El arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, es consciente de que muchos de los que se vieron forzados a dejar de ir a Misa durante la pandemia nunca volverán cuando las condiciones lo permitan. Es una aceleración en una tendencia de descristianización que esa antaño ‘isla de los santos’ está viviendo de manera especialmente dramática.
Irlanda, hasta hace no tanto ‘reserva espiritual’ de la Europa católica, ha sufrido en pocas décadas un proceso de descristianización espectacular que las restricciones impuestas por la pandemia no ha hecho más que acelerar.
En una homilía pronunciada en la catedral, el arzobispo de la capital, Diarmuid Martin, recordaba que esta debacle no se debe en esta ocasión al martirio o la persecución, circunstancias que la Iglesia en Irlanda ha vivido heroicamente, sino que se trata de un cambio “más bien inspirado por la indiferencia, la incertidumbre y el rechazo voluntario”. No hace mención alguna a la actuación de la propia jerarquía católica.
Señalaba el arzobispo que “no ha sido por imposición que hoy haya en Irlanda más bodas civiles que ceremonias matrimoniales religiosas. El hecho de que, según el último censo, los “no religiosos” sean el segundo grupo de población apenas por detrás de los católicos es fruto de la libre elección”.
Para atajar esta sangría, Martin propone en declaraciones a Morning Ireland RTÉ-Radio 1 construir “una Iglesia madura”. Uno recuerda a lo que se suele llamar “cristiano maduro” y se echa a temblar.
La Iglesia futura de Martin será diferente a la que ha existido hasta hoy, porque “la gente vendrá a través de la conversión, más que por haber nacido dentro de la Iglesia”. En consecuencia, “tenemos que construir la Iglesia de forma diferente. Algunos edificios eclesiásticos, particularmente los más grandes, podrían cerrar”, anunció Martin.
Carlos Esteban