Cada día es único, es como un volver a nacer; y en cada instante nos lo jugamos todo, nuestra felicidad terrena y, sobre todo, la celestial.
El siguiente soneto, que compuse hace un tiempo, si se lee con detenimiento y sintiendo cada palabra que está escrita, pienso que puede ayudarnos a vivir bien nuestra vida, tal y como Dios quiere que la vivamos y a ser, por lo tanto, muy felices.
Y en este momento concreto de nuestra existencia, con esta pandemia del coronavirus, en la que está inmerso todo el mundo, es bueno que reflexionemos también sobre la muerte, para darle un sentido a nuestra vida, pues, en realidad, la muerte no es el final sino el principio o, si se quiere, la continuación, de la vida que estamos ahora viviendo. Así lo veía Jesús: "No lloréis: la niña no está muerta, sino que duerme" (Lc 8, 52). Dios quiere que seamos felices ya, en esta vida; porque, además, la alegría del cielo está reservada a los que han sabido ser felices en la tierra.
Por eso no debemos de tener miedo, ni inquietarnos, pensando en un futuro incierto. El Señor está con nosotros y es nuestro amigo, nuestro mejor amigo, nuestro amigo intimo; pero, además, es también Dios, el Creador de todo cuanto existe y el Único por el que podemos salvarnos. Y este Dios-Hombre, que es Jesucristo, nos quiere con locura. Somos importantes y únicos para Él; realidad que es motivo, más que suficiente, para no abandonarnos a la tristeza y para estar siempre alegres. Y esto siempre, aunque suframos ... pues el mismo sufrimiento, unido al de Jesús, con Él y en Él, tiene un gran valor y un poder salvador, primero para nosotros y luego para todo el mundo (Misterio del Cuerpo Místico de Cristo): "Por sus llagas hemos sido curados" (Is 53, 5).
HOY
HE NACIDO
Miro a mi alrededor: hoy he nacido.
Hoy he visto la luz por vez primera
y el peso de mi vida se aligera
entendiendo que todo es recibido.
Pasado ya no es, pasado ha sido;
y el recuerdo del mismo no me altera,
porque en mí tengo ya la primavera
y lo no grato queda en el olvido.
Un nuevo renacer está aguardando
y el dolor anterior no está perdido
al estar por mi amado retomado.
Y vivo con paciencia y esperando
que Aquél que a este mundo me ha traído
con Él me llevará, ya renovado.
La voluntad de Dios sobre cada uno es siempre para el momento presente: "A cada
día le basta su propio afán" (Mt
6:34). "Buscad el Reino de Dios y esas otras cosas [por las que se afanan las
gentes del mundo] se os darán por añadidura" (Lc 12:31). El amor,
cuando es verdadero, no entiende de demoras, porque "no busca lo suyo" (1 Cor
13:5); sólo estar con Aquel a quien ama, y por el que se sabe amado.
Si cada día, cada instante, procuramos ser fieles al Señor, poniendo todos los
medios a nuestro alcance - puesto que contamos con su gracia y con su ayuda-
cuando Él venga, nos encontrará esperándole, y podremos entrar con Él al
banquete nupcial, como le ocurrió a las vírgenes prudentes. El Señor nos lo
recuerda repetidas veces, porque sabe lo importante que es para nosotros el
vivir con esta esperanza vigilante,
propia del verdadero amor: "Velad,
porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor" (Mt 26:42). "... estad preparados, porque a la hora
que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 26:44).
No debemos tener miedo ni entristecernos, porque el que llega -cuando
llegue- es nuestro amigo: "Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que os mando" (Jn 15:14); y aunque
es verdad que ahora no le vemos, confiamos en su Palabra; sabemos que le
veremos cuando llegue nuestra hora, cuando llegue ese momento que Él ha pensado
para nosotros … entonces no habrá ya más ausencias: "Os volveré a ver y se os alegrará el corazón, y nadie os quitará
vuestra alegría" (Jn 16:22).
José Martí