal, pero os ruego a todos que oréis a Dios para que me perdone”.
Pedir perdón públicamente por permitir el adulterio al que
llaman unión que no realiza plenamente el ideal, enseñar la ética de situación,
que nos deja sin ley; pedir perdón por enseñar que el ateo sin fe puede
salvarse, cuando la fe es el inicio de toda humana salvación y para acercarse a
Dios es necesario creer que existe y es
remunerador, pues sin fe es imposible complacer a Dios (Heb 11,6); pedir
perdón por permitir la idolatría (la pachamama) en el mismo Vaticano; pedir
perdón por poner en duda la Omnipotencia de Dios y negar la multiplicación de
los panes y peces por parte de Jesús; pedir perdón o aclarar lo que se ha
pactado con China; pedir perdón por insultar como tontos a los que piden la
definición dogmática de la Virgen María como Corredentora, pues los papas
anteriores aunque no lo han definido, se lo plantearon y sí lo enseñaron con su
Magisterio (el último, Juan Pablo II, en
las catequesis del 2-IV-1997 y 9 –IV-1997).
Dios permite el mal porque del mal saca bienes. Así, debido
al coronavirus por ejemplo, muchas personas piensan en la fragilidad de la vida
y esto facilita la conversión; la supresión de las clases en colegios, impide
charlas LGTBI; puede favorecer la humildad y la liberación del sentimiento de
autosuficiencia y omnipotencia, al ver como se trastoca en todo el mundo la
economía, la vida social y cotidiana, debido a unos seres microscópicos. En
Valencia se han aplazado las fiestas de fallas, de San José, confiando poder celebrarlas más adelante. Lo
que no consiguió D. Marcelino Olaechea, antiguo Obispo de Valencia, que quería las fallas fuera del tiempo de
Cuaresma, parece que este año puede conseguirlo el coronavirus; y con el cierre
de cafeterías, cines, discotecas… esto se parece a las cuaresmas antiguas donde cesaban los
teatros, fiestas, bailes… y el “recuerda que eres polvo y al polvo volverás” lo
hace presente el coronavirus.
En China, (que se nos pone como ejemplo, tiene bandera roja – antes era un dragón que
sigue siendo un símbolo nacional y muchos pueblos de China servían al Rey
Dragón- y el padre Gobi ponía en boca de la Virgen que China es el Dragón rojo del Ap. 12, 3) dicen que se ha
logrado contener el virus y quizás esto suceda luego en el resto del mundo,
pero quedaría como recordatorio y advertencia de lo que en cualquier momento
puede volver a ocurrir.
Pidamos a Dios a quien sin su consentimiento no cae un
pajarillo, ni un pelo, ni un virus (cf. Mt 10, 29-30) poder arrepentirnos, orar
y hacer penitencia. Y si quienes tienen que hacerlo para parar las plagas no
lo hacen (pues sin fe consideran superadas
la mentalidad bíblica y medieval y desterrada la palabra flagelo para hablar de
éstas calamidades); éstas, al menos por la misericordia de Dios quizás a
nosotros y a los nuestros no nos afecten o afecten menos.
Fco. Suárez pbr. Valencia