SPECOLA
Estos días estamos viendo los primeros comentarios al diario de la prisión del cardenal Pell. Por el autor, por las cosas vividas, son de gran interés y estamos seguros de que darán mucho de qué hablar.
Los titulares de hoy presentan como un ataque al Papa Benedicto XVI la opinión del cardenal sobre la figura del ‘papa emérito’:
«Un Papa emérito (…) no debe llevar la sotana papal blanca y no debe enseñar públicamente. Esto se debe a que la presencia paralela de un Papa retirado y un Papa en el cargo da lugar a problemas y enredos, alimenta fracturas e incluso desmorona la idea de unidad”. «Es necesario que se aclaren los protocolos sobre el papel de un Papa que ha dimitido. Aunque el Papa retirado puede conservar el título de Papa emérito, debe reintegrarse en el colegio cardenalicio para ser conocido como Cardenal X».
Es evidente que la renuncia de Benedicto XVI ha cambiado aspectos del papado que considerábamos intocables . Pell, como tantos otros en Roma, no está preocupado en absoluto por el papa Benedicto XVI que suple, con su enorme autoridad moral y reconocida sabiduría, todos los problemas que la novedosa figura del ‘papa emérito’ puede provocar. El problema que entendemos en las palabras de Pell se refiere mucho más al futuro que al presente. La figura del ‘papa emérito’ forma parte del modo de ejercer el ministerio petrino y conviene que sea regulada para no encontrarnos con sorpresas en los años venideros. Los aires de cónclave están soplando con demasiada fuerza en estos tiempos y no creemos que terminemos el ‘año de San Jose’, como sucedió con el de la Fe, sin alguna sorpresa.
El otro punto que es resaltado es el peligro de quiebra en el Vaticano. Es un tema viejo que simplemente se está agravando con la epidemia. Muy acertadamente el cardenal Pell indica que ‘no se puede seguir siempre así’. Los problemas económicos en el Vaticano no son nuevos y se arrastran desde el pontificado de Pablo VI. Hasta ahora se han tapado los agujeros haciendo equilibrios y sin atajar con decisión el problema de fondo. El enorme desajuste entre ingresos y gastos se ha cubierto con ‘aportaciones extraordinarias’ del IOR, el banco de Vaticano, y de la Secretaría de Estado y esto durante años. A los problemas del balance anual hay que sumar los ‘deficits ocultos’ que poco a poco van aflorando. El problema de la sanidad y las pensiones de los empleados no está resuelto y podemos estar ante un escenario de pocas aportaciones y muchas obligaciones. Las reservas no son como cuentan los papeles y las pérdidas, no solo en Londres, pueden hacernos despertar bruscamente de un dolce far niente. La epidemia está precipitando las cosas, pero las raíces del problema son profundas.
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