Netflix ha lanzado una película, ‘Cuties’, en la que niñas de 11 años aparecen en actitudes claramente provocativas y sexualizadas hasta el punto de que la propia empresa ha tenido que retirar el explícito ‘trailer’ con que la anunciaba en redes y los consumidores han condenado la cinta con un récord de puntuaciones negativas (más de un millón). Pero el diario oficial del episcopado italiano, Avvenire, ha preferido atacar a quienes protestan contra la película.
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“No se explica la campaña contra Netflix”, empieza el artículo. “No hay “escandalosa sexualización de adolescentes” alguna, como han escrito algunos de los seiscientos mil firmantes de una petición”. Antes de seguir, les invito a que echen un (rápido) vistazo a la selección resumen que ha hecho la propia Netflix de la cinta y vean, por sí mismos, si hay “sexualización de adolescentes” (¿a los 11 años ya se es adolescente?), como creen los seiscientos mil usuarios que han protestado, o no, como cree el redactor del diario de los obispos italianos.
Para el redactor, Andrea Fagioli, quienes protestan es porque “o no la han visto o se han limitado a ver el cartel. O quizá no lo hayan entendido o la hayan visto desde un punto de vista incorrecto”. El correcto, se entiende, es el que considera digno de ver a niñas de 11 años en actitudes de ‘strippers’ porque es, en realidad, una denuncia a la sexualización de la infancia. Es algo bueno, ya saben.
Se trata originalmente de una película francesa, “Mignonnes”, que cuenta la historia de Amy, una niña senegalesa musulmana de 11 años que vive en un barrio deprimido en Francia. Se une a un grupo de otras preadolescentes que realizan cuadros de baile hipersexualizados en los que imitan las contorsiones de las ‘strippers’.
Y como es una ‘denuncia’, Fagioli y, por extensión, el episcopado italiano, no ve nada escandaloso en la película, al revés. La idea de que las actrices que aparecen son, lógicamente, niñas en torno a los 11 años y que se les hace exhibirse de esa forma no parece pesar, en absoluto, en su juicio, como tampoco el hecho de que la coartada de la ‘denuncia’ abre un gigantesco campo de posibilidades a la legitimación de la pornografía blanda incluso, como en este caso, la pedofilia. ¿O cree Fagioli que sólo o principalmente van a visionar la película quienes se interesan por el ‘contenido de denuncia social’ y no los que se sienten atraídos por las menores?
En un momento en que la Iglesia, desde 2002, ha sufrido como verdadera plaga, causante de no pocas defecciones, casos de pedofilia en el clero y su encubrimiento por los obispos, la incapacidad del órgano de los obispos italianos de ver cuál es el problema en una película, rechazada por millones, que muestra a niñas meneándose al gusto de cualquier pedófilo es, cuando menos, problemática.
Carlos Esteban