Magnificat TV - Franciscanos de María
Duración 12:49
Comentario sobre lo que dice el padre Santiago Martín
En mi opinión, no se trata tanto de que esta tercera encíclica de Francisco contenga también cosas buenas, en algunos puntos, como señala acertadamente el padre Santiago Martín. No sé si fue Cervantes, a través del Quijote, quien dijo aquello de "No hay libro malo que no contenga cosas buenas". Es evidente que las palabras de Jesús debemos de tenerlas siempre en cuenta:"No juzguéis y no seréis juzgados", pero eso no elimina la capacidad de pensar y de razonar, que también nos ha dado Dios. Y más que en las frases concretas yo me fijaría en los hechos a los que ha dado lugar su publicación. El mismo padre Santiago Martín lo dice: Han hablado muy bien de ella los masones; y han considerado que el Papa viene a darles la razón a ellos. La han elogiado los comunistas y socialistas empedernidos, aun cuando no los haya citado a ellos expresamente como solución de nada.
Y si todo esto es así, y aplicamos un poquito el sentido común, lo primero que queda claro es que se trata de una encíclica que da lugar a confusiones en su interpretación. Esto es algo que no debería de ocurrir y menos en un documento tan importante como es una encíclica. Creo que es motivo de preocupación el hecho de que "tus enemigos hablen bien de tí". Si eso ocurre, como así sucede ahora, habría que meditar en la presencia del Señor qué es lo que se ha hecho mal, porque, desde luego, hay algo aquí que no funciona.
Y, por si alguno tiene alguna duda, en este sentido, ahí están las palabras del Señor: "Sea vuestro palabra: sí, sí; no, no. todo Lo que pasa de esto, del Maligno procede" (Mt 5, 37). Y también: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6, 26) ¡Las palabras de Jesús son palabra de Dios! Y poseen una perenne actualidad; de manera que deben de ser muy tenidas en cuenta, pues lo que no debe de ocurrir (¡y ocurre!) es, en primer lugar, la falta de sencillez y de claridad, que da lugar a equívocos, que es lo que sucede con esta encíclica; y, en segundo lugar, un discípulo de Jesucristo no debe de hablar para agradar a todos: "¿Busco yo acaso el favor de los hombres o de Dios? ¿O es que deseo agradar a los hombres? Si aún tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo" (Gal 1, 10).
José Martí