Es evidente que la masonería está intentado aprovechar el caos provocado por la epidemia para meternos con calzador el nuevo orden mundial, robarnos el presente y dejarnos sin futuro.
Dios no lo permitirá y cuenta con nosotros para que esto no suceda; es más, sabrá sacar grandes bienes de tantas aparentes desgracias.
Nos entristece que uno de los órganos del Gran Oriente Italiano ensalce al Papa Francisco. Es para estar muy preocupados.
Los hermanos masones, así los llama el hermano Ravasi, buscan implantar un sistema totalitario que anula de hecho el cristianismo reduciéndolo, como mucho, a un folklore tolerado a regañadientes.
Las condenas de los antecesores del Papa Francisco son públicas, publicadas, conocidas y no admiten mucho margen de interpretación.
Si al Papa Francisco le gusta y se siente unido a los principios masónicos no estaría de más que lo supiéramos con claridad; la verdad no hace mal a nadie, así tendríamos las cosas más claras de lo que ya las tenemos, si es que esto es posible.
El olfato católico que nos da la fe nos llevará a distinguir dónde están los buenos pastores y dónde los traidores, lobos vestidos de corderos.
Las máscaras se están cayendo y la claridad molesta demasiado.
Specola